REGLA
ONCE 2/3
Aquel
que trabaja con la ley tiene ahora que llevar a cabo Tres cosas:
Primeramente, descubrir la fórmula que confine las vidas dentro
de la muralla esferoidal; luego, pronunciarlas palabras que le
expresen a esas vidas qué deben hacer y dónde llevar lo que ha
sido hecho; finalmente, pronunciar la frase mística que lo salvaguardará
de su trabajo.
LA
LIBERACIÓN DE LA MUERTE
Llegamos
ahora a la segunda fase de nuestro estudio de las palabras finales
de esta regla. Hemos tratado ya cómo evitar los peligros incidentales
a la creación de formas mentales por el ser humano que ha aprendido
o está aprendiendo a crear en el plano mental. Mucho más se podría
haber dicho desde el ángulo de la incapacidad de pensar con claridad,
de la mayoría de los estudiantes. Pensar con claridad implica
capacidad de desprenderse, por lo menos temporariamente, de todas
las reacciones y actividades de la naturaleza emocional. Mientras
el cuerpo astral se halla en estado de inquietud y su temperamento
y sentimientos, sus deseos y emociones, son bastante poderosos
como para atraer la atención, no son . posibles los procesos mentales
positivos y puros. Hasta que no llegue el momento de una apreciación
más general del valor de la concentración y la meditación, y,
hasta que la naturaleza de la mente y sus modificaciones no sean
comprendidas más universalmente, mayor enseñanza sobre el tema
será inútil.
En
estas instrucciones he procurado dar una indicación sobre los
primeros pasos en la psicología esotérica, y he tratado principalmente
la naturaleza y el modo de entrenar el cuerpo astral. Más adelante
en este siglo, la psicología de la mente, su naturaleza y modificaciones,
podrán ser manejadas más detalladamente. Pero aún no ha llegado
el momento.
Nuestro
tenia será ahora, la liberación de la naturaleza corporal por
el proceso de la muerte.
Dos
cosas deben tener presente a medida que estudian los procesos
de esta liberación:
Primero,
por naturaleza corporal quiero significar la personalidad integrada,
o el mecanismo del cuerpo físico humano, el vehículo vital o etérico,
materia (o modo de ser) de la naturaleza del deseo y la sustancia
mental. Constituyen las envolturas o formas externas del alma
encarnada. El aspecto conciencia está unas veces enfocado en uno
y otras en otro, o identificado con la forma o con el alma. El
hombre común trabaja con facilidad y conciencia propia en los
cuerpos físico y astral. El hombre inteligente y altamente evolucionado,
ha agregado a estos dos el control consciente de su mecanismo
mental, aunque sólo en alguno de sus aspectos, tales como las
facultades de memorización y análisis. También, en algunos casos,
ha logrado unificar estos tres en una personalidad que actúa conscientemente.
El aspirante empieza a comprender algo del principio vida que
anima a la personalidad, mientras que el discípulo utiliza los
tres, porque ha coordinado y alineado el alma, la mente y el cerebro,
y ha empezado por lo tanto a trabajar con su mecanismo subjetivo
o aspecto energía.
Segundo,
esta liberación es llevada a cabo mediante una correcta comprensión
de la experiencia mística que llamamos muerte. Éste será nuestro
tema, y el asunto es tan inmenso que sólo indicaré ciertas líneas
sobre las cuales el aspirante pueda pensar y proponer algunas
premisas que más adelante elaborará. En primer lugar, nos limitaremos
a la muerte del cuerpo físico.
Ante
todo tratemos de definir este misterioso proceso al cual están
sujetas todas las formas, y que frecuentemente sólo constituye
el fin temido –temido por no ser comprendido. La mente del hombre
está tan poco desarrollada que el temor a lo desconocido, el terror
a lo no familiar y el apego a la forma, han provocado una situación
en la que uno de los acontecimientos más benéficos en el cielo
de vida de un encarnado Hijo de Dios, es visto como algo que debe
ser evitado y postergado el mayor tiempo posible.
La
muerte, si sólo pudiéramos comprenderlo, es una de las actividades
que más hemos practicado. Hemos muerto muchas veces y moriremos
muchas más. Muerte es, esencialmente, cuestión de conciencia.
En cierto momento estamos conscientes en el plano físico; en otro,
nos retraemos a otro plano y estamos allí activamente conscientes.
En la medida en que nuestra conciencia se identifica con el aspecto
forma, la muerte continuará manteniendo su antiguo terror. Tan
pronto nos reconozcamos como almas y hallemos que somos capaces
de enfocar a voluntad nuestra conciencia y sentido de percepción
en cualquier forma o plano, o en cualquier dirección dentro de
la forma de Dios, ya no conoceremos la muerte.
La
muerte para el hombre medio es un fin desastroso, pues implica
la terminación de todas las relaciones humanas, la cesación de
toda actividad física, la ruptura de todos los signos de amor
y afecto y el tránsito (involuntario y disconforme) a lo desconocido
y temido. Es lo mismo que salir de una habitación iluminada y
agradable, cordial y familiar, donde están reunidos nuestros seres
queridos, y pasar a la noche fría y oscura, sólo y aterrorizado,
esperando lo que vendrá y sin ninguna seguridad.
Pero
las personas olvidan por lo general que todas las noches, durante
las horas de sueño, morimos en lo que respecta al plano físico
y vivimos y actuamos en otro lugar. Olvidan también que han adquirido
ya la facilidad de dejar el cuerpo físico, porque aún no pueden
conservar en la conciencia del cerebro físico los recuerdos de
esa muerte y el consiguiente intervalo de vida activa, y no relacionan
la muerte con el sueño. Después de todo, la muerte es sólo un
intervalo más extenso en la vida de acción en el plano físico;
nos vamos "al exterior" por un período más largo. Pero
el proceso del sueño diario y el proceso de la muerte ocasional
son idénticos, con la única diferencia que en el sueño el hilo
magnético o corriente de energía, a través de la cual corren las
fuerzas, vitales, se mantiene intacto, y constituye el camino
de retorno al cuerpo. Con la muerte, este hilo de vida se rompe
o corta. Cuando esto ha acontecido, la entidad consciente no puede
volver al cuerpo físico denso, y al faltarle a ese cuerpo el principio
de coherencia, se desintegra.
Debe
recordarse que el propósito y voluntad del alma, la determinación
espiritual de ser y hacer, utiliza el hilo del alma, el sutratma,
la corriente de vida, como medio de expresarse en la forma. Esta
corriente de vida se divide en dos corrientes o hilos, cuando
llega al cuerpo, y así cada una queda "introducida",
si puedo, expresarlo, en dos lugares de ese cuerpo. Esto simboliza
las diferenciaciones entre Atma o Espíritu y sus dos reflejos;
alma y cuerpo. El alma, o aspecto conciencia, eso que hace a un
ser humano una entidad racional pensante, está “introducida"
por un aspecto de este hilo alma en un "lugar" del cerebro,
que se encuentra en la región de la glándula pineal. El otro aspecto
de la vida que anima a cada átomo del cuerpo y constituye el principio
de coherencia o integración, encuentra su camino hacia el corazón
y queda enfocado o "introducido" allí. El hombre espiritual,
desde estos dos puntos, trata de controlar el mecanismo. Así llega
a ser posible la actuación en el plano físico, y la existencia
objetiva se convierte provisoriamente en un modo de expresión.
El alma, situada en el cerebro, hace que el hombre sea una entidad
racional inteligente, autoconsciente y autodirigida; percibe en
diversos grados el mundo en que vive, según su etapa de evolución
y el consiguiente desarrollo de su mecanismo. Ese mecanismo es
triple en expresión. Ante todo existen los nadis y los siete centro
de fuerza; luego el sistema nervioso en sus tres divisiones: cerebro
espinal, gran simpático y periférico, y después el sistema endocrino,
que podría considerarse como el aspecto más denso o exteriorización
de los otros dos.
El
alma, situada en el corazón, es el principio vida, el principio
de autodeterminación, el núcleo central de energía positiva, mediante
el cual los átomos del cuerpo se mantienen en su correcto lugar
y se subordinan a la "voluntad de ser" del alma. Este
principio de vida utiliza la corriente sanguínea como su modo
de expresión y agente controlador, y mediante la íntima relación
del sistema endocrino con la corriente sanguínea, tenemos unidos
los dos aspectos de actividad del alma, a fin de hacer del hombre
una entidad viviente, consciente y activa, gobernada por el alma,
y expresando el propósito del alma en todas las actividades del
vivir diario.
Por
lo tanto, la muerte es literalmente, el retiro del corazón y de
la cabeza de esas dos corrientes de energía, produciendo, en consecuencia,
la completa pérdida de la conciencia y la desintegración del cuerpo.
La muerte difiere del sueño en que ambas corrientes de energía
son retiradas. En el sueño se retira el hilo de energía introducido
en el cerebro, y cuando esto ocurre, el hombre queda inconsciente.
Con esto queremos decir que su conciencia o sentido de percepción
está enfocado en otra parte. Su atención no está ya dirigida a
las cosas tangibles y físicas, sino que se desvía hacia otro mundo
del ser y queda centralizada en otro mecanismo. Al morir, los
dos hilos son retirados o unificados en, el hilo de la vida. La
vitalidad cesa de penetrar a través de la corriente sanguínea
y el corazón deja de funcionar, lo mismo que el cerebro deja de
registrar, y así se establece el silencio. La casa está vacía.
La actividad cesa, excepto esa actividad asombrosa e inmediata
que es prerrogativa de la materia misma y se expresa en el proceso
de descomposición. Desde ciertos aspectos ese proceso indica la
unidad del hombre con todo lo material; demuestra que es parte
de la naturaleza misma, y por naturaleza querernos decir el cuerpo
de la vida una, en quien "vivimos, nos movemos, y tenemos
nuestro ser". En esas tres palabras, vivir, mover y ser,
tenemos toda la historia. Ser es percepción, autoconsciencia y
autoexpresión y sus símbolos exotéricos son la cabeza y el cerebro
del hombre. Vivir es energía, deseo en la forma, coherencia y
adhesión a una idea, y sus símbolos exotéricos son el corazón
y la sangre. Mover indica integración y respuesta de la entidad
existente, perceptiva y viviente, a la actividad universal, y
sus símbolos exotéricos son el estómago, el páncreas y el hígado.
Es
interesante tener en cuenta, aunque incidental a nuestro tema,
que en caso de imbecilidad e idiotez y en esa etapa de la vejez
que llamamos decadencia senil, el hilo introducido en el cerebro
es retirado, mientras el que trasmite el impulso o anhelo de vivir
aún permanece introducido en el corazón. Hay vida, pero ninguna
percepción inteligente; hay movimiento, pero no dirección inteligente;
en el caso de la decadencia senil, cuando durante la vida se ha
utilizado un mecanismo de alta calidad, puede haber, aparentemente,
un funcionamiento inteligente; pero eso es una ilusión debido
a viejos hábitos y a un propósito coordinado y coherente.
Debe
observarse también que la muerte se produce bajo la dirección
del ego, no importa que el ser humano no tenga conciencia de esa
dirección. En la mayoría, este proceso ocurre automáticamente,
pues en el momento en que el alma retira su atención, la reacción
inevitable en el plano físico es la muerte, ya sea por la abstracción
de los hilos duales, de vida y de energía razonadora, o por la
abstracción del hilo de energía calificado como mentalidad, dejando
a la corriente de la vida funcionar a través del corazón, pero
sin conocimiento inteligente. El alma está en otro lugar, ocupada
en su plano y en sus propios asuntos.
En
el caso de los seres humanos altamente desarrollados, a menudo
encontramos un sentido de visión previo al período de la muerte;
esto es incidental al contacto egoico y a la percepción de los
deseos del ego. A veces implica un conocimiento del día exacto
de la muerte, conjuntamente con la conservación de la autodeterminación
hasta el momento final del retiro. En el caso de los iniciados
hay mucho más que esto. Existe una inteligente comprensión de
las leyes de abstracción, lo cual capacita al que efectúa la transición
para retirarse conscientemente y con pleno conocimiento del cuerpo
físico, y entonces actuar en el plano astral. Esto implica la
conservación de la continuidad de la conciencia, de manera que
no hay interrupción de continuidad entre el sentido de percepción
en el plano físico y el estado posterior a la muerte. El hombre
se considera tal como era antes, aunque sin un mecanismo con el
cual hacer contacto en el plano físico. Permanece consciente de
los sentimientos y pensamientos de aquellos que ama, aunque no
puede percibir ni tener contacto con el vehículo físico denso.
Puede comunicarse con ellos en el plano astral, o telepáticamente
a través de la mente, si todos están en armonía, pero la comunicación
que requiere el empleo de los cinco sentidos de percepción, está
necesariamente fuera de su alcance. Sin embargo, es útil recordar
que astral y mentalmente la interacción puede ser más íntima y
más sensitiva que antes, por estar libre de las trabas del cuerpo
físico. No obstante, dos cosas militan contra esta interacción:
una es la aflicción y el violento trastorno emocional de los que
quedan; la otra, en el caso del ser humano común, es la ignorancia
y perplejidad del hombre mismo, al encontrarse con lo que para
él son nuevas condiciones, aunque en realidad son viejas, si pudiera
comprenderlo. Una vez que los hombres hayan perdido el temor a
la muerte y tengan una comprensión del mundo posterior a la muerte,
que no esté basada en la alucinación y la histeria, o en las conclusiones
(frecuentemente ignorantes) de los médium comunes, que hablan
bajo el control de su propia forma mental (construida por ellos
mismos y el círculo de asistentes), controlaremos correctamente
el proceso de la muerte. La condición de los que quedan será cuidadosamente
manejada, para evitar pérdida de relaciones y superfluo desgaste
de energía.
Actualmente
existe una gran diferencia entre el método científico de traer
una persona a la encarnación y la forma completamente ciega y
frecuentemente atemorizada e ignorante con que la despedimos al
salir de la encarnación. Trato hoy de mostrar a Occidente un método
nuevo y más científico para dirigir el proceso de la muerte y
permítanme dejar bien aclarado que lo que tengo que decir, de
ninguna manera abroga a la ciencia médica moderna, con sus paliativos
y pericia. Todo lo que alego es un acercamiento sensato a la muerte;
sólo trato de sugerir que cuando el debido sufrimiento ha terminado
y sobreviene el debilitamiento, se permita a la persona moribunda
prepararse, aunque esté aparentemente inconsciente, para la gran
transición. No olviden que requiere una fuerte y constante opresión
sobre el sistema nervioso para producir dolor. ¿Les resulta imposible
concebir el momento en que el acto de morir sea el triunfo final
de la vida? ¿No pueden imaginarse que el tiempo transcurrido en
el lecho de muerte será el preludio de un retiro consciente? ¿Pueden
imaginarse el momento en que el hombre llegue a desprenderse del
obstáculo de la envoltura física y sea para él y quienes lo rodean,
la tan esperada y feliz consumación? ¿No pueden visualizar el
momento en que en vez de lágrimas y temores, por no querer reconocer
lo inevitable, la persona moribunda y sus amigos se pongan de
acuerdo respecto a la hora, y sólo la felicidad caracterice el
tránsito? ¿Que las mentes de los que quedan estén libres de ideas
funestas, y los lechos de muerte sean considerados como ocasiones
más felices que los nacimientos y casamientos? Les digo que dentro
de poco tiempo esto será ciertamente así para los inteligentes
de la raza, y poco a poco para todos.
Quizás
digan que éstas son sólo hipótesis respecto a la inmortalidad
y no evidencias seguras. En la acumulación de testimonios, en
las afirmaciones internas del corazón humano y en el hecho de
la creencia en la perduración eterna, como una idea en las mentes
de los hombres, reside la segura indicación. Pero la indicación
dará lugar a la convicción y al conocimiento antes de pasar otros
cien años, porque tendrá lugar otro acontecimiento y será dada
a la raza una revelación que tornará la esperanza en realidad
y la creencia en conocimiento. Mientras tanto se debe cultivar
una nueva actitud y establecer una nueva ciencia respecto a la
muerte. Que la muerte deje de ser lo único que no podemos controlar
y que nos vence inevitablemente, y comencemos a controlar nuestro
tránsito al más allá y a comprender algo de la técnica de esa
transición.
Antes
de abordar con mayor detalle este tema quisiera referirme a la
"trama del cerebro", intacta en la mayoría, pero inexistente
en el vidente iluminado.
En
el cuerpo humano, como sabemos, tenemos un cuerpo vital subyacente
interpenetrante, contraparte del físico y más grande que éste,
denominado doble o cuerpo etérico. Es un cuerpo de energías, compuesto
de centros de fuerza y nadis o hilos de fuerza. Éstos subyacen
o son la contraparte del sistema nervioso –los ganglios y los
nervios. En dos lugares del cuerpo vital humano hay orificios
de salida para la fuerza vital. Una abertura está en el plexo
solar y la otra en el cerebro, en la cima de la cabeza. Protegiendo
a ambas hay una trama sólidamente tejida de materia etérica, compuesta
de hebras entrelazadas de energía vital.
Durante
el proceso de la muerte la presión de la energía vital, golpeando
contra la trama, produce eventualmente una ruptura o abertura.
Por ésta sale la fuerza vital, a medida que aumenta la potente
influencia abstrayente del alma. En el caso de animales, niños,
hombres y mujeres, completamente polarizados en los cuerpos físico
y astral, la puerta de salida está en el plexo solar, y esa es
la trama que se rasga y permite salir a la fuerza vital. En el
caso de tipos mentales, de unidades humanas más altamente desarrolladas,
se rasga la trama en la cima de la cabeza o región de la fontanela,
permitiendo así la salida del ser racional pensante.
En
los psíquicos y en el caso de los médium y videntes inferiores
(personas clarividentes y clariaudientes), la trama del plexo
solar se rasga prematuramente y por lo tanto entran y salen fácilmente
del cuerpo cuando están en trance, según se lo denomina, y actúan
en el plano astral. Pero para éstos no hay continuidad de conciencia
y parece no haber relación entre su existencia en el plano físico
y los acontecimientos que relatan mientras están en trance, y
de los cuales son, por lo general, totalmente inconscientes al
despertar de él. Toda la acción sucede debajo del diafragma y
está relacionada principalmente con la vida animal sensoria. En
el caso de clarividencia consciente y en el trabajo de los psíquicos
más elevados y los videntes, no hay trance, obsesión o mediumnidad.
Es la trama del cerebro que se rasga, y la abertura en esa región
permite la entrada de la luz, información e inspiración; también
confiere el poder de pasar al estado de samadhi, que es la correspondencia
espiritual del trance en la naturaleza animal.
En
el proceso de la muerte las dos principales salidas son, entonces,
el centro plexo solar para los astralmente polarizados, los seres
humanos físicamente predispuestos y, por lo tanto, la gran mayoría,
y el centro de la cabeza para los mentalmente polarizados y los
seres espiritualmente orientados. Éste es el hecho más importante
y el primero que debe recordarse, y se observará fácilmente cómo
la tendencia de una vida, más el enfoque de la atención vital,
determinan el modo de salida en el proceso, de la muerte. También
puede verse que el esfuerzo por controlar la vida astral y la
naturaleza emocional, y orientarse uno mismo hacia el mundo mental
y las cosas espirituales, tiene un efecto importante sobre los
aspectos fenoménicos del proceso de la muerte.
Si
el estudiante piensa con claridad, le será evidente que una salida
concierne al hombre espiritual y altamente evolucionado, mientras
que la otra corresponde al ser humano de grado inferior, que apenas
ha avanzado más allá de la etapa animal. ¿Qué sucede entonces
con el hombre medio? Hay una tercer salida que ahora es utilizada
temporariamente; justamente más abajo del vértice del corazón
se encuentra otra trama etérica que cubre un orificio de salida.
Tenemos por lo tanto la siguiente situación:
1.
La salida en la cabeza, utilizada por los de tipo intelectual,
por los discípulos y los iniciados del mundo.
2.
La salida en el corazón, utilizada por hombres y mujeres bondadosos
y bien intencionados, buenos ciudadanos, amigos inteligentes y
trabajadores filántropos.
3.
La salida en la región del plexo solar, utilizada por las personas
emocionales, incultas, irreflexivas, y por aquéllos cuya naturaleza
animal es muy pronunciada.
Éste
es el primer punto de la nueva información que lentamente llegará
a ser de común conocimiento en Occidente, durante el próximo siglo,
la cual en su mayor parte es conocida por pensadores de Oriente,
y un primer paso hacia la comprensión racional del proceso de
la muerte.
El
segundo punto que debe captarse es que puede darse una técnica
de morir y también un entrenamiento durante la vida, que conducirá
a emplear esa técnica.
Respecto
al entrenamiento a que pueda someterse el hombre, daré algunas
sugerencias que impartirán un nuevo significado a la mayor parte
del trabajo que realizan los aspirantes. Los Hermanos Mayores
de la raza, que han guiado a la humanidad durante siglos, están
preparando personas para dar el próximo paso, lo cual traerá una
continuidad de conciencia que terminará con el temor a la muerte
y vinculará los planos físicos y astral en tan íntima relación,
que en realidad constituirán un solo plano. Así como tiene que
producirse una unificación entre los diversos aspectos del hombre,
también debe efectuarse una unificación en conexión con los diferentes
aspectos de la vida planetaria. Los planos deben ser unificados
del mismo modo que el alma y el cuerpo. Esto ya se ha realizado
en gran parte entre el plano etérico y el plano físico denso.
Ahora se efectúa rápidamente entre el físico y el astral.
En
el trabajo que están realizando los investigadores en todos los
campos del pensamiento y de la vida humana, continúa esta unificación,
y en el entrenamiento sugerido a los aspirantes sinceros hay otros
objetivos, además de producir la unificación entre el alma y el
cuerpo. Sin embargo, no se acentúa ninguno de ellos debido a la
propensión del hombre a recalcar los objetivos erróneos. Quizás
podría preguntarse si es posible dar una serie de reglas sencillas
para ser seguidas por todos aquellos que procuran establecer tal
ritmo, y así la vida será metódica y constructiva, y llegado el
momento de retirarse de la envoltura externa no habrá problema
ni dificultad. Daré por lo tanto cuatro reglas sencillas que enlazará
lo que muchos estudiantes actualmente hacen:
1.
Aprender a mantenerse enfocados en la cabeza mediante la visualización,
la meditación y la práctica constante de la concentración; desarrollar
la capacidad de vivir acrecentadamente como el rey sentado en
el trono entre las cejas. Ésta es una regla que puede ser aplicada
a los asuntos de la vida.
2.
Aprender a rendir cordial servicio y no insistir emocionalmente
en la actividad dirigida a manejar los asuntos ajenos. Esto significa,
antes que cualquier actividad, responder a dos preguntas: ¿Estoy
rindiendo este servicio a un individuo como individuo, o como
miembro de un grupo a otro? ¿Es mi móvil un impulso egoico o estoy
impulsado por la emoción, la ambición de sobresalir y el deseo
de ser amado o admirado? Estas dos actividades tendrán como resultado
el enfoque de las energías de la vida arriba del diafragma, y
así se anulará el atractivo poder del plexo solar. En consecuencia
este centro será cada vez menos activo y no existirá el peligro
de rasgar la trama en ese lugar.
3.
Aprender, antes de dormirse, a retirar la conciencia a la cabeza.
Esto debe practicarse definidamente como un ejercicio al entrar
en el sueño. No deberían permitir deslizarse en el sueño, sino
mantener la conciencia intacta hasta pasar conscientemente al
plano astral. Debería intentarse el relajamiento, la cuidadosa
atención y una constante atracción hacia el centro de la cabeza,
porque mientras el aspirante no haya aprendido a ser consciente
de todos los procesos del sueño y a mantenerse al mismo tiempo
positivo, resulta peligroso este trabajo. Los primeros pasos deben
darse con inteligencia y seguirse durante muchos años, hasta hacer
con facilidad el trabajo de abstracción.
4.
Anotar y vigilar todos los fenómenos relacionados con el proceso
de retiro, ya sea durante el trabajo de meditación o al dormir.
Se hallará, por ejemplo, que muchas personas despiertan sobresaltadas
inmediatamente después de dormirse. Esto se debe a que la conciencia
no se desliza por la trama que está bien abierta, sino por un
orificio parcialmente cerrado. Otros podrán oír un chasquido violento
en la región de la cabeza. Es causado por los aires vitales en
la cabeza, que generalmente no percibimos, producidos por una
interna sensibilidad auditiva que causa percepción de sonidos
siempre presentes, pero normalmente no registrados. Otros verán
una luz cuando están por dormirse, nubes de colores o banderas
y gallardetes de color violeta, éstos son todos fenómenos etéricos,
sin real importancia, y se relacionan con el cuerpo vital, las
emanaciones pránicas y la trama de luz.
Efectuar
esta práctica y seguir estas cuatro reglas durante años, facilitará
grandemente la técnica del lecho mortuorio, porque el hombre que
ha aprendido a manejar su cuerpo cuando está por dormirse, tiene
una ventaja sobre quien nunca ha prestado atención al proceso.
En
relación con la técnica de morir sólo me es posible ahora hacer
una o dos sugerencias. No me ocupo aquí de la actitud de los atentos
vigías, sino de esos puntos que harán más fácil el paso del alma
transeúnte.
Primero,
se debe guardar silencio en la habitación. Esto con frecuencia
se hace. Se ha de recordar que la persona moribunda está por lo
general inconsciente. Esta inconsciencia es aparente, no real.
De novecientos casos sobre mil hay percepción cerebral, con plena
conciencia de lo que ocurre, pero existe parálisis completa de
la voluntad para expresarse y total incapacidad para generar la
energía indicadora de vida. Cuando el silencio y la comprensión
reinan en la habitación del moribundo, el alma que parte, puede
retener con claridad la posesión de su instrumento hasta el último
minuto y hacer la debida preparación.
En
el futuro, cuando se sepa más sobre los colores, sólo se permitirá
la luz anaranjada en la habitación de un moribundo, siendo instalada
con una ceremonia apropiada cuando no haya posibilidad de restablecimiento.
El color anaranjado ayuda al enfoque en la cabeza, así como el
rojo estimula el plexo solar y el verde tiene un efecto definido
sobre el corazón y las corrientes de la vida.
Ciertos
tipos de música se utilizarán cuando se conozca algo más en conexión
con el sonido, pero aún no existe ninguna música que facilite
el trabajo del alma al abstraerse del cuerpo, aunque se descubrirá
que ciertas notas del órgano son efectivas. En el momento exacto
de la muerte, si se emite la misma nota de la persona, se coordinarán
las dos corrientes de energía y eventualmente se cortará el hilo
de vida, pero este conocimiento es demasiado peligroso para trasmitirlo
y sólo podrá darse más adelante. Quisiera indicar el porvenir
de los futuros estudios esotéricos y las líneas que deberán seguir.
Se
encontrará que la presión sobre ciertos centros nerviosos y arterias,
facilitará el trabajo. (Esta ciencia de la muerte es mantenida
en custodia en el Tibet, como lo saben muchos estudiantes.) Presión
sobre la vena yugular y sobre ciertos grandes nervios en la región
de la cabeza y en un punto especial de la médula oblongada, será
muy útil y efectiva. Más tarde se elaborará inevitablemente una
ciencia definida de morir, pero sólo cuando la existencia del
alma sea reconocida y su relación con el cuerpo haya sido científicamente
demostrada.
También
se emplearán frases mántricas y serán definidamente construidas
en la conciencia de la persona moribunda por quienes la circundan,
o serán empleadas deliberada y mentalmente por él mismo. Cristo
demostró su empleo cuando exclamó: "Padre, en Tus manos encomiendo
Mi espíritu". Y tenemos otro ejemplo en las palabras: "Señor,
ahora dejarás a Tu siervo irse en paz". El constante uso
de la Palabra Sagrada entonada en voz baja o en una nota especial
(a la cual responda la persona moribunda), podrá más adelante
constituir una parte del ritual de transición acompañado con unción
de aceite, según se practica en la Iglesia Católica. La extremaunción
tiene una base oculta científica. La cima de la cabeza del moribundo
debería también simbólicamente estar hacia el este y las manos
y los pies cruzados. Debería quemarse en la habitación sólo madera
de sándalo y no permitirse ninguna otra clase de incienso, porque
la madera de sándalo es el incienso de primer rayo o destructor,
y el alma está en proceso de destruir su morada.
Esto
es todo lo que puedo comunicar por ahora sobre el tema de la muerte,
para la consideración del público en general. Pero les suplico
activar en lo posible el estudio de la muerte y su técnica y llevar
adelante la investigación oculta sobre este tema.
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