TRATADO SOBRE FUEGO CÓSMICO ALICE ANN BAILEY -MAESTRO TIBETANO (Djwhal Khul)
páginas 627-643, editorial Kier. El trabajo de construir formas.
Este trabajo se efectúa bajo leyes definidas, las de la sustancia misma; produce un efecto similar en los vehículos humano, planetario y solar. Las diferentes etapas pueden enumerarse de la manera siguiente:
1. La Nebulosa. Etapa en que la materia del futuro cuerpo comienza a separarse gradualmente del conjunto de sustancia del plano y a asumir un aspecto nebuloso o lechoso. Esto corresponde a la etapa de la “niebla ígnea” en la formación de un sistema solar o de un planeta. “Los Pitris de la Niebla” entran en actividad como uno de los numerosos grupos subsidiarios de los tres grupos principales.
2. La Rudimental. La condensación ha empezado pero aún todo se halla en estado rudimentario y en Condición caótica; no existe una forma definida. Dominan “Los Pitris del caos” caracterizándose por la energía excesiva y la actividad violenta; cuanto mayor es la condensación antes de la coordinación, tanto más grandes son los efectos de la actividad Esto es verdad respecto a los Dioses, hombres y átomos.
3. La Ígnea.
La energía interna de los átomos que se reúnen rápidamente y su efecto recíproco, produce un aumento de calor y la consiguiente manifestación de la forma esferoidal, de manera que el vehículo de todos los entes se ve fundamentalmente como una esfera, girando sobre sí misma y atrayendo y rechazando a otras esferas.
“Los Pitris de las Esferas Ígneas” agregan su trabajo al de las dos anteriores, alcanzándose una etapa muy definida. Los Pitris lunares, en cada esquema y a través del sistema, son literalmente los agentes activos en la construcción del cuerpo físico denso del Logos; energetizan la sustancia de los tres planos mental, astral y físico denso del sistema en los tres mundos. Esto merece una cuidadosa reflexión.
4. La Acuosa. La bola o esfera de esencia ígnea gaseosa se condensa o licúa cada vez más; empieza a solidificarse en su superficie externa, definiéndose con más nitidez el “círculo no se pasa” de cada cuerpo. El calor de la esfera aumenta, centralizándose en el núcleo o corazón de la esfera donde produce esa pulsación en el centro que caracteriza al sol, al planeta y a los diversos vehículos de todas las entidades encarnantes. Es una etapa análoga a la del despertar de la vida en el feto durante la etapa prenatal; esta analogía puede observarse en la construcción de formas llevada a cabo en todos los planos. Esta etapa marca la coordinación del trabajo de los dos grupos superiores de Pitris lunares, entonces los “Pitris del Doble Calor” colaboran inteligentemente. Se vinculan el corazón y el cerebro de la sustancia que compone a la forma, la cual se desarrolla lentamente. El estudiante hallará interesante establecer la analogía que existe entre esa etapa acuosa y el lugar que el plano astral ocupa en los cuerpos del planeta y del sistema, y la afinidad que existe entre mente y corazón, oculta en el término “kama-manas”. Uno de los más profundos misterios ocultos será revelado a la conciencia del hombre cuando haya descubierto el secreto de la construcción de su vehículo astral y la formación del vínculo que existe entre ese cuerpo y la totalidad de la luz astral en el plano astral.
5. La Etérica. Esta etapa no se limita únicamente a construir la parte etérica del cuerpo físico, porque su contraparte se encuentra en todos los planos que conciernen al hombre en los tres mundos. La condensación y solidificación de los materiales ha continuado, hasta que ahora los tres grupos de Pitris forman una unidad en el trabajo. Se ha establecido el ritmo y se ha sincronizado el trabajo. Los constructores menores trabajan sistemáticamente y la Ley del Karma se demuestra activamente, pero debe recordarse que la reacción selectiva a la nota egoica es inherente al karma, respuesta vibratoria que cobra la sustancia misma. Sólo esa sustancia que (por el uso anterior) ha sido sintonizada a cierta nota y vibración responderá al mántram y a la consiguiente vibración que emana del átomo permanente. Esta etapa es muy importante, porque señala la circulación vital, por todo el vehículo, de un determinado tipo de fuerza particular. Esto puede observarse en el vehículo etérico que hace circular la fuerza vital o prana del sol. Puede observarse un vínculo similar con la fuerza involucrada en los planos astral y mental. “Los Pitris del Triple Calor” trabajan ahora sintéticamente, coordinándose el cerebro, el corazón y los centros inferiores. Se vinculan lo superior y lo inferior y los canales se despejan permitiendo la circulación de la triple energía. Esto es verdad respecto a la construcción de formas de todos los entes, macro y microcósmicos. Ello se pone de manifiesto por la colaboración activa de otro grupo de Pitris denominado “Los Pitris de la Vitalidad” en relación con los demás. Colaboran grupo tras grupo, porque los tres principales están distribuidos entre los grupos menores.
6. La Sólida. Esto marca la etapa final en la construcción de la forma y señala el momento en que se ha realizado el trabajo de reunir y dar forma a la sustancia. La mayor parte del trabajo de los Pitris lunares ya se ha cumplido. La palabra “sólido” no se refiere únicamente a la manifestación inferior objetiva, pues una forma sólida también puede ser etérea, y sólo el grado de evolución alcanzado por la entidad involucrada revelará su relativo significado.
Todo lo que aquí se ha expuesto acerca de las etapas progresivas en la construcción de las formas en todos los planos es aplicable a las formas de todos los sistemas y esquemas y también a la construcción de formas mentales. El hombre construye continuamente formas mentales y aplica inconscientemente el método que sigue su Ego para construir sus cuerpos, el mismo que emplea el Logos para construir Su sistema y el que utiliza un Logos planetario para construir Su esquema. Cuando un hombre habla emite un mántram muy diversificado. La energía así generada pone en actividad una multitud de pequeñas vidas que proceden a construir una forma para su pensamiento, siguiendo etapas análogas a las que acabamos de delinear. En la actualidad el hombre inicia inconscientemente estas vibraciones mántricas ignorando las leyes del sonido y su efecto. El trabajo esotérico que está llevando a cabo es desconocido para él. Más tarde hablará menos, sabrá más y construirá formas más exactas, que producirán poderosos efectos en los niveles físicos. Así, en ciclos lejanos, oportunamente, se “salvará” el mundo, y no solo un ente acá o allá. Vinculadas a la construcción de los cuerpos del hombre ocurren en la manifestación ciertas cosas interesantes que podríamos dilucidar ahora, dejando que el estudiante establezca las analogías relacionadas con el sistema y el planeta; únicamente podrá dársele indicaciones generales que serán de utilidad para llegar a sus propias conclusiones.
En todo el trabajo de construir formas suceden ciertas cosas muy importantes que conciernen al Ego más que a las envolturas, aunque la acción refleja entre el yo personal inferior y el superior es tan estrecha que casi son inseparables.
El momento en que el Ego se apropia de la forma.
Esto tiene lugar únicamente después que la cuarta espirilla ha comenzado a vibrar, variando el período de acuerdo al poder que ejerce el ego sobre el yo inferior. Idéntica analogía, en conexión con el vehículo físico denso, puede observarse cuando el Ego cesa su trabajo de influenciar y, en algún periodo, entre el cuarto y el séptimo años, hace contacto con el cerebro físico del niño. Un suceso similar ocurre con los vehículos etérico, astral y mental.
El momento en que la energía del Ego se transmite de una forma inferior a otra. Siempre se pasa por alto el hecho de que el sendero de encarnación no se recorre rápidamente, sino que el Ego desciende muy lentamente y toma posesión gradual de sus vehículos; cuanto menos evolucionado es el hombre, más lento es el proceso.
Consideramos aquí el periodo que transcurre después que el Ego ha dado el primer paso hacia el descenso y no el tiempo transcurrido entre dos encarnaciones.
Esta tarea de pasar a un plano, con el propósito de encarnar, señala una crisis definida que se caracteriza por el sacrificio voluntario, la amorosa apropiación de la sustancia y la energetización de ésta para que entre en actividad. El momento en que el tipo particular de fuerza se apropia y energetiza cualquier forma determinada. Esto hace que el cuerpo implicado sea influenciado por:
a.
El rayo egoico.
Estos tres acontecimientos tienen una analogía muy interesante en relación con el trabajo del Logos en la construcción de Su cuerpo físico, el sistema solar; también existen ciertas analogías vinculadas a las tres primeras Iniciaciones.
Desde el punto de vista del yo inferior, los dos momentos más importantes de la reencarnación del Ego son: ése en que la unidad mental es energetizada para entrar en actividad cíclica y aquél en que el cuerpo etérico es vitalizado. Concierne a aquello que vincula el centro en la base de la columna vertebral con cierto punto dentro del cerebro físico por conducto del bazo. Aquí tratamos estrictamente con la clave fisiológica. Podríamos elucidar ahora un punto muy interesante relacionado con el cuerpo físico denso, si nos ocupamos por lo tanto de aquello que no se considera un principio, ya sea en el macro o en el microcosmos. Como se sabe, el hombre es esencialmente un hombre mental y un hombre astral, y ambos se apropian de un cuerpo etérico con el propósito de realizar un trabajo objetivo. Los dos se hallan en el cuerpo etérico y constituyen el verdadero hombre inferior.
Pero posteriormente -a fin de adquirir conocimiento también en el plano más inferior de todos- el hombre se reviste con una envoltura de piel, como lo expresa La Biblia, colocándola sobre su cuerpo etérico, esa forma ilusoria externa que muy bien conocemos, este es el nivel más inferior de la objetividad y constituye su “aprisionamiento” directo.
La apropiación de la envoltura densa, por el Ego, está sujeta a una parte especial del karma, vinculado con los cuatro Kumaras u Hombres celestiales, que forman el Cuaternario logoico.
En los esquemas que se relacionan con la Tríada logoica (o esos tres Rayos mayores u Hombres celestiales), la encarnación física densa no constituye el objetivo destinado, y el hombre actúa con materia etérica en su manifestación inferior. La apropiación del cuerpo inferior es muy distinta a la de los otros cuerpos.
Por una parte no hay átomo permanente para vitalizar.
El plano físico es un reflejo completo del mental; los tres subplanos inferiores son el reflejo de los subplanos abstractos y los cuatro subplanos etéricos de los cuatro planos mentales concretos.
La manifestación del Ego en el plano mental (o cuerpo causal) no es el resultado de la energía que emana de los átomos permanentes como núcleo de fuerza, sino el resultado de diferentes fuerzas y principalmente de la fuerza grupal.
Lo señala predominantemente el acto realizado por una fuerza externa, que se pierde en la incógnita del karma planetario. Esto también es verdad respecto a las manifestaciones inferiores del hombre, siendo el resultado de una acción refleja, y se fundamenta en la fuerza del grupo compuesto de centros etéricos por medio de los cuales el hombre (como un conjunto de vidas) funciona.
La actividad de dichos centros inicia una vibración en respuesta a los tres subplanos inferiores del plano físico y su interacción hace que se adhieran al cuerpo etérico o se reúnan a su alrededor partículas de lo que erróneamente denominarnos “sustancia densa”.
Este tipo de sustancia energetizada es arrastrada hacia un vórtice, del cual no puede escapar, de corrientes de fuerza que emanan de los centros. Por lo tanto, dichas unidades se van apilando de acuerdo a la dirección que lleva la energía alrededor y dentro del cuerpo etérico hasta cubrirlo y ocultarlo, aunque es interpenetrante.
Esto es producido por una ley inexorable, la ley de la materia misma, y sólo pueden sustraerse al efecto de la vitalidad de sus propios centros quienes son “Señores de la Yoga” y pueden -por la voluntad consciente de su propio ser- sustraerse a la fuerza compulsiva de la Ley de Atracción que actúa en el subplano físico cósmico más inferior.
Cuando, en los niveles mentales se construye el Antakarana entre la unidad mental y el átomo manásico permanente (mediante el cual se recorre el Sendero de Liberación y se libera el hombre) se produce una interesante analogía (exacta en líneas generales, aunque no en detalle) con la apertura del canal que se halla entre el centro ubicado en la base de la columna vertebral y el cerebro, y de allí al centro coronario.
Por este último canal el hombre abandona el cuerpo físico denso y logra la continuidad de conciencia (entre los planos astral y físico). En el primer caso, mediante la correcta dirección de la fuerza, la trama etérica ya no constituye una barrera, pues es destruida y el hombre es plenamente consciente, en el cerebro físico, de lo que sucede en el plano astral.
En el otro caso, el cuerpo causal también es oportunamente destruido por la correcta dirección de la fuerza.
No nos ocuparemos aquí del trabajo específico de construir la forma física densa sobre la estructura del cuerpo etérico. Esto ha sido tratado extensamente en otros libros. Nos detendremos solamente sobre dos puntos que son de interés al considerar el trabajo que realizan los Pitris lunares cuando construyen el cuerpo del hombre. Respecto a la construcción del cuerpo denso, podría decirse que aparece como una forma humana, muy semejante a una cruz dentro del ovoide de otras esferas. Es primordialmente de naturaleza quíntuple: Cabeza. De acuerdo a la posición que asume el hombre, es visto como el símbolo de la cruz, entonces es cuádruple, si se consideran las dos piernas como un solo miembro inferior, o quíntuple, si están separadas, siendo considerado como el símbolo de la estrella de cinco puntas. La naturaleza quíntuple del cuerpo físico denso se produce porque sólo cinco centros se hallan realmente activos en el hombre común, y esto hasta recibir la tercera Iniciación; posee todos los centros y todos están vitalizados, pero únicamente cinco predominan durante esta evolución quíntuple normal.
Por consiguiente, la fuerza que emana de ellos impele a la sustancia densa a una sólida aglomeración. Debido a que dos centros no funcionan en forma tan activa como los otros cinco, no forman un ovoide como en el caso de los cuerpos etérico, astral y mental. La figura quíntuple del hombre físico es el resultado de la dirección quíntuple de las corrientes de fuerza de los cinco centros.
Sería interesante también indicar que la interacción de la energía de los Pitris solares y lunares produce un efecto muy definido sobre el grupo inferior de Pitris lunares, siendo uno de los medios por los cuales alcanzarán oportunamente el nivel en que se encuentran los Pitris solares.
Esto hará que el hombre (si lo comprende plenamente) controle cuidadosamente sus cuerpos y ponga la debida atención sobre la dirección que lleva su fuerza o energía. El es responsable de la tarea de ayudar a la evolución de la sustancia, constituyendo él mismo un manasaputra. h. Encarnación y karma. Resumiendo nuestra consideración referente al proceso seguido por el Ego reencarnante, es necesario observar que todo el tema concierne radicalmente a la energía, y de acuerdo al grado de evolución alcanzado por la unidad de la fuerza involucrada así será la brevedad o extensión del proceso. En las primeras etapas el impulso inicial es pesado y lenta y la materia requerida para los cuerpos es correspondientemente “de grado inferior”, es decir de baja capacidad vibratoria, siendo extenso el tiempo transcurrido entre la primera vibración externa, en el plano mental, y su coordinación con el cuerpo físico denso. Más tarde la vibración se hace más poderosa, por lo tanto, los efectos se sienten más rápidamente. Al finalizar la evolución, cuando el ente humano se halla en el Sendero, controla conscientemente su destino y agota su karma, los intervalos entre dos encarnaciones serán más o menos breves, según la elección que haga el hombre en beneficio del trabajo a realizar y de acuerdo a su intención de liberarse de la forma.
Debe recordarse también que a medida que prosigue el proceso evolutivo, la actividad egoica invoca respuesta no sólo de la sustancia en los tres mundos sino también de los niveles amorfos del sistema.
Finalmente, la respuesta será sentida en niveles monádicos. Entonces, después de un momento de equilibrio, el efecto del ritmo se hará sentir totalmente en los planos superiores y abandonará a los inferiores. La palabra “momento” está empleada aquí en su significado oculto para especificar cierto período de tiempo, período relativo a un día o a un año de Brahma.
Uno de los secretos de la iniciación se relaciona con la comprensión de los ciclos y su duración; deben tenerse en cuenta los términos siguientes, conocerse y analizarse debidamente su duración y su antítesis (un pralaya intermedio) antes de que un hombre sea considerado un verdadero ocultista.
Éstos son los períodos de tiempo más extensos, y cuando sea comprendido su significado muchas cosas que ahora permanecen confusas serán esclarecidas. Únicamente a los iniciados se les revela las verdaderas cifras, las cuales aparecen en La Doctrina Secreta como que 100 años de Brahma señalan el promedio general, pero debe recordarse que cuando se consideran los números respecto a un esquema por ejemplo, se ha de tener en cuenta el karma planetario individual y su idiosincrasia. Los puntos siguientes son dignos de consideración y tratan algunos factores interesantes de este tema. No todos los Rishis planetarios poseen “larga vida” en el sentido oculto del término; los siete Logos planetarios de los siete planetas sagrados se hallan en distintas etapas de evolución, por eso Su respuesta vibratoria difiere, produciendo diferentes efectos en el tiempo.
Los tres esquemas planetarios principales (Urano, Neptuno y Saturno) no han sido todavía estimulados plenamente ni lo serán hasta serles transferida “energía de los siete sagrados”. En consecuencia, los guarismos respecto a su duración y persistencia, no son correctos.
Los cifras correspondientes a los planetas implicados en la “ronda inferior” difieren en cuanto a duración de tiempo, pero no de los otros planetas, respecto al lugar que ocupan en el espacio.
Los verdaderos guarismos en conexión con cualquier esquema planetario y su actividad oculta no pueden ser comprobados por el hombre, a quien no se le puede confiar el significado de otros cuerpos planetarios (muy numerosos) dentro del “círculo no se pasa” solar. Toda la esfera solar rebosa de estos cuerpos, caracterizados por los mismos lineamientos de los siete y los diez, produciendo cada uno de ellos en cierta medida un efecto sobre el todo.
Los números no pueden ser considerados exactos hasta que se conozca el efecto producido por los cuerpos planetarios menores sobre sus vecinos más cercanos y se haya medido la extensión de su irradiación planetaria.
Existen más de 115 cuerpos que deben tenerse en cuenta y todos se hallan en diferentes etapas de impulso vibratorio. Recorren determinadas órbitas, giran sobre sus ejes, extraen su “vida” y sustancia del sol, pero, dada su relativa insignificancia, no han sido considerados todavía factores importantes.
Esta actitud mental cambiará cuando la visión etérica sea un hecho y los científicos reconozcan la realidad de que todo lo manifestado posee su doble etérico. Este hecho será demostrado al finalizar el siglo; durante la primera parte del próximo habrá una revolución en los círculos astronómicos que traerá como resultado el estudio de los “planetas etéricos”.
Debido a que estos cuerpos son órganos de energía que compenetran la forma densa, el estudio de la interacción de la energía solar y el oculto “dar y tomar” de los cuerpos planetarios asumirán un nuevo significado.
Ciertos cuerpos planetarios (mayores y menores) son “absorbentes”, y otros son “irradiantes”, mientras que otros se hallan en la etapa de manifestar una actividad dual y están en proceso de ser “transmutados”. Todas estas circunstancias necesitan ser consideradas por el iniciado que se ocupa de los ciclos. También serán computados los guarismos cuando se conozca el efecto que producen, sobre los planetas, los denominados “asteroides”. Esto es algo más grande de lo que hasta ahora ha aceptado la ciencia exotérica, pero su significado ha de ser oportunamente interpretado en términos de energía y en niveles etéricos.
Otro factor en la computación, que debe ser también considerado, es el efecto de las diferentes lunas sobre cualquier esquema planetario, y el verdadero significado de la octava esfera en conexión con la sustancia densa.
Cada luna es esotéricamente un “punto de corrupción”, o aquello que lanza gases nocivos.
La transmutación de la forma ha continuado en cada caso hasta alcanzar un grado en que todo lo que representa energía vital y vida solar ha desaparecido, no quedando vestigios de energía pránica; lo que se ve es simplemente la descomposición del cuerpo físico -la descomposición de una luna produce un efecto muy maligno sobre todo aquello que entra en contacto con ella, así como un cuerpo en descomposición en la tierra afecta a su medio circundante.
Esotéricamente es “ofensiva”.
Esto será mejor comprendido cuando se estudie el doble etérico de nuestra luna. A medida que la luna se vaya achicando por el proceso de desintegración, su efecto sobre la Tierra será correspondientemente disminuido; conjuntamente con esta etapa los hijos de los hombres obtendrán la mayor liberación de los impulsos del mal.
Sobre todo, otro de los resultados será mejores condiciones entre los animales, desapareciendo todo lo que es nocivo en el reino animal.
Cuando llegue la séptima ronda, lo que reste de la luna ya no producirá malos efectos, pues prácticamente habrá desaparecido.
Durante la quinta ronda, los hombres descubrirán cómo neutralizar el remanente de cualquier efecto por medio de la realización científica y del conocimiento de los sonidos y los mántram necesarios, contrarrestándose así gran parte del mal.
En ello va incluida la luna etérica. El mayor efecto de las condiciones lunares puede observarse en el terror predominante y en la actual situación angustiosa del reino animal.
Otro factor en la computación cíclica reside en el efecto que producen las siguiente estrellas y constelaciones sobre nuestro sistema y cualquier esquema particular dentro del sistema: a.
La Osa Mayor.
El misterio se halla oculto en la astrología esotérica, y cuando se comprenda mejor la energía que actúa a través del cuerpo etérico, la radiactividad y la transmutación de todos los cuerpos de un estado inferior a otro superior, se revelará el verdadero misterio de la “influencia” que ejercen entre sí estos distintos cuerpos.
Si aún se desconoce el efecto irradíatorio de un ser humano o el que ejerce entre sí un grupo de seres humanos desde el punto de vista de la ciencia práctica, también se desconoce el efecto oculto que recíprocamente producen dichas formas mayores.
La ciencia reconoce ciertos efectos que conducen y tienden a producir la coherencia general del universo, de la misma manera que el hombre reconoce teóricamente las leyes generales de orden social; pero la ciencia sabe muy poco acerca de las irradiaciones de energía que emanan de los cuerpos etéricos de los soles y grupos de soles, de los planetas y grupos de planetas.
Conoce su actividad atómica, pero comprende muy poco la parte de su ser que corresponde al magnetismo animal; tampoco ha calculado ni aceptado el factor aún más potente de la irradiación magnética de sus cuerpos astrales.
Todo ello debe tenerse en cuenta cuando son considerados el factor tiempo y los ciclos. El verdadero conocimiento esotérico no se adquirirá estudiando los números con la mente inferior. Vendrá como resultado de la intuición y por el estímulo recibido durante la iniciación.
Todo lo que se ha expuesto puede ser aplicado (aunque en forma muy limitada) al ego y sus ciclos; también entrarán en sus períodos de tiempo otras consideraciones que no serán las estrictamente “personales”.
La influencia ejercida por otros grupos y entes y el efecto producido por la radiación proveniente de otros rayos y de ciertos tipos de fuerza, aún no revelados, por lo cual no los consideramos, conciernen a su aparición, la duración de su manifestación, la consiguiente oscuración y el gran intervalo praláyico final.
Así como el Ego atraviesa períodos de tiempo que corresponden a “100 años” de Brahma, y sus “777 encarnaciones” tienen una analogía solar, también los grupos de Egos difieren en lo que respecta al factor tiempo, análogamente como los esquemas planetarios poseen una evolución similar pero difieren en lo que concierne a sus períodos.
La Ley de Periodicidad es una, pero como está basada en el impulso inicial y sobre la palpitación rítmica del “Corazón central” o del “sol central” de cualquier organismo (sistema solar, esquema o cadena planetarios, grupo o vida individual egoicas) la verdadera naturaleza o “familia” de cualquiera de dichos organismos debe ser comprobada antes de hacer ningún pronunciamiento cíclico, con la esperanza de que sea aproximadamente exacta.
Por eso H. P. B. trató de recalcar la necesidad de estudiar la “familia astral” y la herencia esotérica de cualquier persona, porque en lo astral se halla la clave de la “familia o grupo egoico”. Con esta clave, el estudiante podrá entonces comprobar las características de su grupo en niveles egoicos, el lugar que le corresponde entre otros grupos egoicos y, oportunamente, su rayo o centro grupal. Con el tiempo se iniciará el estudio de la herencia y de la transmisión esotérica y toda la estructura mental estará erigida alrededor de expresiones modernas tales como: a.
Consanguinidad o lazos de sangre. serán desplazados a planos superiores y reconocidos y empleados en conexión con las relaciones del alma. Hasta ahora sólo constituyen, en el plano físico, una mínima comprensión de ciertas relaciones internas que tratan de obtener una respuesta externa.
Cuando este cúmulo de ideas sea interpretado en términos de fuerza y energía, atracción y repulsión o respuesta vibratoria de los entes entre sí y del conjunto de entes con otros grupos, se irán aclarando muchos problemas y se simplificará la vida.
Los hombres serán fieles a sus afiliaciones grupales, y las actuales erróneas agrupaciones y los matrimonios incompatibles desaparecerán gradualmente por medio del conocimiento. Podremos ahora abocarnos al estudio de la relación que existe entre el karma y la reencarnación. Como sabemos, la Ley del Karma es la más estupenda del sistema, imposible de ser comprendida por el hombre medio, porque si se la considera retrospectivamente hacia su raíz central y sus numerosas ramificaciones, oportunamente se enfrentarán causas anteriores al sistema solar; sólo un iniciado muy avanzado puede comprender en forma práctica este punto de vista. Esta gran ley en realidad concierne a, o tiene su fundamento en, las causas inherentes a la constitución de la materia misma y a la interacción entre unidades atómicas, si empleamos esta expresión en relación con un átomo de sustancia, un ser humano, un átomo planetario o un átomo solar.
También podríamos explicarlo diciendo que el aspecto voluntad o impulso inicial es el que origina la causa y es la causa misma.
Debería recordarse que esa causa involucra la idea de dualidad, es decir la iniciación de la causa y su efecto simultáneo. Las dos ideas son inseparables, sin embargo, la segunda, en su más abstracto significado, no debe considerarse literalmente como un efecto; el verdadero efecto involucra una tercera idea. La comprensión del problema podrá obtenerse considerando el fenómeno que siempre encierra esta doble causa inicial y su efecto objetivo. a. Espíritu-materia en actividad dual producen el universo objetivo. b. Fuego eléctrico y fuego por fricción, al entrar en contacto, producen el fuego solar; surgen de la oscuridad, pero una oscuridad cargada de energía. c. Voluntad-deseo es la causa de la encarnación; la voluntad de ser reacciona sobre la sustancia (cuya cualidad principal es deseo o respuesta a la sensación) y produce las formas por las cuales la Vida o Existencia central trata de expresarse. d. Ideas y materia mental unidas, producen formas mentales. Si el estudiante considera estos puntos, es evidente que sólo podrá estudiar los efectos producidos por la yuxtaposición de los pares de opuestos; no puede disociarlos mentalmente ni considerar al Espíritu o a la materia por sí mismos; tampoco puede disociarse del cuerpo físico del hombre el átomo de sustancia de ese cuerpo y considerarse libre de las influencias de la forma. Todos los átomos están siempre controlados por los mismos factores, así como un hombre en el cuerpo de un Logos planetario y un Logos planetario dentro de Su todo mayor son igualmente controlados por los siguientes principios básicos:
La influencia y la cualidad del órgano o unidad, en la cual encuentra su lugar. En el átomo humano esto significa su fuerza o influencia grupal.
La influencia vital de todo el cuerpo físico del que cualquier átomo es parte integrante. En el átomo humano esto significa la influencia del centro particular en el cual su grupo egoico tiene un lugar y el tipo de energía que personifica. La influencia vital del deseo o del cuerpo astral, el agente kármico más fuerte que debe tenerse en cuenta.
En el átomo humano esto involucra la influencia que ejercen los tres centros que forman cualquier “triángulo específico de fuerza” en el cuerpo del Hombre celestial, influyendo grandemente para que los grupos de Egos se liberen de la manifestación. Las influencias vitales del cuerpo mental o de ese principio que introduce en el átomo la cualidad activa de la forma, rige la reacción del mismo hacia su vida grupal y permite que se manifieste la cualidad de su vida.
En el átomo humano concierne a esas causas incidentales al Rayo de un hombre, o constituye literalmente la influencia que ejerce la vida del Logos planetario cuando actúa como Vida autoconsciente en Su propio plano, a medida que desarrolla Sus propios proyectos y, en consecuencia, impele a la actividad a las células de Su cuerpo, como mero incidente, en lo que a Él (vida central básica) atañe. El impulso vital del Pensador que actúa en el cuerpo causal, quien -ya se refiera a la vida celular, a una gran abstracción o al Absoluto- es sin embargo un poderoso y activo factor en la implantación del ritmo sobre el átomo de cada cuerpo.
En el átomo humano atrae la influencia de la vida del Logos solar, pues esa Vida impone el ritmo sobre cada átomo humano en el sistema, haciéndolo por intermedio de la sustancia y su cualidad inherente, la sensación.
Con estos conceptos sólo hemos estudiado el karma desde un nuevo ángulo, procurando demostrar los orígenes de las “influencias” que actúan sobre todas las vidas atómicas. El átomo está similarmente controlado por su propia “esse” ( ) o por su propia naturaleza inherente o vibración, la cualidad de la materia misma antes de ser agregada a un sistema solar; también constituyó la actividad vibratoria producida por la vida rítmica de un sistema solar anterior.
Lo mismo puede decirse de todos los tipos de átomos; pero únicamente es posible, en conexión con el átomo de la sustancia y en cierta medida con el átomo humano, conocer en alguna forma las causas que predisponen a ello. Mientras el misterio de la Osa Mayor no sea develado y conocido tal como es, no se comprenda la influencia que ejercen las Pléyades ni sea revelado el verdadero significado del triángulo cósmico formado por a.
los siete Rishis de la Osa Mayor, el karma de los siete planetas sagrados permanecerá desconocido.
Todo lo que podemos ver es su actuación en el sistema solar. La complejidad del tema será evidente si se tiene en cuenta que no sólo estos tres grupos forman un triángulo cósmico, sino que dentro de ese triángulo han de ser estudiados muchos triángulos menores.
Cualquiera de los siete Rishis, conjuntamente con uno de nuestros Logos planetarios y una de las siete Hermanas, pueden formar un triángulo subsidiario y deben ser estudiados en este sentido. En cuanto al karma del Logos solar, el tema es aún más abstracto e incomprensible.
No se halla oculto en las siete constelaciones, sino en las tres constelaciones vinculadas a los tres cuerpos de Su personalidad, los cuales no son más que manifestaciones de una VIDA central fuera de nuestro concepto y conocimiento.
Concierne a la manifestación en tiempo y espacio de AQUEL SOBRE QUIEN NADA PUEDE DECIRSE, Cuya relación con el Logos solar tiene una débil analogía con la del Logos planetario y un hombre, el ente humano. No tiene objeto dilucidar en forma más extensa este tema.
Únicamente intentamos poner de relieve el hecho de la interdependencia de lo átomos y de las formas, e insistir respecto a la existencia de las diversas influencias que actúan sobre todo lo que se halla en manifestación, y llamar la atención sobre el hecho del karma de los pasados eones, los kalpas y ese período ignoto en que se originaron los impulsos iniciales que aún persisten, y que Dios, el hombre y los átomos siguen emitiendo y agotando. Las influencias o vibraciones que evocan respuesta, actúan sobre cada forma y átomo del sistema solar, y lo único que puede decirse de ellas es que tienden a desarrollar algún tipo de conciencia, imponer ciertos ritmos de acuerdo a esa respuesta consciente y producir una actividad conjunta o grupal. Liberarse del karma, tan superficialmente mencionado por los seudos estudiantes de ocultismo, después de todo es liberar al átomo de su propio problema personal (el problema de responder a la sensación unitaria) y aceptar conscientemente la respuesta y el trabajo grupales.
Consiste en disociar al átomo humano del ritmo impuesto por las “influencias” inferiores que le llegan a través de sus vehículos o cuerpos lunares, y su consiguiente y voluntario reconocimiento del impulso volitivo proveniente de su todo mayor o la vida del grupo egoico -un centro del cuerpo planetario.
No sólo significa ser controlado atómicamente, sino someterse conscientemente al karma del Hombre celestial. El hombre ya no está esclavizado por el ritmo de la materia en sí, sino que la controla en los tres mundos de su esfuerzo; sin embargo, aún está controlado por el karma grupal del centro planetario, por su influencia, su vida e impulso vibratorio. Lo mismo puede afirmarse respecto a un Hombre celestial y a un Logos solar.
Para finalizar, podríamos expresar el mismo concepto en términos de fuego, recordando que las palabras limitan y restringen el pensamiento y que la principal razón de expresarlo en esos términos consiste en poner ante el hombre, en forma gráfica, algunos aspectos de la idea central.
“Fuego eléctrico o impulso volitivo” conjuntamente con “fuego por fricción” producen luz o “fuego solar”.
Fuego eléctrico es fuerza o algún tipo de energía y, por lo tanto, constituye fundamentalmente en sí mismo una emanación.
“Fuego por fricción” es sustancia que tiene como característica principal la cualidad de calor, calor latente o sensación. En consecuencia, ambos conceptos dan la idea de dualidad.
Toda emanación debe tener su fuente de origen, y el calor es únicamente resultado de la fricción, siendo necesariamente dual.
Ambas afirmaciones involucran hechos que datan de mucho antes del sistema solar y se hallan ocultos en la Mente Universal. Todo lo que podemos comprobar científicamente, debido a su aproximación, es la naturaleza de lo que produce el fuego solar o la luz.
Estas ideas pueden aclarar parcialmente el significado del número cinco, considerado esotéricamente. Siendo el fuego eléctrico una emanación, se lo conceptúa esencialmente dual, como así también el fuego por fricción; unidos producen el fuego solar y, por lo tanto, el cinco esotérico.
Se evidencia que cuando el hombre habla de karma, se refiere a algo mucho más vasto que la interacción de la causa y el efecto dentro de la esfera de su rutina individual. Todas sus cosas están regidas por: las causas originadas en el conjunto de vidas que componen su grupo egoico,
el conglomerado de grupos que forma un pétalo correspondiente a un centro de un Hombre celestial,
la fuerza o propósito que circula a través de un triángulo de centros y la energía vital o propósito volitivo del Logos planetario.
Finalmente, lo rige la voluntad del Logos solar cuando se manifiesta como actividad inicial.
No es conveniente ir más allá de esto, pues ya se ha dicho bastante como para demostrar que cada átomo humano está dominado por fuerzas fuera de su propia conciencia, que impulsan a él y a sus semejantes a situaciones incomprensibles e ineludibles.
Nunca hubo un ejemplo tan exacto como el de la última guerra y las actuales condiciones del mundo, siendo el efecto producido por causas originadas en la renovada actividad de cierto triángulo planetario y en la vibración iniciada por nuestro Logos planetario en la cadena lunar, que tuvo un débil principio en un sistema solar anterior.
Esta vibración hizo impacto principalmente sobre ciertos átomos y grupos de átomos de Su cuerpo, principalmente los que componen los reinos humano y animal, y produjeron los resultados aparentemente desastrosos de los cuales hemos sido testigos. Tan grande fue el efecto de Su energía que el reino vegetal se vio afectado parcialmente y el reino mineral lo sintió en forma muy desconcertante, mucho más que el reino vegetal y casi tanto como el animal.
Tenemos aquí un conjunto de circunstancias que están fuera del control humano y grupal, lo cual pone de manifiesto el desamparo en que se encuentra el hombre bajo ciertas condiciones que sirven para atraer factores aparentemente distintos a la vibración individual del cuarto reino.
Sin embargo, dentro de ciertos limites, el hombre definidamente “controla su destino”, y puede iniciar una actividad cuyos efectos él reconocerá como dependientes de la actividad que despliega en determinada línea.
Repite en minúscula escala el procedimiento que aplica el Logos en vasta escala, siendo de esta manera el árbitro de su propio destino, el empresario de su propio drama, el arquitecto de su propia casa y el iniciador de sus propios problemas. Aunque constituya el punto de reunión de fuerzas, fuera de su control, sin embargo puede emplear la fuerza, la circunstancia y el medio ambiente y, si lo desea, aplicarlos para sus propios fines.
La actuación de la ley kármica, en la vida de un hombre, podría ser dividida en tres amplias secciones; en cada una se expresa un tipo diferente de energía, produciendo efectos definidos sobre los cuerpos inferior y superior.
En las primeras etapas, cuando el hombre es algo más que un animal, la actividad vibratoria de los átomos de sus tres cuerpos (y principalmente el más inferior) rige todos sus actos.
Es la víctima de la actividad vibratoria de la sustancia física, y mucho de lo que le sucede es la consecuencia de la interacción entre el Ego y su manifestación inferior, el cuerpo físico.
Su centro de atención es el cuerpo físico, y sólo muy débilmente le responden los dos cuerpos más sutiles. El impulso egoico es lento y pesado, y la vibración hace que haya respuesta entre la conciencia egoica y los átomos del cuerpo físico. El átomo físico permanente es más activo que los otros dos. El aspecto “fuego por fricción” es aventado por el aliento egoico, con un triple objetivo:
a. Coordinar el cuerpo físico. b. Acrecentar la resistencia de la trama etérica, tarea que fue llevada al punto culminante sólo a mediados de la raza raíz Atlante. c. Llevar a algunos de los centros inferiores a una etapa necesaria de expresión.
El calor de los átomos en los cuerpos aumenta durante esta etapa y se coordina su vida atómica, mientras que triángulo entre los tres átomos permanentes se convierte en un hecho comprobable y no en una débil insinuación.
Durante la segunda etapa, la Ley del Karma o la influencia kármica (por medio de la acción refleja inevitablemente produce la creciente actividad de los cuerpos) se aboca a cumplir el deseo y transmutarlo en aspiración superior.
El Pensador, por medio de la experiencia, reconoce los pares de opuestos, y ya no es víctima de los impulsos vibratorios de su cuerpo físico, evidenciándose el resultado de la elección inteligente.
El hombre empieza a discriminar entre los pares de opuestos, eligiendo siempre, en sus primeras etapas, lo que más atrae a su naturaleza inferior y lo que cree que le producirá placer.
El Ego centra su atención en el cuerpo astral, y se coordina tan estrechamente con el cuerpo físico que ambos forman una expresión unida de deseo.
El cuerpo mental permanece comparativamente inactivo en esta etapa.
La naturaleza amor del Ego está en proceso de desarrollarse, siendo esta etapa la más larga de las tres. Trata de la evolución de los pétalos del loto egoico y de la mezcla del fuego solar y del fuego por fricción. La acción refleja entre lo inferior y lo superior, durante este período intermedio, produce tres efectos que, si son cuidadosamente estudiados, impartirán mucha información sobre la actuación de la ley del karma; ellos son:
1. El desarrollo del átomo astral permanente con el correspondiente estímulo del átomo físico permanente, produciendo así el crecimiento y la evolución de los dos cuerpos involucrados.
2. La coordinación del triple hombre por medio de la vitalidad innata del cuerpo astral y sus efectos sobre el mental y el físico. Éste es el período kama-manásico, y debido a que el cuerpo astral es la única esfera completa del triple hombre inferior, es inherentemente el más poderoso, pues personifica (como lo hace el sistema solar) el aspecto corazón o la naturaleza amor embrionaria que la evolución macro y microcósmica tiene por objetivo.
3. Finalmente, el desarrollo de los nueve pétalos egoicos en tres etapas.
Por lo tanto, en la actuación de la ley debemos observar que el hombre es, ante todo, víctima de los impulsos de la sustancia densa o aspecto Brahma, repitiendo así rápidamente el proceso evolutivo del sistema solar precedente; en la segunda etapa es víctima del deseo o de su propia naturaleza amor.
En la tercera etapa la Ley del Karma actúa por intermedio de la naturaleza mental del hombre, despertando en él el reconocimiento de la ley y la comprensión intelectual de causa y efecto. Ésta es la etapa más corta, pero es también la más poderosa; concierne a la evolución de los tres pétalos internos que protegen a la “joya”, y su capacidad para descubrir, en el momento oportuno, lo que se halla oculto.
Comprende el periodo evolutivo del hombre avanzado y del hombre en el Sendero.
En relación con la familia humana abarca la primera mitad de la próxima ronda, antes de producirse la gran separación.
El fuego eléctrico comienza a hacer sentir sus irradiaciones, y la voluntad y el propósito del Ego se cumplen conscientemente en el plano físico.
Los
tres átomos permanentes forman un triángulo de luz y los pétalos
del loto se abren rápidamente. Cuando
la conciencia incipiente del cerebro físico del hombre comprende
la voluntad y el propósito del Ego, entonces se neutraliza la Ley
del Karma en los tres mundos y el hombre se halla al borde de su
liberación. Ha agotado la vibración inicial
y sus cuerpos no responden a la triple vibración de los tres mundos;
se ha emancipado de los tres reinos y del cuarto.
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