TRATADO SOBRE FUEGO CÓSMICO ALICE ANN BAILEY -MAESTRO TIBETANO (Djwhal Khul)
páginas 586-599, editorial Kier. e. La individualización, una forma de Iniciación. Poco es lo que se puede agregar actualmente respecto a la individualización. Lo que aquí y en La Doctrina Secreta se ha expuesto no es más que una tentativa para expresar hechos profundos y significativos, en términos de pensamiento humano, sobre la existencia y la manifestación, valiéndonos de lo restringido del lenguaje.
Desde un punto de vista más esotérico “el Hombre es un deva”, Espíritu y sustancia dévica unidos por la actividad de la energía dévica consciente. Reúne en sí los tres aspectos de la deidad. Mientras está en objetividad constituye: 1. El Yo, el no-yo y el vínculo inteligente en un sentido muy vital.
2. Shiva, Vishnu y Brahma en manifestación sintética.
3. El medio por el cual la Voluntad de Dios, el Amor de Dios y la Mente de Dios se hacen inteligibles y evidentes.
4. La fuerza eléctrica positiva, la fuerza eléctrica negativa y el medio equilibrador.
5. La llama, el Fuego y la Chispa en manifestación esencial.
6. El fuego eléctrico, el fuego solar y el fuego por fricción.
Pero sobre lo que se ha de insistir es que el hombre, en tiempo y espacio y en los tres mundos, manifiesta todos estos aspectos simultáneamente sólo al finalizar el proceso de evolución. Así como en el Macrocosmos Brahma manifiesta primeramente actividad, luego el segundo aspecto o intermedio, y finalmente evidencia el primer aspecto, voluntad o propósito, lo mismo sucede con el microcosmos.
El aspecto Brahma, en el cual se evidencia y predomina el aspecto del no-yo materialista. Esto abarca las etapas subhumanas y los primeros tres ciclos de la Vida de la Personalidad: a.
Primer ciclo estado salvaje.
El aspecto Vishnu, en el cual predomina gradualmente el aspecto amor-sabiduría y surge por intermedio del aspecto Brahma. Abarca las das etapas finales de la vida de la personalidad humana y ese período de crecimiento egoico que incluye las dos Iniciaciones finales: a.
Primer ciclo El Sendero de Probación.
Ésta constituye una consumación momentánea pero, así como en el reino animal está latente y en estado instintivo la mente humana, y en el reino humano lo está el aspecto búdico, durante el ciclo final del esfuerzo humano,
Atma o aspecto superior de la Mónada, también está latente y en estado instintivo.
Esto deberá producir posteriores etapas de desarrollo. No existen lapsos en la evolución ni períodos en los cuales falte cualquiera de estos aspectos; todos se hallan presentes pero aparecen en forma alternada.
Únicamente cuando el fuego de la materia arde vivamente y llega a irradiar, entonces el fuego de la mente puede surgir, aunque siempre es inherente a la misma.
Sólo cuando los fuegos de la materia han alcanzado la etapa en que producen calor y luz energéticos, el fuego eléctrico del Espíritu puede aparecer en toda su gloria.
Únicamente cuando estos tres arden juntos, se extingue el fuego de la materia por falta de combustible y, sólo cuando esto ocurre, el fuego de la mente (en niveles mentales) consume aquello que hasta entonces había animado. Cuando esto se realiza, el fuego del Espíritu puro (aumentado e intensificado por la esencia gaseosa del fuego de la materia o “fuego por fricción, coloreado y hecho irradiante” por el fuego de la mente) resplandece en perfecta gloria, de manera que lo único que se ve es una llama vibrante. Esta idea puede ser extendida desde el Hombre al Hombre celestial y también hasta el Logos en su relación cósmica.
La individualización marca una etapa en el proceso de la intensificación del “fuego por fricción”. Se relaciona con la realización de Brahma y marca un punto en la energetización de la sustancia. Ciertas formas están preparadas para obtener autoconciencia. Dos Rayos cósmicos de distintas polarizaciones se atraen mutuamente. La Iniciación marca una etapa en la intensificación del “Fuego solar”. Se vincula con la realización de Vishnu, marcando un punto en la evolución de la conciencia, que va de la autoconciencia a la conciencia grupal o conciencia universal. La identificación con el conjunto de grupos podrá ser el término empleado para expresar las etapas finales del proceso evolutivo; más un período hacia el final del mahamanvantara cuando todos los grupos comienzan conscientemente a cumplir la Voluntad eterna.
Involucra un tipo de realización, inconcebible hoy para el hombre, pero concebible (aunque todavía no practicable) para los Chohanes de la Jerarquía que se hallan ahora en la Tierra. Trabajan conscientemente cumpliendo la Voluntad del Logos planetario en el planeta, pero aún así están muy lejos de comprender plenamente la Voluntad y el propósito del Logos a medida que actúa a través del sistema.
Pueden tener vislumbres y una idea del plan general, pero los detalles son todavía irrecognoscibles.
c. La Encarnación. a. Cósmica, planetaria y humana.
Habiendo considerado la autoconciencia, a medida que se logra por intermedio de un tipo determinado de sustancia dévica proporcionada por los Agnishvattas para el cuerpo del Ego, entraremos ahora a estudiar la encarnación cósmica, planetaria y humana.
Un indicio respecto a la constitución de los Pitris y Manasadevas solares puede llegarle al estudiante que reflexione respecto al lugar que ocupa el ente egoico en el cuerpo del Logos planetario y en el centro particular del cual es parte componente.
Los Manasadevas y los Dhyan Chohanes que producen la autoconciencia en el hombre, constituyen en realidad la energía y la sustancia del Hombre celestial cósmico.
La palabra “encarnación” en su acepción radical significa expresar la verdad fundamental que implica tomar un cuerpo físico denso, y técnicamente debería ser aplicada sólo a ese periodo de manifestación que concierne a los tres subplanos inferiores del a. plano físico cósmico, en relación con un Logos solar y un Logos planetario;
b. plano físico del sistema, en relación con el hombre.
Se ha conservado su significado respecto a las entidades cósmicas,
pero cuando se considera al hombre, el término se aplica a la unificación del doble etérico con el cuerpo físico denso, o a la apropiación, por parte del hombre, del vehículo compuesto de la sustancia del subplano superior del plano físico cósmico en sus aspectos más inferiores. Esta diferencia tiene cierto significado y debe recordarse. Dicha apropiación está regida por las mismas leyes que gobernaron la apropiación, por parte del Logos, de Su vehículo físico.
A fin de tener una idea de lo que es este procedimiento, sería de valor considerar los distintos tipos de pralaya y meditar sobre los períodos que transcurren entre las diferentes encarnaciones.
Desde el punto de vista de cualquier ente implicado, un pralaya es un período de pasividad, de cesación de toda actividad, que involucra objetividad, pero desde el punto de vista del gran todo, con el cual el ente puede estar implicado, un pralaya podría considerarse simplemente como una transferencia de fuerza de una parte a otra.
Aunque el ente pueda estar temporalmente desvitalizado en lo que se refiere a su forma, sin embargo, la Entidad mayor persiste y sigue activa.
Consideraremos el tema primeramente desde el punto de vista humano y estudiaremos el pralaya en lo que afecta a la Mónada en encarnación.
Tenemos cinco tipos de pralaya de los cuales podemos muy bien ocuparnos.
Primero debemos observar el hecho de que esta condición se refiere principalmente a las relaciones entre Espíritu y materia, donde se produce una condición en la sustancia por la acción del factor energetizante, el Espíritu.
Por lo tanto, tiene que ver con la relación existente entre los devas mayores y los devas menores que representan la sustancia viviente cuando realizan la construcción de la forma regidos por la Ley proveniente de la Voluntad de Dios.
Será evidente para el estudiante, que se refiere a la relación del Espíritu Santo con la Madre en la producción del Hijo y a la relación del Hijo con la Madre.
Si las ideas formuladas en este tratado han sido cuidadosamente seguidas, es obvio que al estudiar la cuestión del pralaya estamos estudiando la relación que existe (en tiempo y espacio) entre la energía positiva del Logos solar, del Logos planetario y del Hombre con la sustancia, única sustancia por la que le es posible manifestarse. Debido a esta relación se produce la existencia en los planos objetivos. b. La naturaleza del pralaya. Podemos considerar al pralaya como el trabajo de “abstracción” y el método que pone a la forma bajo el aspecto Destructor del Espíritu, actuando siempre bajo la Ley de Atracción, de la cual la Ley de Síntesis es subsidiaria.
La ley básica del sistema rige la relación de todos los átomos con el conglomerado de átomos, y del Yo con el no-yo.
Desde el punto de vista ocultista es la más poderosa demostración de fuerza en el sistema y si, inconcebiblemente, la ley cesara de actuar, instantáneamente el sistema y todas sus formas planetarias, humanas y no humanas dejarían de ser.
Por un acto de voluntad los esquemas planetarios persisten; por un acto de voluntad el sistema ES; por un acto de voluntad egoica el hombre aparece.
Cuando la Voluntad del Logos, del Hombre celestial y del Ego divino humano se abocan a otros fines, la sustancia de Sus vehículos es afectada y sobreviene la desintegración.
Los cinco tipos de pralaya que conciernen al ser humano son los siguientes:
1. El periodo de pralaya entre dos encarnaciones. Es de naturaleza triple y afecta a la sustancia de los tres vehículos: físico, astral y mental, reduciendo la forma a su sustancia primitiva y disipando su estructura atómica.
La energía del segundo aspecto (el constructor de la forma) se retira por voluntad del Ego, y los átomos que componen la forma se disocian entre sí, retornando a la fuente de reserva de donde volverán a ser retirados cuando llegue el momento. Esto se produce gradualmente por medio de las etapas que ya conocemos: La primera etapa consiste en retirar la fuerza vital del vehículo etérico del triple cuerpo físico (denso, líquido y gaseoso) y la consiguiente “corrupción", siendo “dispersado en los elementos”. El hombre objetivo desaparece y el ojo físico ya no lo ve aunque se halla en su cuerpo etérico. Cuando la visión etérica esté desarrollada, la idea de la muerte asumirá proporciones muy diferentes. Cuando la mayoría de la raza pueda ver a un hombre actuar en su cuerpo físico etérico, el abandono del cuerpo denso será considerado como una “liberación”.
La siguiente etapa consiste en retirar la fuerza vital del cuerpo etérico y en desvitalizarlo. El etérico sólo es una extensión de un aspecto del sutratma o hilo, y este hijo es hilado por el Ego dentro del cuerpo causal en forma similar a como una araña teje su tela. Puede ser acortado o alargado a voluntad, y cuando ya se ha decidido la duración del período del pralaya, este hilo de luz o de fuego solar (observen la palabra solar) se retira y vuelve al subplano atómico donde seguirá vitalizando al átomo permanente, manteniéndose conectado dentro del cuerpo causal. Entonces los impulsos de vida, en lo que se refiere al plano físico, se centralizan dentro de la esfera atómica.
La tercera etapa consiste en retirar la fuerza vital de la forma astral para que se desintegre en forma similar y la vida se centralice dentro del átomo astral permanente. Ha adquirido una acrecentada vitalidad por medio de la existencia en el plano físico, y le ha dado color por medio de la experiencia astral.
La etapa final para el átomo humano consiste en ser retirado del vehículo mental. Las fuerzas vitales, después de esta abstracción cuádruple, se centralizan totalmente dentro de la esfera egoica;
el contacto con los tres planos inferiores sigue siendo posible por medio de los átomos permanentes, centros de fuerza de los tres aspectos de la personalidad.
En cada encarnación las fuerzas vitales han adquirido, por medio del empleo de los vehículos,
a. una actividad acrecentada, almacenada en el átomo físico permanente, b. una coloración, almacenada en el átomo astral permanente c. una cualidad de fuerza o propósito activo, almacenada en la unidad mental, actuando como facultad en el Devachan.
El Devachan es un estado de conciencia que refleja la vida de la Personalidad, ese estado elevado que llamamos conciencia nirvánica, logrado por la acción egoica, reflejado tenuemente en los entes separados (y, por consiguiente, matizados por el placer egoísta y separatista) que se hallan grupalmente en dicho estado.
En ese estado elevado de conciencia cada ente separado, por medio de la autorrealización, participa de la realización grupal, residiendo allí su felicidad, no sintiendo ya la separación sino únicamente unión y unidad esenciales.
Por lo tanto, como puede naturalmente deducirse, no existe devachán para el salvaje o el hombre poco evolucionado, pues no les corresponde ni tienen mentalidad para comprenderlo; a ello se debe la rapidez con que vuelven a encarnar y la brevedad del período praláyico.
En tales casos el Ego, en su propio plano, tiene muy poco que asimilar en el resto de las encarnaciones, de allí que el principio vida se retira rápidamente de la forma mental, impulsando al Ego a reencarnar casi inmediatamente.
Cuando la vida de la personalidad ha sido plena y rica, pero no ha alcanzado la etapa en que el yo personal puede colaborar conscientemente con el Ego, la personalidad atraviesa por períodos nirvánicos cuya duración depende del interés en la vida y de la capacidad del hombre para reflexionar sobre sus experiencias.
Más tarde, cuando el Ego domina la vida de la personalidad, el hombre se interesa en cosas más elevadas, y el nirvana del alma se convierte en su meta.
Ya no le interesa el devachán.
Empero, aquellos que están en el Sendero (ya sea el de probación o el de Iniciación) por regla general no van al devachán, sino que encarnan inmediatamente al girar la rueda de la vida, lo cual ahora sucede por la colaboración consciente entre el yo personal y el Yo divino o Ego.
2. El período entre ciclos egoicos.
Aquí se oculta el misterio de las 777 encarnaciones que concierne al vínculo que existe entre la unidad y su grupo en el plano egoico, antes de desarrollarse el quinto pétalo.
Atañe al período del hombre comprendido entre la etapa del salvaje y la del discípulo, cuando es un hombre común, pero que todavía se halla en las dos Aulas.
Aquí reside el misterio de todas las razas raíces; los ciclos egoicos coinciden con la construcción de las formas y civilizaciones raciales.
Un hombre encarnará repetidas veces en las diferentes subrazas de una raza raíz hasta haber atravesado determinado ciclo, luego ha de pasar por un período praláyico, hasta que en una raza raíz posterior (y a veces muy posterior) responderá a su llamado vibratorio, que le hará sentir nuevamente el impulso egoico por encarnar.
Como ejemplo de ello debemos recordar que la actual humanidad más avanzada no encarnó hasta la cuarta raza raíz. Estos ciclos constituyen uno de los misterios de la iniciación, aunque uno de los primitivos que se revelan en la segunda iniciación, y permiten al iniciado comprender su posición, percibir algo de la naturaleza de los impulsos kármicos y leer su propio archivo a la luz astral.
Estos deben ser considerados como los dos períodos praláyicos menores y conciernen principalmente a la vida en los tres mundos.
3. Después viene el período en que adquiere la liberación. En esta etapa, el hombre, el alma liberada, ha logrado de acuerdo a la ley, “abstraerse” de la materia de los tres mundos. Ha empleado sustancia dévica, ha trabajado con ésta y establecido todos los contactos vibratorios posibles, adquiriendo todos los “conocimientos” y “revelaciones” que le corresponden; los devas ya no pueden mantenerlo prisionero. Es libre hasta que consciente y voluntariamente, pueda regresar, en otra ronda como miembro de una Jerarquía, a fin de continuar Su trabajo de servicio para la humanidad poco evolucionada de esa época lejana. Como esto se refiere a los siete senderos de oportunidad que se le presentan a un Maestro, no nos ocuparemos de ello. Este es el gran pralaya humano. 4. Pralaya planetario. El hombre, después de estos acontecimientos cíclicos, forma parte consciente de su grupo y es un punto vibrante en un centro del cuerpo de un Hombre celestial, percibiendo conscientemente el lugar que le corresponde en el gran todo.
Esto significa que él ha de saber de qué centro es un punto de energía, debe conocer qué tipo de fuerza ha de transmitir y manipular desde niveles cósmicos y ha de estar en relación consciente con los otros seis centros de la Vida planetaria a la cual está asociado.
Este período de actividad consciente en sustancia etérica (de la cual está formado el cuerpo planetario) persiste de acuerdo al karma del Señor planetario, pues el ente está ahora conscientemente asociado al karma planetario y ayuda a cumplir la voluntad y propósito del Señor de su Rayo.
En los planos superiores del sistema esta etapa persiste durante la vida de un esquema, a la cual sigue un período de pralaya que comienza antes de finalizar la séptima ronda de cualquier esquema, o de la quinta ronda si la Ley de Persistencia de un esquema actúa en ciclos quíntuples.
Aquí estoy hablando en términos amplios y generales; el karma de los entes difiere, y un hombre -de acuerdo sendero que elige después de la quinta iniciación- permanece en, y trabaja dentro de su propio esquema, pero pueden ocurrir cambios ocasionados por los siguientes factores:
a.
El karma planetario.
Entonces es “abstraído”, de acuerdo a una misteriosa ley planetaria que sólo se aplica en niveles etéricos cósmicos, y transferido a su destino.
Si interpretamos lo que antecede en términos de energía y de radiactividad, evitando los peligros de hacerlo en forma materialista, el significado se esclarecerá. 5. El gran pralaya. Este intervalo ocurre al finalizar cada cien años de Brahma, y destruye cualquier tipo de formas -sutiles y densas- en todo el sistema. Es un período análogo al que nos ocupamos de dilucidar, el retiro del hombre de su vehículo etérico y de su capacidad para actuar en el plano astral, disociado de su forma física dual. Podrá observarse que dentro del sistema el hombre pasa por un proceso similar cuando retira el cuerpo etérico del vehículo físico denso, al finalizar el mahamanvantara. Abarcará el período en que los cuatro Rayos menores se fusionan y mezclan, a fin de hallar la dualidad y sus polos opuestos. Oportunamente los cuatro se convierten en dos, los dos en uno, sintetizándose todos en el tercer Rayo mayor. Pero aún no ha llegado el momento, pues faltan incontables eones. Ello constituye la primer aparición del aspecto destructor vinculado a los esquemas planetarios y marca el principio del período en que “el efervescente calor derretirá los “Cielos” y el Sol se transformará en siete soles. La analogía microcósmica puede observarse en el proceso siguiente. El átomo físico permanente absorbe toda la fuerza vital del cuerpo físico, de allí que aumente su calor y luz ingénitos, hasta que en la cuarta iniciación las siete espirillas están completamente vitalizadas y vibrantes. El calor interno del átomo más el calor externo del cuerpo egoico, donde el átomo está ubicado, producen aquello que destruye al átomo permanente. Momentáneamente, y justo antes de la destrucción, se transforma en un minúsculo séptuple sol debido a la irradiación y a la actividad de las espirillas.
Lo mismo sucede con el sol físico del sistema; en forma similar se transformará en siete soles cuando haya absorbido la esencia vital de los planos totalmente evolucionados y de los esquemas planetarios que en ellos existen. La conflagración resultante es el trabajo final del aspecto Destructor.
Marca el momento de desarrollo más elevado de la sustancia dévica en el sistema, la consumación del trabajo de Agni y de sus ángeles de fuego y la iniciación de Brahma.
Entonces la sustancia atómica se individualizará (lo que, como ya sabemos, es la meta para el átomo), y después del gran pralaya, el próximo sistema solar empezará a manifestarse con el triple Espíritu, a través de la sustancia esencialmente caracterizada por el amor activo inteligente. Esto lógicamente resulta incomprensible para nuestras mentes de cuarta ronda. Hemos considerado así los diversos tipos de pralaya, en lo que afectan al ente humano; cada ente encuentra oportunamente su camino hacia uno de los centros astrales cósmicos de esa determinada Entidad cósmica, el Señor que corresponde a su Rayo; por lo tanto, durante el gran pralaya, esos entes humanos, que han obtenido la realización y no pasaron a otros centros cósmicos lejanos, encontrarán allí su lugar.
Antes de ocuparnos de los pralayas planetario y cósmico, podríamos considerar las relaciones existentes entre los Agnishvattas (que causaron la individualización del hombre animal en este planeta) y otros ciclos anteriores de evolución, y la razón por la cual solo los hemos tratado desde el punto de vista de un mahamanvantara y de un kalpa.
No hemos considerado específicamente al grupo de Agnishvattas, Kumaras y Rudras relacionados con la Tierra, porque hemos tratado el tema desde el punto de vista planetario y no en relación con la familia humana.
El estudiante que procura obtener una información detallada respecto a los Agnishvattas de la cadena terrestre, no tiene más que estudiar La Doctrina Secreta. Hemos procurado llevar el pensamiento del estudiante más allá de su pequeña esfera propia, hasta considerar el trabajo de los Manasadevas en el sistema solar.
En cada esquema tienen Su lugar, pero en algunos -como en el esquema de Júpiter- recién ahora están comenzando Su trabajo y en otros -como en los esquemas de Vulcano y de Venus -casi Lo han terminado.
Venus pasa por su última ronda y casi ha desarrollado a la perfección su cuarto reino, o hasta donde le es posible lograrlo en el sistema. En el esquema terrestre están en pleno trabajo, sólo en la próxima ronda demostrarán la culminación de Su actividad.
Pasan cíclicamente a través de los esquemas de acuerdo a la Ley -Ley del Karma para el Logos planetario, pues se ocupan esencialmente de Su vida a medida que activan Sus centros.
Llegan a un esquema en una oleada de energía manásica, proveniente del centro coronario del Logos, y al pasar a través de su centro cardíaco ocurren tres cosas: 1. Se dividen en siete grupos. 2. Se dirigen como corrientes de energía a algún esquema particular. 3. Su contacto con un esquema produce la manifestación de la cuarta Jerarquía creadora y lleva a las Mónadas a adquirir forma en los tres mundos. Las entidades que Se sacrifican por la Jerarquía humana (debemos observar aquí la veracidad del hecho de que emanan del centro coronario logoico o aspecto voluntad), son los verdaderos Salvadores que ofrendan Sus vidas por el bien de la raza.
Constituyen para la totalidad de los esquemas lo que la Jerarquía oculta de cualquier planeta en particular es para el hombre del planeta implicado. Durante el pralaya se retiran (como todos los demás) de la manifestación y regresan a un centro cósmico del cual el centro coronario logoico no es más que un tenue reflejo, retornando enriquecidos por la experiencia recogida.
El Antiguo Comentario dice: “El deva brilla con mayor luz cuando lo ha penetrado la virtud de la voluntad. Cosecha color, como el segador recoge el trigo y lo almacena para nutrir a la multitud. La mística Cabra reina sobre las huestes dévicas. Makara es y no es, sin embargo el vinculo persiste.” Las rondas aparecen y desaparecen (excepto desde el punto de vista de un planeta determinado), los Manasadevas están siempre presentes, aunque su influencia no se hace sentir siempre. Al considerar el pralaya planetario podríamos enumerar brevemente los siguientes períodos de pasividad que tienen lugar entre:
Dos Globos de una Cadena. Abarca el período en que es abstraída la simiente de toda vida y transferida de una esfera a otra. El Manu de las Simientes de un globo recoge para Sí todas las fuerzas vitales como lo hace el Logos al final de un sistema; lo mismo ocurre también al finalizar una cadena y las mantiene pasivas en Su aura. Esto comprende el período de un manvantara o un día de Brahma.
Dos Cadenas. Abarca
el período de un mahamanvatara o un año de Brahma.
Dos Sistemas Solares. Abarca el período de cien años de Brahma; estudiando los ciclos planetarios se podrá llegar a comprender estos ciclos mayores. Sin embargo, la confusión del estudiante se debe a que dos de los esquemas cubren sus períodos cíclicos en cinco rondas, mientras que otros lo hacen en siete; un esquema contiene nada más que tres rondas, y aquí se oculta un misterio: durante la ronda interna un planeta tiene que recorrer nueve ciclos antes que se cumpla el propósito de su Señor.
Ciertos períodos menores de pralaya no se relacionan con el hombre, conciernen al átomo de materia, cuando se libera de cualquier tipo de forma en los reinos subhumanos. El pralaya es el resultado de la radiactividad llevada a su fin.
c. Tipos de renacimiento humano. Cuando hemos estudiado la manera de construir formas mentales y los agentes para construirlas, consideramos: 1. La sustancia dévica con la cual se construyen. 2. La energía que las anima y su fuente de origen. 3. Su aparición en tiempo y espacio, o encarnación. 4. Su desaparición o pralaya. 5. Las entidades constructoras que producen estas formas, de manera triple, utilizan
a. La meditación, acto preliminar a la construcción. b. La fuerza dinámica, o la energía positiva que se apodera de su polo opuesto (sustancia negativa) y la utiliza.
c. El método para impartir color o cualidad que moldea lo que ha sido preparado. d. La vitalización secundaria que pone independientemente en movimiento a la forma mental así creada.
Consideraremos ahora el misterio del renacimiento o la encarnación de esas vidas que existen en materia sutil y que, sin embargo, tratan de adquirir forma de acuerdo a la ley; nos referiremos a su propósito específico en los niveles físico densos.
Podemos considerar esto en relación con las entidades cósmicas que tratan de existir en el plano físico del cosmos, nuestros planos del sistema solar, o con los jivas reencarnantes impelidos por la Ley hacia la manifestación terrenal, a fin de adquirir (por medio de la vida sensoria) plena conciencia y mayores facultades y poder.
H. P. B. expresó que los renacimientos puedan dividirse en tres tipos: a.
Los de los Avatares.
A quienes se esfuerzan por captar algo del misterio del renacimiento, sus leyes y propósito, y se confunden cuando consideran el misterio de Buda y el propósito secreto de esa enigmática Entidad, el Observador Silencioso, y a quienes encuentran casi insuperable el problema de comprender la posición de los Kumaras y Su relación con el Logos planetario, sería conveniente decirles que estudien y mediten sobre la diferencia que existe entre los principios inferiores y los tres superiores, el lugar y la posición que estos principios inferiores tienen en el cuerpo del Logos planetario y también que reflexionen respecto a las analogías que existen entre:
a.
El devachán del jiva reencarnante.
Me refiero a la analogía en su sentido esotérico, únicamente en propósito y experiencia, y no a la analogía detallada. Puede decirse que los tres estados constituyen períodos de desarrollo, largos ciclos de meditación e intervalos entre etapas de actividad. De allí el énfasis puesto sobre la práctica de la meditación en Oriente y en todas las escuelas ocultistas, porque constituye el medio que otorga al ente, en entrenamiento, la capacidad de adquirir el poder de: a.
Abstraerse o liberarse de la forma. Por la meditación un hombre puede liberarse de la ilusión de los sentidos y de su atracción vibratoria; encuentra su propio centro de energía positiva y es conscientemente capaz de utilizarlo;
por lo tanto se da cuenta que su verdadero Yo actúa libre y conscientemente más allá de los planos sensorios; penetra en los planes de esa Entidad mayor dentro de cuya capacidad irradiatoria tiene su lugar; entonces puede llevar a cabo conscientemente esos planes, a medida que llega a captarlos en las diversas etapas de realización y a ser consciente de la unidad esencial.
Pero cuando un hombre ha llegado a liberarse de los objetos sensorios en los tres mundos, también se da cuenta de la necesidad de continuar meditando;
esta forma de meditar -inconcebible para el hombre en los tres mundos- absorbe la atención del Adepto y durante dos grandes etapas, precediendo cada una a las dos Iniciaciones finales, la sexta y la séptima.
No me refiero aquí únicamente a los Adeptos que “hacen el sacrificio” y eligen renacer para servir en el planeta, sino a todos los adeptos. La libertad de actuar en cualquier Sendero debe obtenerse por la meditación ocultista; la libertad de salir del “círculo no se pasa” también se obtiene de esta manera, y lo mismo sucede durante esa curiosa etapa de pasividad lograda por Quienes se han ofrecido servir como Jerarquía oculta en la próxima ronda.
En Ellos se han de acumular las simientes psíquicas del conocimiento, disponibles en la quinta ronda; esto Les exige mantener una actitud receptiva hacia los acontecimientos que se producen al final de cada raza raíz, cuando tiene lugar, en niveles más sutiles, un acopio de fuerzas síquicas, que acumularán Aquellos que están preparados para recibirlas. Su trabajo es análogo al del Manu de la Simiente, que trabaja por medio de un septenario, así como lo hacen esos acopiadores de fuerzas vitales síquicas. También
para dichas Entidades cósmicas, como los Logos planetarios, transcurren
períodos de meditación, llevados a cabo en los planos cósmicos y
sólo se sienten sus efectos en nuestro plano. Meditan por medio
de Sus cerebros físicos, por lo tanto, emplean sustancia como lo
hace el hombre, pero el proceso se efectúa en el cerebro etérico.
Debe reflexionarse sobre esto, porque oculta un misterio. También
debe tenerse muy presente el hecho de que algunos de estos Señores
de Rayo, son más eficientes en la meditación que otros y los resultados
obtenidos en Sus esquemas son distintos.
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