TRATADO SOBRE FUEGO CÓSMICO ALICE ANN BAILEY -MAESTRO TIBETANO (Djwhal Khul)
I. LA NATURALEZA DEL CUERPO ETERICO páginas 90-100, editorial Kier Al estudiar los fuegos internos del sistema hallaremos cosas de gran interés para la venidera generación de pensadores, que podrían enumerarse de la manera siguiente:
1. Su Propósito y Descripción
Primero. Si los científicos y médicos estudiaran el cuerpo etérico, hallarían y llegarían a comprender más plenamente las leyes de la materia y de la salud. La palabra salud se ha empleado hasta ahora en forma demasiado limitada, y su significado ha sido aplicado a la sanidad del cuerpo físico, a la acción colaboradora de los átomos del cuerpo físico del hombre y a la plena expresión de los poderes del elemental físico.
En el futuro, nos daremos cuenta de que la salud del hombre depende de la salud de las otras evoluciones afines, de la acción colaboradora y de la plena expresión de la materia del planeta y del elemental planetario, el cual constituye en sí mismo, la manifestación conjunta de todos los elementales físicos de la naturaleza manifestada.
Segundo. El estudio del cuerpo etérico y del prana revelará los efectos de ciertos rayos del sol, a los cuales, por falta de una expresión más adecuada, denominaremos “emanaciones pránicas solares”.
Estas emanaciones son efecto del calor central del sol, cuando se acerca a otros cuerpos del sistema solar por uno de los tres canales principales de contacto, produciendo, en los cuerpos sobre los que ha hecho contacto, ciertos efectos diferentes a los producidos por otras emanaciones.
Dichos efectos podrían considerarse estimulantes y constructivos y, por su cualidad esencial, producen condiciones que activan el crecimiento de la materia celular; su adaptación concierne a las condiciones ambientales y, similarmente, a la salud interna (que se manifiesta como calor en el átomo y su consiguiente actividad) y a la evolución uniforme de la forma, de la cual ese átomo particular de materia es parte constitutiva.
Las emanaciones de prana ayudan poco en la construcción de formas porque eso no les corresponde, pero conservan la forma preservando la salud de sus partes componentes.
Otros rayos del sol actúan de manera distinta sobre las formas y su sustancia. Algunos de esos rayos actúan como Destructores de la forma, otros realizan el trabajo de cohesión y atracción. La tarea del Destructor y del Preservador se efectúa bajo la Ley de Atracción y Repulsión.
Algunos rayos del sol aceleran el movimiento, otros lo retardan.
Los rayos que ahora tratamos, “las emanaciones pránicas solares”, actúan dentro de los cuatro éteres: esa materia que, aunque física, no es aún visible objetivamente para el ojo humano.
Dichas emanaciones constituyen la base de toda vida en el plano físico, considerada únicamente en relación con la vida de los átomos de materia del plano físico, su calor inherente y su movimiento giratorio. Estas emanaciones son la base del “fuego por fricción” que se manifiesta en la actividad de la materia.
Finalmente, por el estudio del cuerpo etérico y del prana llegaremos a comprender el método de la manifestación logoica, lo cual será de gran interés para los metafísicos y los pensadores abstractos. El cuerpo etérico del hombre oculta el secreto de su objetividad. Tiene su analogía en el plano arquetípico, denominado el plano de manifestación divina, el primer plano de nuestro sistema solar o Adi.
La materia de este plano tan elevado, a menudo se la denomina “mar de fuego” y es la raíz del akasha, término aplicado a la sustancia del segundo plano de manifestación.
Delinearemos esta analogía más detalladamente, pues su exacta captación traerá gran iluminación a la vez que muchas cosas que servirán para dilucidar problemas - macro y microcósmicos. Comenzaremos con el hombre y su cuerpo etérico.
Se ha descrito el cuerpo etérico como una red impregnada de fuego, o una trama animada por una luz dorada. En la Biblia se lo denominan “cuenco dorado”. Está compuesto de esa materia del plano físico que llamamos etérica y adquiere esa apariencia porque las finas hebras de esta materia se entrelazan y los Constructores menores las convierten en la forma o molde, de acuerdo al cual se moldeará el cuerpo físico denso.
Bajo la Ley de Atracción la ma-teria densa del plano físico se adhiere a esta forma vitalizada, y gradualmente se va conformando a su alrededor y dentro de sí misma, hasta que la interpenetración es tan completa que ambas constituyen una sola unidad; las emanaciones pránicas del cuerpo etérico actúan sobre el físico denso, de la misma manera que las emanaciones pránicas solares actúan sobre el cuerpo etérico. Existe un vasto sistema de transmisión y de interdependencia dentro del sistema. Todos reciben para dar y ayudar a lo inferior o poco evolucionado. Este proceso puede observarse en todos los planos.
De esta manera el cuerpo etérico constituye el plano arquetípico, en relación con el cuerpo físico denso. El Pensador en su propio plano, se encuentra, con respecto al físico, en la misma relación en que el Logos se encuentra respecto a Su sistema.
En forma sintética puede expresarse así: “El Pensador en el plano astral, el plano del deseo y de la necesidad, se encuentra respecto al cuerpo físico en la misma relación que el Logos del plano astral cósmico se encuentra en relación con Su sistema.” A medida que avancemos en nuestro estudio, iremos observando las analogías en el cosmos, en el sistema y en los tres mundos, pues debemos tener presente que la analogía ha de ser perfecta.
1. El Hombre, el Microcosmos, la Mónada en manifestación, el Uno.
2. El Hombre celestial, el Logos planetario, el grupo manifestado.
3. El gran Hombre de los Cielos, el Macrocosmos, el Logos solar, la manifestación de todos los grupos y evoluciones dentro de Su cuerpo, el sistema solar.
Todos estos cuerpos -hombre, Logos planetario y Logos solar- son producto del deseo originado en los respectivos planos de la mente abstracta, ya sea la mente cósmica, del sistema o de los tres mundos, o deseo-mente cósmica, deseo-mente humana, y todos sus cuerpos son “Hijos de la necesidad”, como tan adecuadamente lo expresa H. P. B. ( )
2. Ocho Enunciados. Nos ocuparemos del cuerpo etérico de todas las cosas, de su vivificación por el prana (cósmico, solar, planetario y humano), de los órganos de recepción y de la fuente de las emanaciones. Para mayor claridad podrían formularse ciertos enunciados sobre el cuerpo etérico, enumerados de la manera siguiente:
Primero: El cuerpo etérico es el molde del cuerpo físico. D. S. I, 100.
Segundo: El cuerpo etérico es el arquetipo, de acuerdo al cual se construye la forma física densa; ya se trate de la forma de un sistema solar o de un cuerpo humano en cualquier encarnación.
Tercero: El cuerpo etérico es una trama o red de finos canales entrelazados, formados de materia de los cuatro éteres y construido en forma específica. Constituye el punto focal para ciertas emanaciones que irradian y vivifican, estimulan y producen la acción giratoria de la materia.
Cuarto: Estas emanaciones pránicas una vez enfocadas y recibidas reaccionan sobre la materia densa, construida sobre el armazón y la estructura etéricos.
Quinto: Esta trama etérica constituye, durante la encarnación, una barrera entre el plano físico y el astral; barrera que sólo puede trascenderse cuando la conciencia está suficientemente desarrollada como para poder evadirse. Esto se observa en el micro y en el macrocosmos. Una vez que el hombre, por medio de la concentración y la meditación, expande su conciencia hasta cierto grado, puede abarcar los planos más sutiles e ir más allá de los límites de la trama divisoria.
Una vez que el Logos expande Su conciencia en los niveles cósmicos puede trascender la trama etérica logoica e ir más allá del “círculo no se pasa” de Su manifestación objetiva.
Al reflexionar sobre esta analogía debemos tener muy en cuenta que los siete planos mayores de nuestro sistema solar son los siete subplanos del físico cósmico o el plano cósmico más inferior.
Podemos observar aquí la exactitud de la analogía respecto a la materia e igualmente la exactitud de la analogía respecto a la irradiación.
Sexto: En cada uno de los tres cuerpos: humano, planetario y del sistema o logoico, se encuentra un gran órgano dentro del organismo que actúa como receptor de prana. Dicho órgano tiene su manifestación etérica y su analogía en el físico denso.
En el sistema, el órgano del prana cósmico, fuerza que vitaliza la materia, es el Sol central, receptor directo y distribuidor de la radiación cósmica. Ésta es una de las triples divisiones del Rayo Primordial de inteligencia activa.
Cada uno de los Rayos cósmicos es triple en esencia, hecho que a menudo se pasa por alto, aunque lógicamente se evidencia; cada Rayo es el vehículo de un Ente cósmico y toda existencia es necesariamente triple en manifestación. El Sol central contiene dentro de su periferia un centro de recepción y una superficie irradiante. En el planeta, también hay un órgano receptor similar en su cuerpo etérico, cuya ubicación no se puede revelar exotéricamente.
Se relaciona con la ubicación de los dos polos, norte y sur; siendo el centro alrededor del cual gira el globo terráqueo y el origen de la leyenda de que existe dentro de la esfera de influencia polar una fértil tierra central.
La tierra mítica de extraordinaria fertilidad, de abundante vegetación y de exuberante crecimiento vegetal, animal y humano, lógicamente se halla en el lugar donde se recibe el prana. Constituye el esotérico Jardín del Edén, la tierra de perfección física. La radiación de la superficie, una vez distribuida, se manifiesta como prana planetario.
En el hombre, el órgano de recepción es el bazo, mediante su contraparte etérica. Después de distribuirse por todo el cuerpo, por mediación de la red etérica, se irradia sobre la superficie como aura de salud.
Séptimo: De esta manera se observará claramente la semejanza en los tres cuerpos y puede comprobarse fácilmente su perfecta analogía:
PRANA DEL SISTEMA SOLAR EL SISTEMA SOLAR
EL SER HUMANO
EL ATOMO DE MATERIA
Octavo: Cuando desaparece la “voluntad de vivir”, entonces los “Hijos de la necesidad” dejan de manifestarse objetivamente. Como es natural ello es inevitable, y puede observarse en todos los casos en que existe un ente objetivado.
Cuando el Pensador en su propio plano aparta su atención del pequeño sistema, en los tres mundos, y repliega dentro de sí todas sus fuerzas, su existencia en el plano físico termina, y todo vuelve a la conciencia causal; esto constituye tanto una abstracción del Pensador en los tres mundos, como del Absoluto en el triple sistema solar del Logos.
Ello se manifiesta en el plano físico cuando se retira por la parte superior de la cabeza el radiante cuerpo etérico, teniendo lugar la consiguiente desintegración del físico.
La estructura desaparece y la forma física densa se desintegra, la vida pránica es extraída totalmente de la envoltura densa, dejando de estimular los fuegos de la materia.
Permanece el fuego latente en el átomo, al que es inherente, pero la forma se construye por la acción de los dos fuegos de la materia -uno activo y latente, otro irradiante e innato-, ayudado. por el fuego del segundo Logos; cuando se separan, la forma se desintegra. Esta es una representación en miniatura de la dualidad esencial que existe en todas las cosas sobre las cuales actúa Fohat. Existe una íntima relación, en conexión con el cuerpo etérico, entre el bazo y la parte superior de la cabeza. El órgano del bazo tiene una interesante analogía con el cordón umbilical, que une al niño con la madre a fin de ser nutrido, el cual se corta al nacer. Cuando un hombre comienza a vivir conscientemente su propia vida de deseo, y nace en ese nuevo mundo donde se vive en forma más sutil, el cordón entrelazado de materia etérica (que lo ha unido a su cuerpo físico) se corta; el “cordón plateado se desata” y el hombre rompe su vínculo con el cuerpo físico denso, retirándose por el centro superior del cuerpo en vez de hacerlo por el inferior; pasa así a vivir en un mundo superior y en otra dimensión. Así ocurre con los cuerpos y envolturas del microcosmos, pues la analogía existe en todos los planos de la manifestación. Cuando se alcance un conocimiento más científico se verá que el mismo procedimiento, en mayor escala, tiene lugar en la manifestación planetaria. Un planeta sólo es el cuerpo de un Logos planetario, siendo etérico este cuerpo, y el Logos se expresa a través de él y construye sobre la estructura etérica un vehículo de manifestación. La LUNA fue en un tiempo el cuerpo de expresión de un Logos; la Tierra lo es ahora, pues los ciclos cambian constantemente. El centro por donde se retira el cuerpo etérico se encuentra análogamente en un planeta físico, y el cordón plateado planetario se corta en el momento señalado; pero el momento y los ciclos, su comienzo y terminación se hallan ocultos en los misterios de la Iniciación y no nos conciernen. En el sistema solar ocurrirá lo mismo al término de un Mahamanvantara. El Logos se recogerá en Sí Mismo, abstrayendo Sus tres principios mayores.( ) Su cuerpo de manifestación -el Sol y los siete Planetas sagrados que existen en materia etérica- se retirarán de la objetividad y quedará oscurecido. Desde el punto de vista físico podemos decir que la luz se apagará en el sistema. A esto le seguirá una gradual inhalación hasta que el Logos haya recogido todo en Sí Mismo; el etérico cesará de existir y la trama habrá desaparecido. Se logrará plena conciencia, y en el momento de la realización cesará la existencia o la manifestación de la entidad. Todo será reabsorbido en el Absoluto; entonces llegará el pralaya, ( ) o el cielo cósmico de descanso, y ya no se oirá la Voz del Silencio. La reverberación de la PALABRA se apagará y el “Silencio de las Alturas” reinará supremo.
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