CURACIÓN ESOTÉRICA

TRATADO SOBRE LOS SIETE RAYOS, Volumen 4

Alice A. Bailey & Maestro Tibetano (Djwhal Khul)

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Páginas 375-381

CAPITULO SÉPTIMO

El Estado Mental del Alma

Mientras todas estas fases, etapas y realizaciones tienen lugar en la vida de la personalidad ¿qué actitud adopta el alma en su propio plano? Considerar esto involucra, ante todo, el reconocimiento de los tres aspectos de la mente, que residen en lo que llamamos plano mental:

 

 

1. La mente inferior concreta, constituye la actitud mental mantenida por ese aspecto inferior del alma que inicialmente se “hizo descender” a la manifestación en el momento de la individualización.

 

Esto -durante un largo ciclo de encarnaciones- ha llegado a ser acrecentadamente sensible para su influyente Yo, el cual le dice a su aspecto encarnado: “Habiendo compenetrado todo el universo con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco”. La atracción de este influyente Yo “que permanece” es lo que atrae y hace retornar al pequeño fragmento a su fuente de origen.

 

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2. El Hijo de la Mente, el alma, el producto del pensamiento de la Mente Universal, la Identidad pensante, percibidora, discriminadora, analizadora, o la Entidad espiritual.

 

Este aspecto de la Vida Una está caracterizado por la mente, la razón, el amor y La voluntad puros. Un “Señor del Sacrificio” que, a través de la experiencia de la encarnación, la integración y la expresión, ha emprendido la tarea de redimir la materia y elevar la sustancia hasta los Cielos. Éstas, aunque teóricas para ustedes, son verdades comunes y trivialidades antiguas. Pueden comprobar su naturaleza teórica formulándose la pregunta: ¿que hago como alma (si es que actúo como alma) para elevar mi aspecto materia, mis tres vehículos y la sustancia con la cual están construidos, a planos superiores de expresión?

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3. La mente superior abstracta es para el alma lo que el aspecto inferior del alma, contenido en los pétalos del conocimiento, es para la mente concreta. Esta mente abstracta constituye el aspecto inferior de la Tríada espiritual.

 

Una vez que tuvo lugar la integración entre la personalidad y el alma, entonces el alma -en su propio cuerpo, naturaleza y plano- puede comenzar a dedicarse a una integración o relación vinculadora superior, que oportunamente debe lograr entre ella y la Tríada espiritual.

 

La realización en un nivel inferior posibilita siempre la realización en uno superior. No existe verdadera realización superior hasta que el aspecto inferior reflejado es gradualmente dominado, empleado y reconocido como un instrumento para llevar a cabo actividades aún más elevadas.

 

 

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El estado mental del alma, durante los procesos de integración inferior, puede ser brevemente resumido:

 

 

1. De total desinterés, durante las primeras etapas del ciclo de en-carnación. Su “aspecto incrustado” (como se lo ha llamado) es absolutamente adecuado para la lenta y tediosa tarea de la evolución de los cuerpos, desarrollo de sus características y pago de la amarga experiencia de la ceguera y la ignorancia.

 

Este período es, en mucho, el más largo, y mientras transcurre, el alma sigue adelante con los intereses de su propia vida, en su propio nivel de experiencia, en su propio rayo y regida por la influencia del Maestro, que eventualmente guiará el pensamiento (por medio de la impresión gozosamente acep-tada) de la personalidad en desarrollo.

 

Recuerden que este reino o conjunto de almas constituye lo que los cristianos llaman el Reino de Dios y los ocultistas la Jerarquía espiritual del planeta. No olviden que el propósito de ese conjunto de vidas consiste en inducir a la conciencia a comprender la polarización espiritual de la VIDA planetaria.

 

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2. A medida que prosigue la evolución, los tres vehículos -creados y desarrollados- se hacen potentes, y su vibración llega a ser bastante fuerte para llamar parcialmente la atención de la preocupada alma. La primera reacción es la irritabilidad. La irritabilidad ocultista no es el mal humor como lo manifiestan los seres humanos, sino respuesta al contacto -una respuesta que no agrada. En otras palabras, es fricción.

 

Por ello comprenderán mejor el significado de la enunciación de que la última cadena que el Maestro rompe es la irritabilidad. La personalidad ya no atrae, por lo tanto cesa la fricción, y sólo existe un canal puro por el cual puede fluir la energía espiritual. La irritabilidad, tal como se la comprende, se produce cuando la voluntad, la propia estimación y las ideas y planes personales son infringidos por otras personas. Esta no es la índole de irritabilidad de la que se desembaraza el Maestro.

 

La segunda reacción constituye el proceso de meditación o la generación de poder, que más tarde se empleará en los tres mundos para acrecentar la energía del alma dentro de la forma y crear el campo del conocimiento, poblado de formas mentales, dentro del cual la personalidad se aventurará más adelante. El alma está por lo tanto preparándose para su propia reorientación hacia la Vida y su expresión en los tres mundos, y no para adquirir experiencias de la vida.

 

 

3. Cuando la personalidad llega a dominar, el alma introduce un nuevo factor en la vida de su reflejo, el alma encarnada. Moviliza y enfoca la energía del rayo del alma y, por un acto de la voluntad, la pone en contacto directo con el rayo de la personalidad.

 

Esto produce una acción refleja sobre los rayos del triple hombre inferior, estimulándolos, despertándolos y condicionando el cuerpo etérico, de manera que los centros por los cuales afluyen los rayos de la personalidad, y el centro coronario que responde al rayo del alma, puedan ser más activos. El centro ajna, mediante el cual actúa la perso-nalidad, trabaja e intensifica su actividad, y tienen lugar dos cosas:

 

a. La vida de la personalidad se hace acrecentadamente potente y el hombre desarrolla una individualidad intensa.

 

b. El centro coronario comienza a ejercer influencia sobre el centro ajna y, lenta y gradualmente, sobre los centros de la columna vertebral. La propia voluntad aumenta, así como también las otras cualidades.

 

4. El alma está desarrollando ahora lo que los esotéricos llaman “un proceso de reversión”. Esto despierta un gran interés en su reflejo en los tres mundos, y tres cosas tienen lugar:

 

a. La mente concreta inferior se somete a la iluminación del alma.

 

b. La energía del rayo del alma afluye acrecentadamente a la personalidad, intensificando su conflicto.

 

c. El recorrido del hombre alrededor del zodíaco, de Aries vía Piscis a Tauro, se invierte, prosiguiendo entonces en forma contraria a las agujas del reloj.

 

Todos estos factores producen un violento conflicto en el sendero de probación, acrecentándose cuando el hombre entra en el sendero del discipulado.

 

La potencia de la personalidad dominante, que está siendo dominada, induce a una intensa actividad kármica. Eventos y circunstancias se acumulan rápida y violentamente en la experiencia del discípulo. Su medio ambiente es de la más alta calidad disponible en los tres mundos; su experiencia fluctúa entre los extremos; agota sus obligaciones kármicas, y paga con gran rapidez la penalidad impuesta por los errores del pasado.

 

Una encarnación sucede a otra durante todo este tiempo, y el proceso familiar de la muerte continúa aconteciendo entre ciclos de experiencia.

 

Sin embargo, las tres muertes -física, astral y mental- se llevan a cabo con un constante despertar del estado de percepción, a medida que se desarrolla la mente inferior; el hombre ya no deambula -dormido y sin saberlo- fuera de los vehículos etérico, astral y mental, sino que cada muerte llega a ser un acontecimiento como lo es la muerte física.

 

Finalmente, llega el momento en que el discípulo muere deliberadamente y, con plena conciencia y real conocimiento, abandona sus distintos vehículos. Constantemente el alma va controlando, y entonces el discípulo produce la muerte por un acto de voluntad del alma, sabiendo exactamente lo que está haciendo.
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La Eliminación de La Forma Mental de la Personalidad

Al tratar este tema (que sólo puedo hacerlo muy brevemente) dos cosas deben tenerse presente:

1. Que consideramos únicamente la idea que tiene la mente acerca del alma y el hecho básico de la ilusión que ha controlado todo el ciclo de encarnación y mantiene al alma prisionera en la forma.

 

Para el alma, la personalidad significa dos cosas:

a. La capacidad de identificarse con la forma; ante todo, esto lo realiza el alma cuando la personalidad comienza a reaccionar al obtener cierta medida de real integración.

b. La oportunidad para recibir la iniciación.

 

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2. Que la eliminación de la forma mental de la personalidad, que llega a consumarse en la tercera iniciación, constituye una gran iniciación para el alma en su propio plano. Por esta razón la tercera iniciación es considerada como la primera iniciación mayor, pues las dos iniciaciones anteriores producen muy poco efecto sobre el alma y sólo afectan al alma encarnada, el “fragmento” del todo.

 

Estos hechos son muy poco comprendidos y raras veces acentuados en la literatura publicada hasta ahora, donde el énfasis fue puesto siempre sobre las iniciaciones, en lo que afectan al discípulo en los tres mundos. Pero me ocupo específicamente de las iniciaciones en lo que afectan o no al alma, influyendo sobre su reflejo, la personalidad en los tres mundos. Por lo tanto, lo que he dicho tendrá poco significado para el lector común.

 

Desde el ángulo del yo personal, que se considera a sí mismo como el Morador en el Umbral, la actitud o estado mental ha sido inadecuadamente descrito como de total absorción en la luz del alma; tal es, la Gloria de la Presencia, transmutada por el Ángel, que la personalidad, con sus demandas y aspiraciones, desaparece completamente. Sólo queda el cascarón, la envoltura y el instrumento a través del cual la luz solar puede afluir para ayudar a la humanidad. Hasta cierto punto esto es verdad, pero -en último análisis- sólo es el intento del hombre para explicar con palabras los efectos transmutadores y transfiguradores de la tercera iniciación, lo cual no puede llevarse a cabo.

 

Infinitamente más difícil es el esfuerzo que realizo para describir la actitud y las reacciones del alma, el yo uno, el Maestro en el corazón, cuando reconoce el maravilloso hecho de su propia y esencial liberación, y de una vez por todas se da cuenta de que ahora es incapaz de responder a las vibraciones inferiores de los tres mundos, tal como son transmitidas al alma por su instrumento de contacto, la forma de la personalidad, forma que es ya incapaz de tal transmisión.

 

 

La segunda reacción del alma, una vez enfocada y aceptada esta comprensión, es que la liberación -cuando se ha logrado- presenta sus propias demandas:

1. Una vida de servicio en los tres mundos, muy familiar, aunque totalmente trascendida.

2. Un influyente sentido de amor dirigido a aquellos que aún buscan la liberación.

3. Un reconocimiento del triángulo esencial, convertido ahora en el centro de la vida conceptual del alma:

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El alma ahora vibra entre los dos puntos o pares de opuestos y actúa como centro invocador y evocador.

Ninguno de los conocimientos mencionados pueden ser registrados en la conciencia cerebral o en la mente de la personalidad iluminada.

Teóricamente puede percibirse alguna tenue visión de las posibilidades inherentes, pero ya no es la conciencia del discípulo servidor en los tres mundos, empleando la mente, las emociones y el cuerpo físico para llevar a cabo, en lo posible, el mandato y la intención jerárquica. Esto ha desaparecido con la muerte de la conciencia de la personalidad.

 

La conciencia es ahora la del alma misma, consciente de que no existe separación, instintivamente activa, espiritualmente obsesada por los planes del Reino de Dios, y totalmente libre de la atracción o del más leve control de la materia-forma; sin embargo, el alma responde aún a la sustancia-energía, y está sumergida en ella, y su analogía superior actúa todavía en los niveles del plano físico cósmico -los planos búdico, átmico, monádico y logoico.

 

¿Qué debe hacerse si queremos que la vida del alma sea plena y completa y tan enteramente incluyente que los tres mundos formen parte de su zona de percepción y su campo de servicio? La única forma en que puedo aclarar lo que debe realizar el alma, después de la tercera iniciación, puede resumirse de dos maneras:

 

Primero: El alma llega a ser un creador consciente, porque el tercer aspecto -desarrollado y dominado mediante la experiencia en los tres mundos, durante el largo ciclo de encarnaciones- ha alcanzado un grado de actividad perfecta.

En términos técnicos diré: la energía de los pétalos de conocimiento y la energía de los pétalos de amor están tan activamente fusionadas y mezcladas, que dos de los pétalos internos, rodeando la joya en el loto, ya no velan esta joya.

 

Hablo aquí simbólicamente. Debido a este acontecimiento, la muerte o la eliminación de la personalidad constituye la primera actividad en el drama de la creación consciente, y la primera forma creada por el alma es un sustituto de la personalidad. Así se crea un instrumento para el servicio en los tres mundos. Sin embargo, esta vez es un instrumento sin vida, deseos, ambiciones ni poder propio para pensar.

 

Es sólo una envoltura de sustancia, animada por la vida del alma, pero que -al mismo tiempo- responde y se adecua al período, a la raza y a las condiciones ambientales, donde el alma creadora ha elegido actuar. Reflexionen sobre esta afirmación y acentúen las palabras “adecuada a él”.

Segundo: El alma entonces se prepara para la futura cuarta iniciación. Es básicamente una experiencia monádica, y da por resultado -como bien saben- la desaparición o destrucción del vehículo del alma o cuerpo causal, y el establecimiento, por lo tanto, de una relación directa entre la mónada en su propio plano y la personalidad recientemente creada, vía el antakarana.

He presentado por primera vez, en orden consecutivo, estos dos puntos impartidos en la enseñanza esotérica; sin embargo, las insinuaciones han preparado el camino para ambos hechos.

 

También he dado información acerca del maya-virupa, a través del cual el Maestro actúa y establece contacto con los tres mundos que Él crea deliberadamente a fin de servir Sus propósitos y planes.

 

Constituye un sustituto definido de la personalidad y sólo puede ser creado cuando la vieja personalidad (construida y desarrollada durante el ciclo de encarnación) ha sido eliminada. Prefiero utilizar la palabra “eliminada” en vez de “destruida”. La estructura -en el momento de la eliminación- persiste, pero su vida separatista ha desaparecido.

 

Si reflexionan con toda claridad acerca de esta afirmación, observarán que ahora es posible lograr una total integración. La vida de la personalidad ha sido absorbida; todavía queda la forma de la personalidad, pero persiste sin tener verdadera vida propia; ello significa que ya puede ser la receptora de energías y fuerzas que necesita el Iniciado activo o Maestro, a fin de llevar a cabo la tarea de salvar a la humanidad. Los estudiantes hallarán de valor estudiar las tres “apariciones de Cristo”, tal como están registradas en El Evangelio:

 

 

1. Su aparición transfigurada, en el Monte de la Transfiguración. Ese episodio describe simbólicamente a la radiante alma y también a los tres cuerpos abandonados por la personalidad, e insinúa además la futura construcción de un vehículo de manifestación. San Pedro dijo: “Señor, construyamos aquí tres chozas” o tabernáculos.

 

2. Su aparición como la verdad misma (silenciosa, aunque presente), ante la barra o tribunal de justicia de Pilatos -repudiado por el mundo de los hombres, pero reconocido por la Jerarquía.

 

3. Su radiante aparición, después de la iniciación de la resurrección:

a. A la mujer en el sepulcro -simbolizando Su contacto con la Humanidad.

b. A los dos discípulos en el camino hacia Emaús -simbolizando Su contacto con la Jerarquía.

c. A los doce discípulos en la cámara superior -simbolizando Su contacto con la Cámara del Concilio del Señor del Mundo en Shamballa.

 

Por lo antedicho podrán ver la naturaleza efectiva de los resultados a que me he referido anteriormente en esta instrucción. El discípulo que ha eliminado (en el sentido técnico así como en el místico) el aferramiento de la personalidad, posee ahora la “libertad que otorga el Ashrama”, según se lo denomina, pudiendo moverse a voluntad entre sus discípulos e iniciados.

 

Nada existirá en su vida o cualidad vibratoria, que perturbe el ritmo del Ashrama; no existirá nada que obligue al Maestro a una “intervención pacífica”, como frecuentemente sucede durante las primeras etapas del discipulado; nada puede ya interferir en esos contactos y esferas de influencia superiores, sellados hasta ahora para el discípulo, por la intromisión de su propia personalidad.

 

 

 

 

 

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