CURACIÓN ESOTÉRICA

TRATADO SOBRE LOS SIETE RAYOS, Volumen 4

Alice A. Bailey & Maestro Tibetano (Djwhal Khul)

 

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Lo bello, lo bueno, lo verdadero y las enfermedades

 

 

Páginas 413-426

LEY IV

La enfermedad, tanto física como sicológica, tiene sus raíces en lo bueno, lo bello y lo verdadero, y sólo es un reflejo distorsionado de las posibilidades divinas. El alma frustrada, cuando trata de expresar plenamente alguna característica divina o realidad espiritual Interna, produce -dentro de la sustancia de sus envolturas- un punto de fricción. Sobre este punto están enfocados los ojos de la personalidad, lo cual conduce a la enfermedad. El arte del curador consiste en elevar hacia el alma -el verdadero curador dentro de la forma- los ojos que están enfocados hacía abajo. Entonces el tercer ojo, u ojo espiritual, dirige la fuerza curadora, y todo está bien.

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Esta ley comienza afirmando una de las paradojas de la enseñanza ocultista: que el bien y el mal son una y la misma cosa, aunque a la inversa constituyen los aspectos opuestos de una Realidad.

 

Debido a que el hombre es un alma, y espiritualmente determina actuar como alma, se produce la fricción entre el alma y la personalidad; esta fricción es la causa más importante (si no la principal) de todas las enfermedades.

 

Aquí tenemos la clave para comprender la frase ‘fuego por fricción”, el tercer aspecto de la divina “naturaleza ígnea” de Dios, porque “nuestro Dios es un fuego consumidor”. También se dice que su naturaleza se expresa por medio del fuego eléctrico, el fuego solar y el fuego por fricción. Estos tres fuegos fueron tratados con amplitud en Tratado sobre Fuego Cósmico e insinuado primero en La Doctrina Secreta.

 

 

Esta ley establece que por ser el hombre divino, el anhelo hacia la divinidad produce resistencia en los vehículos de expresión, la cual se localizará en alguna zona del cuerpo físico y producirá un punto de fricción; esta fricción, a su vez, establece una condición o zona de inflamación. Esto oportunamente conduce a cualquier tipo de enfermedad.

 

Es muy probable que tengamos aquí otra clave, la clave del problema que es motivo de tanta preocupación en el mundo metafísico: ¿por qué las personas avanzadas, los guías espirituales y aquellos que están orientados hacia la vida espiritual, sufren frecuentemente tantas dificultades físicas?

 

Probablemente se debe a que están en la etapa en que la energía del alma, afluyendo a través del cuerpo físico, halla en ese cuerpo la correspondiente resistencia de igual intensidad. Esta fricción establecida es tan aguda que genera rápidamente la enfermedad. Esto no es así para los verdaderos discípulos que han pasado la segunda iniciación; el problema de su mala salud es otro.

 

Tomemos esta cuarta ley frase por frase y tratemos de analizar en parte su significado:

 

1. La enfermedad, tanto física como psicológica, tiene sus raíces en lo bueno, lo bello y lo verdadero, y sólo es un reflejo distorsionado de las posibilidades divinas.

 

He demostrado que la enfermedad es fundamentalmente sicológica por naturaleza; existen, no obstante, enfermedades inherentes a la resistencia que ofrece el cuerpo físico denso (no sólo los cuerpos sutiles) al impacto de las energías superiores o inherentes a la sustancia planetaria o materia de la Tierra misma. Recuerden que el cuerpo físico está construido de tal materia. Esta primer cláusula de la cuarta ley expone los tres aspectos de la divinidad que producen enfermedad. A primera vista parece algo imposible, pero un cuidadoso estudio revelará su esencial veracidad. ¿Cómo puede lo bueno, lo bello y lo verdadero causar enfermedades de cualquier tipo? Veamos:

 

a. Lo Bueno. ¿Qué es lo bueno? ¿No es acaso la expresión de la voluntad al bien? Esta voluntad al bien ¿no se desarrolla y debería desarrollarse en el plano físico, en lo que denominamos voluntad entre los hombres? ¿No sería posible que el alma, tratando constantemente (en su propio plano) de adaptarse al Plan que complementa la divina voluntad al bien, se esfuerce por impulsar a su triple expresión, la personalidad, a expresar buena voluntad -haciéndolo en la etapa correcta desarrollo evolutivo y cuando está activa y funcionante?

 

Sin embargo debido a la resistencia de la naturaleza forma, aún inadecuada para la deseada expresión divina, se produce inmediatamente la fricción y aparece la enfermedad.

 

Creo que aún considerando brevemente las preguntas formuladas más arriba, se demostrará la probabilidad de que la inclinación del alma hacia “lo bueno” produce resistencia en el plano físico, y la perturbación así engendrada en la conciencia del hombre puede producir y produce enfermedad.

 

Tal tipo de enfermedad es responsable de la mayoría de las dificultades que sufren las personas evolucionadas, los aspirantes y discípulos.

 

Dicha fricción produce entonces una reacción secundaria y lleva a esas condiciones sicológicas denominadas “depresión, complejo de inferioridad y sentido de fracaso”. Esta particular fuente de enfermedad, “lo bueno”, afecta principalmente a los tipos mentales.

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b. Lo Bello. Tenemos aquí una palabra que califica el deseo de todos los hombres por lograr lo que consideran un objetivo deseable como norma de vida, y por el cual han decidido luchar. Lo bello, desde el ángulo del aspecto divino, concierne a la cualidad de la vida. Quisiera remitirlos a la definición inicial dada en el primer tomo de este tratado, de las palabras espíritu - alma - cuerpo, definiéndolas como vida - cualidad - apariencia.

Vida es la expresión de la energía de la divina voluntad al bien;

cualidad es la expresión de la energía del alma, y en la actualidad esta energía actúa predominantemente a través de la vida de deseos y de la determinación de los hombres, en cada etapa de evolución, de poseer, adueñarse y gozar de lo que ellos consideran bello.

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Una definición de “lo bello” y la gama de deseos del hombre, difieren ampliamente y dependen del grado de evolución; sin embargo todo ello depende de la perspectiva de la vida de quien desea y del lugar que ocupa en la escala de la evolución.

 

Cuando el hombre es incapaz de lograr en un momento dado lo que considera “bello”, determina su predisposición a la enfermedad, la cual se ha originado por esa fricción interna.

 

En la actual etapa de desarrollo racial, una mayoría es arrastrada a condiciones enfermizas, como resultado de la fricción iniciada en la lucha por lograr “lo bello”; una lucha obligada, impuesta como anhelo evolutivo, porque son almas y están bajo la influencia de la cualidad del segundo aspecto divino.

 

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c. Lo Verdadero. Se dice que lo verdadero o la verdad, constituye la medida de la expresión divina, que cualquier hombre puede manifestar en su particular grado de evolución o en cualquier etapa de la historia de sus encarnaciones. Esta expresión de la verdad presupone que detrás de lo que logra expresar hay mucho que es incapaz de manifestar; el alma es constantemente consciente de ello.

 

Esta incapacidad de vivir a la altura de este elevado ideal, del cual el hombre -en su nivel particular- es consciente y puede concebir, en sus momentos mejores y esclarecidos, produce inevitablemente un punto de fricción, aunque el hombre sea inconsciente de ello.

 

Una de las principales manifestaciones de esta particular fricción y la condición enfermiza que produce, es el reumatismo, muy difundido hoy y lo ha sido durante siglos;

desde el punto de vista médico no existe una causa atribuible y comprobada, y los ortodoxos llegan a muchas conjeturas y conclusiones.

 

Afecta principalmente a la estructura ósea, siendo en realidad el resultado de la incapacidad del alma para expresar “lo verdadero” dentro del hombre, el instrumento del alma en los tres mundos.

 

El hombre, a su vez, no importa su posición inferior en la escala de la evolución, siempre es consciente de lo inalcanzable; constantemente se da cuenta del anhelo por mejorar, el cual no está relacionado con la expresión de la voluntad al bien o con “lo bello” (aunque puede ser consciente de ello, en mayor o menor grado), pero sí definidamente con la expresión de algo más cercano al ideal del hombre, tal como él lo ve y en el plano físico. Por lo tanto se inicia la fricción y se produce algún tipo de enfermedad.

 

Es interesante observar que esta incapacidad para expresar lo verdadero o para “ser la Verdad”, es la causa real de la muerte, entre los hombres que no han llegado a la etapa del discipulado o todavía no han recibido la primera iniciación.

 

El alma se cansa de responder a la fricción de su instrumento y determina concluir la experiencia en esa particular encarnación. La muerte, por lo tanto, sobreviene como resultado de la fricción iniciada.

 

Al estudiar estas ideas debe recordarse que:

a. Lo bueno controla al hombre, por intermedio del centro coronario, y la fricción producida se debe a la inactividad del centro ubicado en la base de la columna vertebral, el cual controla la expresión del primer aspecto divino en el hombre, mediante su interacción con el centro coronario. Esta interacción sólo ocurre cuando el hombre ha llegado a la etapa de discípulo o iniciado.

 

b. Lo bello controla por intermedio del centro cardíaco, y la fricción se produce cuando el centro plexo solar no responde. Por consiguiente se establece la fricción. El fin de esta condición y la evocación de la respuesta correcta desde el plexo solar se produce cuando las fuerzas del centro plexo solar se elevan y mezclan con la energía del centro cardíaco.

 

 

c. Lo verdadero como expresión de lo divino, establece su punto de centralización en el centro laríngeo; el fracaso de la personalidad en responder, y su incapacidad para expresar lo verdadero puede ser observada en la relación que existe entre centro sacro y el centro laríngeo. Cuando no existe esta relación, se produce fricción. No habrá una real expresión de “lo verdadero” hasta que las fuerzas del centro creador debajo del diafragma sean elevadas al centro creador laríngeo. Entonces “la Palabra,” que es esencialmente el hombre, “se hará carne” y se verá la verdadera expresión del alma en el plano físico.

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2. El Alma frustrada, cuando trata de expresar plenamente alguna característica divina o realidad espiritual interna, produce -dentro de la sustancia de sus envolturas- un punto de fricción.

 

Gran parte de esta afirmación la he abarcado anteriormente. Sin embargo llamaré la atención al respecto, pues en esta frase el énfasis está puesto sobre la responsabilidad del alma de producir la fricción. En el análisis de la frase anterior se hizo hincapié sobre la personalidad, que produjo fricción y la consiguiente enfermedad por su falta de respuesta. ¿No sería posible hallar en esta frase la clave que explica el propósito del dolor, del sufrimiento y hasta de la guerra? Recomiendo esto para que piensen cuidadosamente, y’ si es posible, lo hagan en forma iluminada.

 


3. Sobre este punto están enfocados los ojos de la personalidad, lo cual conduce a la enfermedad.

Tenemos aquí una insinuación muy interesante acerca del medio para dirigir la fuerza. El significado oculto del ojo y la naturaleza de su simbolismo son poco comprendidos. Esta referencia en realidad nada tiene que ver con los ojos del cuerpo físico. Las palabras “los ojos de la personalidad”, se refieren a la atención enfocada de la personalidad que emana de los cuerpos mental y astral, que son esencialmente los dos ojos del alma en encarnación. El empleo de esas dos ventanas u ojos del alma, llevan a una concentración de energía (en este caso es estrictamente energía de la personalidad) en el vehículo etérico. Dicha energía es dirigida a la zona del malestar y por lo tanto al punto de fricción.

Esta fricción es mantenida y acrecentada por las fuerzas enfocadas en dicho punto.

 

La gente no tiene la menor idea -hablando objetivamente- de cómo aumenta la potencia de la enfermedad por la atención prestada y el pensamiento constantemente dirigido a esa zona donde está localizada la dolencia.

 

Las energías mental y emocional ejercen presión sobre la zona enferma y los “ojos de la personalidad” constituyen un poderoso factor para mantener la enfermedad.

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En esta frase tenemos, además, una clara e inequívoca expresión del hecho de que las condiciones mentales y emocionales conducen a la enfermedad.

 

La actividad del alma y el impacto de su energía debe penetrar en el cuerpo físico a través de los cuerpos sutiles, y el punto de fricción (el resultado de la resistencia) se establece primero en el cuerpo mental, luego es repetido aún más potentemente en el cuerpo astral y reflejado en el cuerpo físico; éstos (y es el abecé del ocultismo, que frecuentemente olvidan) constituyen la personalidad, por eso la fricción, lógicamente se halla en todas partes.

 

 

Será interesante que correlacionen lo que he dicho en otros escritos acerca de los ojos, con lo que acabo de decir.

 

Como bien saben, y está establecido en La Doctrina Secreta, el ojo derecho es el “ojo de budi” y el izquierdo “el ojo de manas” -esto se refiere (en lo que respecta a budi) a la mente superior y al hombre tal como finalmente aparecerá.

 

En el ser humano común y antes de que adquiera perfección, el ojo derecho, cuando está dirigido conscientemente a un objeto, trasmite la energía del cuerpo astral, y el ojo izquierdo dirige la energía de la mente inferior.

 

 

Entre ambos ojos rectores tenemos el centro ajna, similar a un tercer ojo o agente directriz para las energías mezcladas y fusionadas de la personalidad;

 

relacionado a este tercer ojo, a medida que despierta y entra en función activa, tenemos lo que llamamos “el ojo del alma”; punto situado en el centro más elevado de la cabeza.

 

 

 

El ojo del alma puede trasmitir y trasmite energía al centro ajna, siendo él mismo agente (antes de la cuarta iniciación) de la energía de la Tríada espiritual.

 

Esta relación esotérica sólo se establece cuando el alma domina su instrumento, la personalidad, y pone bajo su dirección todas las actividades inferiores del plano físico.

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En el hombre perfecto tenemos, por lo tanto, los siguientes agentes o distribuidores de energías:

1. El ojo del alma agente de la Tríada espiritual Voluntad.
2. El tercer ojo agente del alma Amor.
3. El ojo derecho distribuidor de la energía búdica.
4. El ojo izquierdo transportador de la energía manásica pura.
5. El centro punto de enfoque y de dirección para todas esas energías.

 

 

En el discípulo y en el hombre que comienza a actuar como alma, tenemos:

1. El tercer ojo distribuidor de la energía del alma.
2. El ojo derecho agente de la energía astral.
3. El ojo izquierdo agente de la energía mental inferior.
4. El centro ajna punto de enfoque de estas tres energías.

 

 

En el hombre común la situación será la siguiente:

1. El ojo derecho agente de la energía astral.
2. El ojo izquierdo agente de la energía mental.
3. El centro ajna estación distribuidora.

 

A medida que se acrecienta el conocimiento ocultista, alrededor de los ojos y su función simbólica se erigirá toda una ciencia de distribución de energía y se comprenderá su empleo esotérico. Aún no ha llegado el momento para ello, aunque ya se conoce el poder del ojo humano enfocado para llamar la atención sobre una persona. Podría hacer una sugerencia: el nervio óptico simboliza el antakarana, y la estructura del globo del ojo es uno de los símbolos más hermosos de la triple deidad y del triple hombre.


4. El arte del curador consiste en elevar hacia el alma -el verdadero curador dentro de la forma- los ojos que están enfocados hacia abajo.

 

En su más evidente e inferior significado, esta frase dice sencillamente que el curador debe ayudar al paciente a apartar la mirada de si mismo, y a elevar y reorientar la energía dirigida para que el “punto de fricción” no constituya hoy el objeto de atención y se le presente una nueva preocupación. Durante largo tiempo fue la práctica que intentaron realizar todos los curadores, pero esto tiene un sentido más esotérico de lo que creen y que me es un tanto difícil explicar.

 

Hemos visto que el punto de fricción (responsable de la enfermedad) ha sido causado por lo bueno, lo bello y lo verdadero, en conflicto con las fuerzas del hombre inferior. También hemos visto que esto constituye una ley fundamental, que él sabe que debe aceptar y trabajar con ella inteligentemente. Por consiguiente, ¿cómo puede aplicar esta ley para lograr los resultados deseados?

 

Las afluyentes energías del alma penetran en el cuerpo físico a través del vehículo etérico, y son responsables de la dificultad que produce la fricción y su consecuencia, la enfermedad; han “descendido y hecho contacto” vía el sutratma, estando ancladas en tres centros principales, como bien saben, los centros mayores.

 

Desde éstos, de acuerdo con la naturaleza del hombre, el rayo, el desarrollo y las flaquezas y limitaciones, son distribuidas en varias zonas del cuerpo físico, causando puntos de fricción o manifestándose como cualidades divinas.

 

Donde la fricción y la resultante enfermedad están presentes, y el paciente tiene la suerte de contar con un curador ocultista entrenado (sea iniciado o discípulo avanzado), estas energías serán devueltas -con o sin la colaboración del paciente- a sus puntos de distribución, los tres centros superiores, y ello de acuerdo al tipo de energía que está produciendo la dificultad.

 

 

No podrán ser enviadas fuera del cuerpo a través del centro coronario, pues en ese caso el hombre moriría, pero pueden ser esotéricamente “rechazadas, desde el punto de fricción, hasta su punto de emanación, pero no hasta su Fuente de origen”, según lo expone un antiguo libro sobre curaciones.

 

 

 

La energía es enviada desde la zona infectada (empleando una palabra inadecuada, pues carecemos de palabras correctas para estas nuevas ciencias) al punto de fricción y de allí al centro que controla esa zona y por medio de la cual la energía del alma penetró en el cuerpo físico denso.

 

En consecuencia el curador trabaja simultáneamente con dos aspectos del cuerpo físico, el denso y el etérico. Desde ese centro, la energía involucrada es recogida y devuelta a cualquiera de los tres centros mayores, o (si uno de ellos está involucrado) la energía es recogida e impulsada hacia el centro coronario y allí retenida. No obstante, se ha de tener presente que esta fase del trabajo del curador comprende dos partes:

 

1. La etapa esotérica “de elevación” o “impulso”. Esto en sí se divide en dos fases:
a. Recogimiento de la energía.
b. Reenfoque en su centro de distribución.

 

2. La etapa posterior cuando el trabajo del curador ha sido realizado y el paciente ha mejorado, o cuando el tratamiento no ha tenido éxito. En esta etapa, la energía que ha sido “impulsada” es devuelta al centro y al lugar donde estuvo el punto de fricción.

 

 

Será evidente que este tipo de trabajo de curación es únicamente posible para la persona muy entrenada, siendo por lo tanto innecesario que me explaye más sobre esta técnica. Sin embargo, a veces es útil ver las metas lejanas.

 

Todo lo realizable en la actualidad respecto a esta afirmación, es trasladar la atención del paciente (si es capaz de responder a sugerencias) hacia el alma, y ayudarlo, simplemente, a mantener su conciencia lo más cerca posible de su alma. Esto ayudará a despejar los canales por los cuales pueda descender la energía y también retirarse automáticamente, porque la energía sigue al pensamiento.

 

En último análisis, la verdadera curación esotérica es algo muy simple en comparación con los intrincados y complejos detalles acerca del mecanismo humano y sus enfermedades, que debe encarar el médico moderno.

 

El curador espiritual se ocupa de la zona donde se establece la enfermedad, con su centro etérico controlador y su analogía superior y con las tres energías que provienen del alma, responsables de producir el punto o puntos de fricción.

 

El resto de su trabajo implica el empleo de la imaginación creadora, el poder de visualización y el conocimiento del pensamiento científico, basado en la fundamental y universal ley de que “la energía sigue al pensamiento”.

 

Tal visualización y modo de pensar científico no involucra (en lo que concierne a la curación) la construcción de formas mentales, sino la habilidad de mover y dirigir corrientes de energía.

 

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5. Entonces el tercer ojo, u ojo espiritual, dirige la fuerza curadora y todo está bien.

 

Aquí se refiere al ojo del curador y no al del paciente; el curador lo emplea conjuntamente con el ojo del alma.

Cuando se trata de la curación de una persona muy avanzada, capaz de colaborar conscientemente, el tercer ojo del paciente también puede estar activo, y así dos corrientes muy poderosas de energía dirigida pueden penetrar en la zona donde el punto de fricción está localizado. Sin embargo, en los casos comunes, donde no hay conocimiento ocultista por parte del paciente, el curador hace todo el trabajo, y esto es deseable. La colaboración de quienes son inexpertos y de aquellos que están preocupados emocionalmente con sus dificultades no es de verdadera ayuda.

Las pocas insinuaciones dadas al analizar las frases que componen la cuarta ley proporcionarán mucho material para reflexionar; ahora consideraremos la regla conectada con esta ley.

 

Debería recordarse, a medida que estudiamos estas leyes y reglas, que

Las leyes son impuestas al curador y proveen las inalterables condiciones bajo las cuales debe trabajar, y no puede ni debe evadirlas.

 

Sin embargo, las reglas se las impone a sí mismo, y constituyen condiciones que es aconsejable seguir si quiere tener éxito. Mucho depende de su comprensión de las reglas y de su capacidad para interpretarlas correctamente.

Son una traducción o adaptación de antiguas reglas, que desde el comienzo del tiempo han condicionado a todos los curadores esotéricos que trabajan regidos por la impresión jerárquica.

 

En los primitivos días de su aplicación fueron sometidas a los miembros de la Jerarquía de esa época y aceptadas por ellos -época o edad de la antigua Lemuria- y tuvieron que ser interpretadas en forma distinta de la moderna; recién ahora está emergiendo el significado moderno. Podría decirse que:

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1. En la raza lemuria estas reglas fueron aceptadas por los miembros de la Jerarquía. Sólo siendo miembro de la Jerarquía podía conocérselas y trabajar con ellas.

 

2. En la raza atlante se exteriorizaron en tal medida que fueron dadas y permitido su uso a los discípulos que no habían recibido ninguna iniciación y a los que habían recibido sólo la primera. Su interpretación atlante cobra en gran parte la comprensión moderna, pero no son adecuadas para esta época ni para el ser humano de tipo mental.

 

3. En nuestra raza aria, hoy está emergiendo un nuevo significado, y ese significado y su nueva interpretación trataré de explicar.

A la primera regla no se le dio una nueva interpretación porque era evidentemente moderna en sus implicaciones. En efecto, no constituye parte del texto antiguo original, de donde fueron extraídas estas importantes reglas, pero es relativamente moderna, habiendo sido formulada en los primeros días de la era cristiana. Es una regla clara y concisa e implica cuál debe ser la naturaleza de los pensamientos del curador:

1. Conocer el tipo de pensamiento que condiciona al paciente.
2. Ser capaz de penetrar hasta el origen del malestar, o hasta su trasfondo sicológico; por lo tanto se ha de emplear el poder mental.
3. Ser capaz de relacionar causa y efecto; la mente siempre es el agente que establece la relación.

 

En las antiguas Lemuria y Atlántida la mente estaba prácticamente pasiva y en realidad casi no funcionaba; sólo ahora, en la raza actual, está comenzando a dominar la naturaleza mental del hombre, por consiguiente corresponde dar la nueva y moderna interpretación de estas reglas (basadas en el principio mente), y lo haré a continuación.

 

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REGLA DOS

El curador debe adquirir pureza magnética a través de la pureza de vida. Debe lograr esa dispersiva irradiación que se manifiesta en todo hombre que ha vinculado los centros de la cabeza. Cuando se ha establecido tal campo magnético, entonces surge la irradiación.

 

Oriente siempre ha hecho hincapié sobre la pureza magnética pero ha ignorado totalmente la pureza física, tal como la comprende Occidente, que ha puesto el énfasis sobre la pureza física externa, pero nada sabe acerca de la pureza magnética; esta última está basada mayormente (aunque no en forma totalmente errónea) sobre el efecto de la emanación áurica y de su pureza o impureza. En esta regla se aconseja al curador:

 

1. Adquirir pureza magnética a través de la pureza de vida.
2. Dispersar la irradiación, vinculando los centros de la cabeza.
3. Establecer un campo radiatorio, utilizando este campo magnético.

Resultado: RADIACIÓN.

 

Lo interesante en esta regla es que vincula en una sola actividad las dos posibles formas de curación espiritual -irradiante y magnética. El verdadero curador mezcla automáticamente ambos métodos de curación y los emplea automática y simultáneamente porque trabaja a través de la zona magnética, comprendida dentro del radio de influencia de los tres centros de la cabeza, o dentro del triángulo formado por ese vínculo.

 

En la época lemuria el curador lograba su objetivo aplicando drásticas disciplinas físicas, obteniendo así la necesaria pureza. Como saben, la finalidad del esfuerzo jerárquico en esos días, consistía en enseñar al hombre primitivo el empleo y propósito del cuerpo físico y su control inteligente; el hombre que dominaba el cuerpo y lo controlaba, como un maquinista controla su máquina, era considerado entonces un iniciado.

En la actualidad lo que hace al hombre un iniciado es el dominio de la personalidad. Se exigía estricto celibato, un cuidadoso régimen alimenticio y cierta medida de limpieza corporal, además de los rudimentos del Hatha Yoga (control embrionario físico y atlético, principalmente control muscular). Obtenido esto, la así llamada pureza permitía afluir libremente las corrientes pránicas del curador al paciente, a través de los centros sacro y laríngeo -el curador espiritual trabajaba a través del centro laríngeo y el punto de recepción era el centro sacro del paciente; no se utilizaban los centros cardíaco ni coronario.

 

Prana, podría ser definido para ustedes como la vitalidad del planeta, su emanación vital; esto es lo que distribuye o transfiere el curador nato (que no ha tenido entrenamiento ni posee mucho conocimiento esencial y poca o ninguna orientación espiritual). Cura, pero no sabe cómo ni por qué; el prana fluye simplemente a través de él como una fuerte corriente de vitalidad animal, comúnmente del centro esplénico y no de alguno de los siete centros.

Estas drásticas disciplinas físicas a menudo son aplicadas hoy por los aspirantes bien intencionados; practican el celibato, el estricto vegetarianismo, ejercicios de relajamiento y muchos tipos de ejercicios físicos, con la esperanza de controlar el cuerpo. Estos tipos de disciplinas serán muy buenas para el ser humano no evolucionado y del tipo más inferior, pero no son métodos que debe emplear el hombre común o el aspirante practicante.

 

La concentración en el cuerpo físico sólo sirve para aumentar su potencia, nutrir sus apetitos y hacer salir a la superficie de la conciencia aquello que debería estar firmemente recluido bajo el umbral de la conciencia.

 

El verdadero aspirante debería ocuparse del control emocional y no del control físico, y hacer el esfuerzo para enfocarse en el plano mental antes de lograr un contacto estable con el alma.

 

En la época atlante la atención del cuerpo físico denso se trasladó lentamente al vehículo emocional. El iniciado de esa época comenzó a enseñar a sus discípulos que el cuerpo físico era en realidad sólo un autómata, y para lograr la pureza debían tener en cuenta al cuerpo de deseos y la naturaleza y cualidad de sus deseos habituales.

 

En esta raza comenzó lentamente a manifestarse el primer magnetismo personal. Los primeros y primitivos lemurianos no eran magnéticos, tal como entendemos la palabra, pero en los días atlantes se manifestó cierta medida de irradiación magnética, aunque no en la extensión que ahora es frecuente y posible. Alrededor de las cabezas de los atlantes avanzados podían verse perfilados tenuemente los primeros indicios del halo.

 

La pureza magnética llegó a ser la meta y una posibilidad, pero dependía del control emocional y la purificación de la naturaleza-deseo, produciendo automáticamente un mayor grado de pureza del vehículo físico denso, que la lograda por los iniciados de Lemuria.

 

Las enfermedades del cuerpo se hicieron más sutiles y complejas y aparecieron las primeras enfermedades psicológicas y las distintas dolencias basadas definidamente en las emociones.

 

Ya nos hemos ocupado de este tipo de dolencias anteriormente en este tratado. El curador de entonces trabajaba a través del centro plexo solar y (si era un iniciado) a través del cardiaco. No existía una zona o campo magnético de energía en la cabeza.

 

Hoy, en nuestra raza aria, la pureza magnética no depende de las disciplinas físicas, sino, para una mayoría, de las disciplinas emocionales; pero en el caso del verdadero curador de la nueva era, depende de “la zona magnética iluminada de la cabeza”. Esto proporciona un campo de actividad pera el alma, que actúa a través de los centros de la cabeza, enfocándose en el campo magnético que éstos abarcan.

 

Cuando todos los poderes del cuerpo y la atención dirigida del curador se hallan centrados en la cabeza, y cuando el cuerpo astral está pasivo y la mente o un transfusor activo de la energía del alma, a los tres centros de la cabeza, entonces tenemos una establecida irradiación o emanación de energía, constituyendo una poderosa fuerza durante la curación.

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La irradiación es intensa, pero no tanto “desde el aspecto familiar” de la luz, sino por lo que abarcan sus emanantes rayos de energía activa que llegan al paciente y energetizan el centro necesario. Todos los centros del cuerpo del paciente pueden ser receptivos a estas energías, y no sólo uno, como en los dos tipos anteriores de curación.

 

Cuando lo permite el karma o canon de vida del paciente, estos rayos de energías (que emanan desde el campo magnético de la cabeza del curador) se convierten en lo que se llama una “irradiación dispersiva”, pudiendo expulsar las fuerzas que crean o agravan la enfermedad.

 

Cuando esta irradiación dispersiva es Incapaz (debido al destino del paciente) de obtener la curación física, no obstante ser dirigida para disipar las dificultades sutiles, tales como cualquier forma de temor, desequilibrio emocional y ciertas dificultades sicológicas, entonces se agranda enormemente el problema que el paciente enfrenta.

 

Los curadores harían muy bien en recordar que cuando los tres centros de la cabeza están vinculados, y por lo tanto se ha establecido el campo magnético y hay irradiación, el curador puede entonces emplear el centro ajna como agente directriz para esta “irradiación dispersiva”.

 

Es interesante observar que los dos centros mayores de la cabeza (correspondientes a atma-budi, o el alma) son los centros coronario y alta mayor y corresponden esotéricamente a los agentes distribuidores de los ojos derecho e izquierdo, como lo son las dos glándulas de la cabeza: la pineal y el cuerpo pituitario.

 

En consecuencia tenemos en la cabeza tres triángulos, de los cuales dos son distribuidores de energía y el tercero distribuidor de fuerza.


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Oportunamente el curador entrenado trabaja y emplea conscientemente estos triángulos. Aún está muy lejana la época en que esto será posible.

 

En la actualidad el curador debe trabajar por medio de la visualización y el poder de la imaginación creadora. A medida que imagina, por medio de la visualización, la relación de estos triángulos entrelazados, superponiéndolos uno sobre otro, comenzando con el primero, hace un definido trabajo de ubicación creadora, luego de vitalización creadora y finalmente de dirección creadora.

 

Estas tres palabras: ubicación, vitalización y dirección, indican los resultados que obtendrá el curador si obedece a esta regla. La atención está ubicada; el campo magnético está vitalizado espiritualmente; entonces la radiación vital generada es distribuida y dirigida correctamente mediante el tercer triángulo. Esto parece un procedimiento algo complicado, pero después de una pequeña práctica este ejercicio de curación, de ubicación, de vitalización y de dirección, llega a ser casi instantáneo y automático.

 

Ahora consideraremos una ley extensa y algo complicada, que intenta abarcar tanto terreno que a primera vista podría confundir.

 

 

 

 

 

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