CURACIÓN ESOTÉRICA

TRATADO SOBRE LOS SIETE RAYOS, Volumen 4

Alice A. Bailey & Maestro Tibetano (Djwhal Khul)

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Leyes y Reglas de la Curación Esotérica, Ley I

 

 

 

Enumeración y Aplicación de las Leyes y Reglas


Nota: Algunas de estas Reglas están conectadas con ciertas Leyes y las consideraré en su correcta relación. He pedido a A. A. B. la confección de una lista de las diez leyes y -cuando una regla está vinculada a una ley particular- dar esa regla con dicha ley. Las reglas se han de enumerar nuevamente y no siguen el orden impartido anteriormente.

 

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LEY I

Toda enfermedad es el resultado de la inhibición de la vida del alma. Esto es verdad para todas las formas de todos los reinos. El arte del curador consiste en liberar al alma, a fin de que su vida pueda fluir a través del conglomerado de organismos que constituyen una forma determinada.

 

LEY II

La enfermedad es el producto de tres influencias y está sujeta a ella: Primero, el pasado del hombre, en que paga el precio de antiguos errores; segundo, su herencia, donde comparte con todo el género humano esas contaminadas corrientes de energía de origen grupal; tercero, su participación, con todas las formas naturales, de aquello que el Señor de la Vida impone a Su cuerpo. Estas tres influencias son denominadas “La antigua Ley de Participación del Mal”. Algún día ésta debe ceder su lugar a la nueva “Ley del Antiguo y Predominante Bien”, que reside detrás de todo lo que Dios ha creado. Esta ley debe ser puesta en vigencia por la voluntad espiritual del hombre.

 

REGLA UNO

El curador debe entrenarse a fin de conocer el nivel interno de los pensamientos y deseos de quien busca su ayuda. Así podrá conocer la fuente de donde proviene la dolencia. Debe relacionar la causa y el efecto, y conocer el punto exacto por el cual debe llegar el alivio.

 

 

 

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LEY III

Las enfermedades son el efecto de la centralización básica de La energía vital del hombre. Del plano en que dichas energías están enfocadas provienen esas condiciones determinantes que producen mala salud. En consecuencia, se manifiestan como enfermedad o como buena salud.

 

LEY IV

La enfermedad, tanto física como sicológica, tiene sus raíces en lo bueno, lo bello y lo verdadero, y sólo es un reflejo distorsionado de las posibilidades divinas. El alma frustrada, cuando trata de expresar plenamente alguna característica divina o realidad espiritual Interna, produce -dentro de la sustancia de sus envolturas- un punto de fricción. Sobre este punto están enfocados los ojos de la personalidad, lo cual conduce a la enfermedad. El arte del curador consiste en elevar hacia el alma -el verdadero curador dentro de la forma- los ojos que están enfocados hacía abajo. Entonces el tercer ojo, u ojo espiritual, dirige la fuerza curadora, y todo está bien.

 

REGLA DOS

El curador debe adquirir pureza magnética a través de la pureza de vida. Debe lograr esa dispersiva irradiación que se manifiesta en todo hombre que ha vinculado los centros de la cabeza. Cuando se ha establecido tal campo magnético, entonces surge la irradiación.

 

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LEY V

No existe nada más que energía, porque Dios es Vida. En el hombre se unen dos energías, pero hay otras cinco presentes. Para cada una ha de encontrarse un punto central de contacto. El conflicto de esas energías con las fuerzas, y de las fuerzas entre sí, producen los males corporales del hombre. El conflicto entre las primeras y las segundas persiste durante edades, hasta llegar a la cima de la montaña, la primera gran cima. La lucha entre las fuerzas produce las enfermedades, males y dolores corporales que buscan la liberación en la muerte. Las dos, las cinco y también las siete, además de aquello que ellas producen, poseen el secreto. Ésta es la quinta Ley de Curación dentro del mundo de la forma.

REGLA TRES

Que el curador concentre la necesaria energía en el centro necesario. Que ese centro corresponda al centro necesitado. Que ambos se sincronicen y juntos aumenten la fuerza. Así la forma que espera trabajará equilibradamente. Así los dos y el uno, correctamente dirigidos, curarán.

 

 

 

LEY VI

Cuando las energías constructoras del alma están activas en el cuerpo, entonces hay salud, limpia interacción y correcta actividad. Cuando los constructores son los señores lunares, los cuales trabajan controlados por la Luna y a las órdenes del yo inferior personal, entonces hay enfermedad, mala salud y muerte.

 

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LEY VII

Cuando la vida o energía fluye sin impedimentos y, mediante la correcta dirección, alcanza su precipitación (la glándula relacionada), entonces la forma responde y la mala salud desaparece.

 

REGLA CUATRO

El cuidadoso diagnóstico de la enfermedad, basado en los síntomas externos verificados, será simplificado en tal medida que, cuando sea conocido y aislado el órgano implicado, el centro en el cuerpo etérico en más estrecha relación con él, será sometido a los métodos de curación esotérica, aunque no serán rechazados los métodos comunes, paliativos, médicos o quirúrgicos.

 

 

 

LEY VIII

Enfermedad y muerte son el resultado de dos fuerzas activas. Una es la voluntad del alma que dice a su instrumento: Yo retiro la esencia. La otra es el poder magnético de la Vida planetaria que dice a la vida, dentro de la estructura atómica: “La hora de la reabsorción ha llegado. Retorna a mí.” Así, de acuerdo a la ley cíclica, actúan todas las formas.

 

REGLA CINCO

El curador debe tratar de vincular su alma, corazón, cerebro y manos. Así puede verter la fuerza vital curadora sobre el paciente. Esto es trabajo magnético. Puede curar la enfermedad o acrecentar el estado maligno, de acuerdo al conocimiento del curador.


El curador debe tratar de vincular su alma, cerebro, corazón y emanación áurica. Así su presencia puede nutrir la vida del alma del paciente. Esto es trabajo de irradiación. Las manos no son necesarias. El alma despliega su poder. El alma del paciente, a través de la respuesta de su aura, responde a la irradiación del aura del curador, inundada con la energía del alma.

 

 

LEY IX

La perfección hace surgir la imperfección a la superficie. El bien expulsa el mal de la forma del hombre, en tiempo y espacio. La inofensividad es el método usado por el Ser Perfecto y empleado para el Bien. Esto no es negatividad, sino perfecto equilibrio, cabal punto de vista y comprensión divina.

REGLA SEIS

El curador o el grupo de curación debe mantener sujeta la voluntad, pues no debe emplearse la voluntad, sino el amor.

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LEY X

Atiende, oh discípulo, al llamado que el Hijo hace a la Madre, y luego obedece. La Palabra anuncia que la forma ha cumplido su propósito. El principio mente entonces se organiza a sí mismo, y luego repite la Palabra. La forma expectante responde y se desprende. El alma queda liberada.


Responde, Oh Naciente Uno, al llamado que proviene de la esfera de la obligación; reconoce el llamado que surge del Ashrama o de la Cámara del Concilio donde espera el Señor Mismo de la Vida. Se emite el Sonido. Tanto el alma como la forma deben renunciar al principio vida y así permitir a la Mónada liberarse. El alma responde. La forma rompe entonces la conexión. La vida queda ya liberada, debido a la cualidad del conocimiento consciente y al fruto de todas las experiencias. Estos son los dones del alma y de la forma, combinados.

Nota: Esta última ley es la enunciación de una nueva que sustituye a la Ley de la Muerte y se refiere sólo a quienes están en las últimas etapas del sendero del discipulado y en las del sendero de iniciación.

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Aplicación de las Leyes y Reglas

En las últimas páginas he aclarado ampliamente el tema, indicando -aún corriendo el riesgo de producir algún desaliento- ciertos requisitos esenciales para el curador de la nueva era y también algún contacto que deberá establecer con facilidad y prontitud cuando trata de curar.

También definí la naturaleza de la Ley. Esto fue preliminar a la consideración de las Leyes, a las cuales el curador debe ajustarse, y de las Reglas que automática e intuitivamente obedecerá.

 

Podríamos considerar estas Leyes y Reglas en mutua relación y también con el curador, pues varias de las Reglas están íntimamente relacionadas con una Ley que controla al curador.

 

 

 

Por la definición anterior, resultará evidente, en último análisis, que la enfermedad, la muerte, la mentira, la falsedad y la desesperación, son inherentes al planeta mismo, porque nuestro Logos planetario (como lo afirmé anteriormente, cuando ayudaba a H. p. B. a escribir La Doctrina Secreta) es un “Dios Imperfecto”.

 

Después de la actual gran crisis mundial, incidental a nuestro Logos planetario, y habiendo recibido por lo tanto una iniciación cósmica, pasó al sendero cósmico, disminuyendo palpablemente sus imperfecciones; habrá mucha menos desesperación y enfermedad en la tierra una vez que se hayan efectuado los necesarios reajustes planetarios.

 

Ustedes no lo verán aún, porque los reajustes tardarán siglos para efectuarse en tan amplia escala. Por lo tanto lo que tengo que decir respecto a la futura curación de la enfermedad no tendrá un valor práctico durante mucho tiempo, pero deben ser consideradas y discutidas la teoría y las indicaciones acerca de su posibilidad.

 

También, durante mucho tiempo, la ciencia médica y el conocimiento quirúrgico desempeñarán una parte valiosa en la medicina preventiva, prácticas paliativas y procesos curativos. A éstos se agregarán acrecentadamente numerosos métodos psicológicos de curación, los cuales irán de la mano con los dos mencionados, anexándose a éstos los servicios de los curadores espirituales; así se irá desarrollando constantemente un acercamiento cabal al entero hombre, necesidad reconocida hoy en todas partes por médicos de ideas progresistas. Así también por medio del método experimental de prueba y error, mucho se aprenderá.

 

Los procesos de curación que estoy delineando e indicando por medio de estas Leyes y Reglas, son fundamentalmente nuevos. No se basan en afirmaciones como las de la Christian Science y otros cultos de curación mental; no tienen su fundamento en orígenes comprobados ni en pretendidos resultados, que sólo será posible alcanzar cuando la raza logre un nivel mucho más elevado de perfección que el observado actualmente o que sea factible de desarrollo inmediato. Como he dicho repetidas veces en este tratado, nada existe fundamentalmente malo en las afirmaciones hechas por estos grupos y organizaciones, acerca del hombre que ha llegado a expresar el alma y a obtener conciencia crística.

 

Erróneo es pretender que el hombre común (que evidentemente no se halla en este avanzado punto de evolución) pueda realizar estos milagros de curación en sí mismo o en otros. Muy pocas personas han alcanzado esta etapa y ciertamente es muy raro que la alcance el curador que pertenece a dichos cultos y organizaciones. El curador de la nueva era reconocerá las limitaciones y las circunstancias condicionantes, además del destino. Esto predispone al desarrollo interno de los poderes que otorgan conocimiento. También será espiritualmente consciente de que la curación del cuerpo físico no constituye siempre el más elevado bien espiritual; la sobrestimación y el serio y ansioso cuidado de la vida de la forma, del vehículo físico, no es de mayor importancia.

 

El curador de la nueva era no trabaja ni lo hará directamente con el cuerpo físico; siendo ocultista, no considera a ese cuerpo como un principio.

 

Actúa práctica y totalmente sobre el cuerpo etérico y las energías vitales, dejando que esas energías hagan impacto sobre el automatismo del cuerpo físico, de acuerdo a una intención dirigida; entonces producirán su efecto de acuerdo a la respuesta de ese cuerpo, que estará condicionado por muchos factores. Esas energías, dirigidas por medio del cuerpo etérico del paciente, o emanando de ese cuerpo, pueden traer la curación si el destino del paciente lo permite, o estimular de tal manera la zona enferma, que la dolencia sea llevada a una crisis y el paciente muera. Esto a menudo sucede bajo el tratamiento de los curadores de los cultos que ignoran las leyes de la curación y basan sus actividades en el conocimiento de una divinidad presente -aunque generalmente inexpresada.

 

Se requiere una mayor medida de percepción espiritual y comprensión mental antes de que pueda ser eficaz el sistema que propongo. Todo lo que doy en mis escritos es mayormente de índole precursora, y esto debe recordarse.

 

Estudiaremos ahora la Ley I; no tiene ninguna Regla agregada o relacionada con ella, pues es la afirmación básica de la principal teoría que fundamenta el trabajo del curador.

 

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LEY I

Toda enfermedad es el resultado de la inhibición de la vida del alma. Esto es verdad para todas las formas de todos los reinos. El arte del curador consiste en liberar al alma, a fin de que su vida pueda fluir a través del conglomerado de organismos que constituyen una forma determinada.

 

Esta ley indica que el triple hombre inferior puede ser destruido por la enfermedad debido a que no está controlado por el alma.

 

La enfermedad se aloja en el cuerpo físico, cuando la libre afluencia de la energía, que se vierte desde el alma, está inhibida y limitada.

 

El hombre verdadero, el alma en su propio plano, administra debidamente al organismo físico su energía creadora y regeneradora.

Cuando existe una total e inobstruída afluencia del alma, hacia los siete centros vitalizadores, tenemos la perfecta salud que manifiesta el iniciado de cuarto grado, a no ser que en su caso le sea aplicado un karma experimental o iniciador. No obstante, como regla general y aparte de estas condiciones planetarias, un iniciado de alto grado no necesita un curador, pues nada en él requiere ser curado.

 

¿Qué debe hacer el curador cuando se halla ante un paciente y se da cuenta de la inhibición, evidenciada por la enfermedad? ¿Trabaja con el alma del paciente, de acuerdo a la ley? ¿Trata de que esa alma (en su propio plano) afecte definidamente al hombre, supervisando la trasferencia de la energía del alma a la mente, y de la mente al cuerpo astral, y de allí al vehículo etérico?

 

De ningún modo.

 

En los casos de verdadera y grave enfermedad, el estado del paciente es por lo general de tal naturaleza que no le es posible responder convenientemente al tratamiento que intenta emplear, consciente o inconscientemente, el curador. Cualquier esfuerzo mental está más allá de su poder y por lo tanto no podría colaborar con el esfuerzo de su alma para transferir energía;

 

la actividad de su cuerpo astral generalmente está concentrada en la expresión de un gran deseo de vivir y de desembarazarse de la enfermedad, a no ser que el enfermo esté tan grave que haya llegado a la etapa donde sencillamente no le importa nada y vaya perdiendo rápidamente la voluntad de vivir.

 

A estas dificultades debe agregarse el hecho de que muy pocas personas se hallan tan integradas que pueden funcionar como personalidades íntegras, en respuesta a la estimulación del alma.

 

Se hallan polarizadas generalmente en cualquiera de sus tres cuerpos y este hecho también presenta para el curador una poderosa condición limitadora. Análoga y muy frecuentemente, el hombre está tan intensamente preocupado con el presente malestar y dolor del cuerpo físico denso, que las impresiones superiores que pudieran venir a través de la mente o de los cuerpos egoicos, serían incapaces de hacerlo.

¿Entonces, qué debe hacer el curador entrenado e instruido?

 

Ante todo debe comprender que el cuerpo etérico es el factor más importante y el principal vehículo de preocupación. En consecuencia concentra su atención sobre ese cuerpo de energía. Ello implica la necesidad de averiguar ciertos hechos y luego establecer algunos puntos de contacto eficazmente útiles.

Lo primero que debe averiguar es la fuerza con que el alma se ha aferrado, y todavía se aferra, a su personalidad. Debido a que el paciente vive aún, el curador se da cuenta de que el alma todavía está definidamente presente, por intermedio de los centros coronario y cardíaco del cuerpo etérico, anclando así los principios de conciencia y vida.

 

Si el paciente se halla inconsciente, las dificultades del curador se acrecientan grandemente en algunos casos, aunque disminuyen en otros.

 

Si es retirado el principio conciencia del centro coronario del cuerpo vital, entonces el curador sabe que puede sobrevenir la muerte y ve con más claridad su camino, particularmente si se produce una disminución de la luz de la vida, en el corazón.

 

Si la conciencia aún se halla poderosamente presente, se da cuenta que aún existe la posibilidad de curar, entonces puede, con mayor confianza, continuar con el trabajo a realizar. Me refiero a la persona común. En el caso de los iniciados esto es algo diferente, porque con frecuencia permanecen plenamente conscientes durante el proceso de la muerte.

 

Por consiguiente, comprenderán la fundamental necesidad de que el curador de la nueva era sea clarividente o -mucho mejor aún- posea la verdadera percepción espiritual con su don de infalibilidad. Su primer tarea es investigar o “ver ocultamente” el cuerpo etérico del paciente y así llegar al conocimiento siguiente:

 

1. La potencia con que el alma influye a su cuerpo etérico. Esto está indicado por el punto de luz en el centro coronario y su zona de irradiación.

 

2. La condición del centro etérico que controla o rige la zona en la cual está enfocado el malestar físico.

 

3. La relación de los centros ubicados arriba del diafragma, con los de abajo, porque le dará una indicación general del grado de evolución del hombre a ser curado.

 

Habiendo averiguado estos puntos, según su capacidad, podrá entonces tratar, de acuerdo a la ley de la “vida inhibida del alma”, y mediante el poder de su propia alma (trabajando en los niveles superiores del plano mental y a través de su centro coronario), de estimular el punto de la vida del alma en el cuerpo etérico del paciente.

 

Esto lo hará con la idea de llevar, si es posible, una mayor afluencia de la energía del alma del paciente hacia el centro coronario, a fin de que el hilo de la vida pueda llevar un mayor abastecimiento de la vida al corazón. De esta manera "la propia vivencia” del paciente producirá la curación deseada; aparentemente será curado por la naturaleza misma, o por el método normal y natural de una adecuada vitalidad, y así podrá desembarazarse de la enfermedad.

 

Cuando el curador, por lo tanto, reconoce y actúa con esta ley, reconoce y emplea los siguientes puntos de contacto:

1. El alma del paciente, anclada en su cuerpo etérico.

2. El alma del curador, abocada a la estimulación de ese punto de contacto con el alma, mediante el siguiente triángulo de energía:


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Esto pone en relación el cuerpo vital del curador con el del paciente, por intermedio de sus centros coronario y cardíaco, porque allí está enfocado y estrechamente involucrado el principio vida, y lo afecta cualquier cosa que ocurra.

 

3. Cuando este triángulo de energía funciona correctamente y se está recibiendo alguna respuesta del centro coronario del paciente, evocando un mayor contacto con el alma y produciendo una resultante afluencia de energía del alma dentro del centro coronario y de allí al centro cardíaco, entonces -por un acto de la voluntad y el empleo de un mántram invocador- el curador tratará de complementar, por intermedio del corazón, esta acrecentada afluencia de vida a la zona enferma, empleando el centro que controla esa zona del cuerpo físico. Esto debe realizarse con el mayor cuidado posible para que la afluencia no sea demasiado brusca y en consecuencia de efectos destructores; también debe tenerse especial cuidado en los casos de enfermedades cardíacas; la embolia, por ejemplo, que es fatal, frecuentemente se debe a la violenta manifestación, por parte del paciente, de la voluntad de vivir, produciendo una afluencia anegadora del principio vida. Esto hace un impacto sobre el corazón, demasiado repentino, causando un movimiento análogamente repentino en la corriente sanguínea y también la embolia, produciendo la muerte. Describo esto en términos poco técnicos, exponiéndome a la crítica de los expertos, pero lo hago con el fin de impartir al lector lego una idea general de los riesgos involucrados y así lograr prudencia dentro del entusiasmo.

Esta ley abarca ciertas premisas fundamentales y muy poco mas puedo decir acerca del valor de sus implicaciones. Mucho se aprenderá aceptando las premisas y trabajando sobre lo que ellas implican. Lo dicho está muy lejos de ser lo que podría haber dicho, pero he dado al estudiante una sencilla y activa comprensión de ciertos conceptos esenciales y básicos. Ahora entraremos a considerar la Ley II y la Regla Uno.

 

 

 

 

 

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