CURACIÓN ESOTÉRICA

TRATADO SOBRE LOS SIETE RAYOS, Volumen 4

Alice A. Bailey & Maestro Tibetano (Djwhal Khul)

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Energías constructoras del alma

 

páginas 147-158


LEY VI

Cuando Las energías constructoras del alma están activas en el cuerpo, entonces hay salud, amplia interacción, pura y correcta actividad. Cuando los constructores son los señores lunares y los que trabajan controlados por la Luna, a las ordenes del yo personal inferior, entonces hay enfermedad, mala salud y muerte.

 

Esta regla es muy sencilla, pero da la clave de las causas de la enfermedad y la razón de una establecida inmortalidad; será entendida con gran claridad y comprensión dentro de pocos años, y reemplazará a infundados y falsos sistemas idealistas denominados Unity, Mental Science y Christian Science.

 

Estos sistemas presentan como posibilidades inmediatas y demostrables, la intención de la liberación de las limitaciones naturales y materiales que hoy controlan todas las formas, ignoran el factor tiempo y pasan por alto los procesos evolutivos y también el punto de desarrollo de la persona implicada; su posición está basada en el deseo, ansioso e innato del ser humano común, de comodidad y armonía física, disimulando el innato egoísmo de su presentación de la verdad con el concepto de que todo es para la eterna gloria de Dios.

 

 

Indudablemente, desaparecerán las enfermedades y los impedimentos físicos de cualquier tipo, pero esto sólo sucederá cuando el alma del individuo controle, y el yo personal inferior se convierta en un autómata del alma, tal como el cuerpo físico es en la actualidad el autómata de la naturaleza emocional, de la mente y, ocasionalmente (y sólo muy ocasionalmente para la mayoría de las personas), del alma.

 

Sólo cuando el alma, consciente y en colaboración con la personalidad, construya el templo del cuerpo y luego lo mantenga totalmente iluminado, desaparecerán las enfermedades;

 

esta construcción sin embargo es un proceso científico, y en las primeras etapas del discipulado (o sea el momento en que el alma comienza a aferrarse a su instrumento, la personalidad) conduce inevitablemente al conflicto, a una creciente tensión, y frecuentemente se agravan las enfermedades y la desarmonía.

 

Esta desarmonía y enfermedad conduce necesariamente a dificultades y sus consiguientes efectos indeseables, que serán superados, pero -durante este reajuste- mientras se registran y expresan, habrá mucha angustia física y sicológica y grandes dificultades, mayores y menores, que la humanidad parece haber heredado.

 

En la humanidad poco evolucionada, el conflicto (desde el ángulo de la conciencia) es prácticamente nulo, porque es menos susceptible a las enfermedades sutiles que emanan de los tres sistemas vinculadores, pero al mismo tiempo responde mayormente a las tres enfermedades naturales, a las infecciosas y contagiosas y a las grandes epidemias que azotan naciones y grandes zonas planetarias.

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A medida que la humanidad va evolucionando, las enfermedades se hacen más personales (si puedo expresarlo así) y no están tan definidamente relacionadas con el rebaño o la masa. Las enfermedades tienen su origen dentro de las personas mismas y aunque pueden estar relacionadas con las enfermedades de las masas, se fundamentan en causas individuales.

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Cuando un hombre sale de la masa común y entra en el sendero de probación, llegando así a ser un aspirante al discipulado, entonces las enfermedades de la carne y la desarmonía de su triple sistema, además de la corriente transportadora, constituyen un problema consciente que el mismo aspirante debe resolver; esto le revelará la necesidad de construir en forma consciente y creadora.

 

La doctrina de la reencarnación adquiere aquí gran valor; el discípulo comenzará a establecer esas condiciones, a crear esas formas y a construir esos vehículos que, en otra vida, le serán más apropiados y el alma podrá controlarlos, convirtiéndose en instrumentos más adecuados para llevar adelante el proceso del perfeccionamiento que el alma demanda.

 

Señalaré que el discípulo no se concentra en ningún momento sobre el cuerpo físico ni trabaja físicamente para eliminar las enfermedades o la desarmonía.

 

Comienza con la sicología que el alma enseña, empezando por las causas que producen efectos en el plano físico.

 

Es un proceso más lento pero perdurable. Gran parte de los sistemas de extremada autosugestión, vinculados a la Christian Science y la Unity, tienen sólo efectos temporarios y están basados en un proceso científico de supresión y negación de los factores existentes. No están basados en la verdad. En una vida posterior esa supresión surgirá nuevamente con mayor potencia y continuará acrecentándose hasta quedar totalmente ignorada, poniéndose el énfasis de la vida sobre el contacto con el alma, y la presión de la misma se exteriorizará en servicio a los demás.

 

 

Referente a la enfermedad física y su relación con los centros (considerándolos como puntos focales para las energías que llegan de cualquier fuente) sería de utilidad que hiciera ciertas amplias generalizaciones, recordando que en ellas puede haber excepciones, particularmente en lo que respecta a la buena o mala salud de los discípulos.

 

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1. Cada uno de los siete centro mayores rigen o condicionan -desde el ángulo de la materia lo mismo que del alma y del principio vida- la zona del cuerpo físico donde están ubicados cada uno, incluyendo la multitud de centros menores de energía y plexos de fuerza que pueden existir allí.

 

 

2. Las tres grandes y básicas divisiones manifestadas de la divinidad, se hallan simbólicamente presentes en cada centro:

a. El principio vida, el primer aspecto, aparece cuando todo el centro se ha desplegado o despertado esotéricamente. Siempre está presente en latencia, pero no es un factor dinámico que produce un estímulo monádico hasta finalizar el gran ciclo de evolución.

 

b. La cualidad o aspecto del alma aparece gradualmente en el proceso del desenvolvimiento evolutivo y produce, en tiempo y espacio, el efecto definido que el centro ejerce sobre su medio ambiente. Esta cualidad depende del rayo (ya sea de la personalidad o del alma) que origina la energía entrante, o del rayo que rige al cuerpo astral, en el caso de una persona poco evolucionada) y también del grado de evolución y de la influencia radiatoria de otros centros.

 

 

c. La aparición en el cuerpo etérico de un centro desarrollado o en desarrollo, indica el lugar que ocupa el hombre en la escala de evolución, su afiliación racial y su meta consciente;

 

esta última puede abarcar desde el énfasis puesto sobre la vida sexual y la consiguiente actividad del centro sacro, hasta la meta del iniciado, que pone en actividad el centro coronario.

 

 

Todo esto produce el consiguiente efecto sobre el tejido circundante, la sustancia y las formas orgánicas dentro del radio de influencia del centro. La zona de influencia varía de acuerdo a la actividad del centro y éste depende del grado evolutivo alcanzado por el individuo y del preponderante tipo de energía al cual él reacciona.

 

3. La energía entrante se trasmuta en fuerzas dentro del centro. Esto implica un proceso de diferenciación, donde la energía primaría involucrada se convierte en energías secundarias, sucediendo automáticamente; la rapidez del proceso de transmutación, la potencia de la resultante acumulación de fuerzas y la actividad radiatoria (que produce resultados condicionantes en el cuerpo físico denso) dependen del grado de desarrollo del centro particular implicado y si está despierto o no.

 

4. Las fuerzas salientes de un centro actúan sobre la contraparte etérica de toda la intrincada red de nervios que constituyen el sistema nervioso.

 

Estas contrapartes, de idénticas analogías subjetivas, se denominan “nadis” en la filosofía hindú; constituyen una compleja y muy extensa red de energías fluídicas, un sistema intangible interno, paralelamente al de los nervios corpóreos, el cual es la exteriorización de un canon interno de energías. No existe todavía un término en ningún idioma para la antigua palabra “nadis’ debido a que la existencia de este sistema subjetivo aún no ha sido reconocida, y en Occidente prevalece el concepto materialista de los nervios como un sistema creado en respuesta a un ambiente tangible.

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El concepto de que estos nervios son el resultado físico denso de un mecanismo interno y sensible de respuesta, es todavía muy indefinido y no ha sido reconocido por la moderna ciencia occidental.

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Cuando esta sustancia sutil (compuesta de hilos de energía) sea reconocida como subyacente en los nervios tangibles, habremos progresado en nuestro acercamiento al problema de la salud y de la enfermedad, acercándonos más al mundo de las causas. Esta red de nadis forma un canon definido de vida que varía de acuerdo al rayo de la personalidad.

 

 

5. Los nadis determinan por lo tanto la naturaleza y la cualidad del sistema nervioso con sus extensas redes de nervios y plexos que abarcan todo el cuerpo físico.

 

Los nadis y, por consiguiente, la red de nervios, están principalmente relacionados con dos aspectos del equipo físico del hombre -los siete centros mayores del cuerpo etérico (el cuerpo sustancial que subyace en el cuerpo físico denso) y la columna vertebral con la cabeza.

 

Debe recordarse que el cuerpo etérico es un cuerpo físico, aunque compuesto de materia más sutil que la que podemos ver y tocar. Esta hecho de sustancia o de aquello que “subyace” o fundamenta cada parte y partícula del vehículo físico denso.

 

Esto más adelante recibirá la atención de los curadores y médicos iluminados de la nueva era. Cuando se reconozca la relación que existe entre los nadis y los nervios, conjuntamente con los centros y la columna vertebral, entonces se producirá una gran revolución en los métodos médicos y psiquiátricos.

La experiencia demostrará que cuando se logre una interacción más estrecha entre ambos -los nadis y los nervios- se controlará más rápidamente la enfermedad.

 

6. Los nadis en el cuerpo físico corresponden a la vida o aspecto espíritu;

los nervios son la analogía del alma o aspecto cualidad.

Lo que se demuestra como su exteriorización conjunta es el sistema endocrino que corresponde a la forma o aspecto materia.

 

 

Los tres -nadis, sistema nervioso y glándulas- son las analogías materiales de los tres aspectos divinos; responden esotéricamente a estos tres aspectos y hacen que el hombre, en el plano físico, sea lo que es.

 

Los tres están también condicionados (por conducto de los siete centros, como ya hemos visto) por los vehículos astral o mental, o por la personalidad integrada, o por el alma que comienza a utilizar la personalidad como agente transmisor y trasmutador y -al finalizar el sendero del discipulado- por la Mónada, vía el antakarana, empleando este sendero autocreado como un canal directo de comunicación con los siete centros y de allí con el triple sistema de nadis, nervios y glándulas.

 

7. Estos tres sistemas mayores dentro del ser humano, expresan, por medio del cuerpo físico, la condición o grado de desarrollo de los centros.

 

La vida, la cualidad y la energía que representan, son distribuidas por todo el vehículo físico mediante la corriente sanguínea.

 

La ciencia moderna ya está reconociéndolo como una realidad, lo cual indica que la corriente sanguínea distribuye ciertos elementos liberados por las glándulas. Aún no reconoce el hecho de la relación que existe entre las glándulas y los centros, con el sistema intermedio de nadis y nervios. El próximo gran paso que dará la medicina será el reconocimiento de la realidad del cuerpo etérico, sustancia física que subyace en la materia densa.

 

8. Cuando los centros despiertan en el cuerpo, aparece entonces un sistema nervioso altamente eléctrico que responde inmediatamente a la energía conducida por los nadis, cuyo resultado será un sistema endocrino bien equilibrado.

 

La vitalidad y la vida que afluirá a través del cuerpo será entonces tan poderosa que automáticamente el cuerpo físico quedará inmune a las enfermedades, ya sean innatas, hereditarias o de origen grupal.

 

Con estas palabras expreso una probabilidad futura y no una posibilidad inmediata. Algún día el hombre coordinará perfectamente los tres sistemas, que responderán físicamente al Canon interno de nadis y centros, y se integrará conscientemente con el alma, y más tarde -por medio del antakarana- con el principio Vida.

 

9. En la actualidad hay un desarrollo desparejo y algunos centros aún no han despertado, otros están sobrestimulados y los centros de abajo del diafragma sobreactivados; en consecuencia tenemos zonas enteras del cuerpo en que los nadis están en estado embrionario, en otras en que están altamente energetizados, pero sus emanaciones detenidas por algún centro que en el trayecto de su actividad aún no ha despertado o -si lo está- todavía no es irradiante.

 

Estas condiciones desparejas producen poderosos efectos sobre el sistema nervioso y las glándulas, conduciendo en algunos casos al sobrestímulo, y en otros a condiciones subnormales, falta de vitalidad, hiperactividad y otras reacciones indeseables que producen inevitablemente enfermedad.

 

Tales enfermedades surgen dentro del cuerpo mismo, como resultado de las tendencias hereditarias inherentes (o debería decir nativas) o predis-posiciones existentes en el tejido corpóreo, o aparecen como resultado de la irradiación o no irradiación de los centros, que actúan a través de los nadis; pueden también originarse como resultado de los impactos o contactos externos (tales como enfermedades infecciosas o contagiosas, y epidemias). El sujeto es incapaz de resistirlas debido a que sus centros no están desarrollados.

 

10. Resumiendo: Enfermedad, incapacidad física de todo tipo (lógicamente exceptuando las que se deben a accidentes y, en cierta medida, a condiciones planetarias que provocan epidemias de naturaleza peculiarmente virulenta, como las producidas frecuentemente por la guerra) y los numerosos y diversos aspectos de la mala salud, pueden atribuirse directamente a la condición de los centros, pues ellos determinan la actividad o la pasividad de los nadis, que a su vez afectan al sistema nervioso, haciendo que el sistema endocrino sea lo que es en el individuo, y la corriente sanguínea la responsable de distribuir esta condición a todas las partes del cuerpo.

 

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Efectos Producidos en Zonas Especificas

Consideraremos ahora algunos de los efectos resultantes de los hechos mencionados, en las zonas regidas por los centros donde aparecen las enfermedades.

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Será evidente que a medida que la energía afluye a través de los centros, vía los nadis y los nervios, afectando poderosamente al sistema glandular y a la corriente sanguínea, las zonas del cuerpo quedan involucradas vitalmente y responden a la energía.

 

Esto abarca por supuesto la cabeza, la garganta y el torso.

 

La energía que así afluye penetra en todas las partes del vehículo físico, en todo órgano y en cada célula y átomo. La actuación de la cualidad de la energía sobre el cuerpo induce a la enfermedad, y la estimula, cura o alivia.

No me refiero aquí a las tres principales enfermedades nativas (si puedo denominarlas así), cáncer, sífilis y tuberculosis. De ellas me ocuparé más tarde porque son de alcance planetario, presentes en la sustancia de la cual están hechas todas las formas y responsables de producir una hueste de enfermedades menores, que a veces se las reconoce como afines, aunque frecuentemente no son conocidas como tales.

Esas enfermedades que superficialmente se las denomina mentales, relacionadas con el cerebro, son poco comprendidas aún. Muy pocas enfermedades mentales hubo en la última raza raíz atlante; la naturaleza mental era entonces pasiva y muy poco estímulo llegaba de los niveles mentales vía el centro coronario, a la glándula pineal y al cerebro. Casi no existían enfermedades de los ojos ni nasales, pues el centro ajna aún no había despertado y el tercer ojo estaba rápidamente entrando en inactividad.

 

El centro ajna es el órgano de la personalidad integrada, el instrumento de dirección íntimamente relacionado con el cuerpo pituitario y los dos ojos, lo mismo que con toda la zona frontal de la cabeza.

 

En la época atlante, la integración de la personalidad era casi desconocida, excepto en los casos de los discípulos e iniciados, y en aquel entonces la meta del iniciado y el signo de su realización era esta triple integración. Hoy la meta consiste en una fusión superior -la del alma y la personalidad. Hablando en términos de energía, esto implica la formación y la actividad e interacción relacionadas, de los siguientes triángulos de fuerza:

 

I. 1. El alma, el hombre espiritual en su propio plano.
2. La personalidad, el triple hombre integrado, en los tres mundos.
3. El centro coronario.

 

II. 1. El centro coronario, el punto de la segunda fusión.
2. El centro ajna, el punto de la primera fusión.
3. El centro de la médula oblongada, controlando la columna vertebral.

 

III. 1. La glándula pineal, la exteriorización del centro coronario.
2. El cuerpo pituitario relacionado con el centro ajna.
3. La glándula carótida, la exteriorización del tercer centro que existe en la cabeza.

 

Todas estas triplicidades, dentro de la circunferencia de la cabeza. constituyen el mecanismo a través del cual:

1. El alma controla su instrumento, la personalidad.
2. La personalidad dirige las actividades del cuerpo físico.

 

La columna vertebral (esotéricamente, los canales ida, pingala y sushumna), los dos ojos y todo el tejido cerebral son o no receptores de estas energías de la cabeza y están estimulados por ellas. En caso de no ser receptivos, toda la zona entra en un estado de pasividad, hablando espiritualmente, y el foco de energía reside en otra parte.

 

La deficiencia o estimulación, si está desequilibrada o es mal aplicada, producirá un tipo definido de perturbación, frecuentemente de naturaleza fisiológica y psicológica;

 

en nuestra era aria veremos el acrecentamiento de las enfermedades del cerebro (un acrecentamiento constante de desequilibrio mental), dificultades de la vista, hasta que la naturaleza de los centros y el tipo de las fuerzas entrantes y su regulación sean reconocidos y cuidadosa y científicamente estudiados.

 

Entonces veremos desarrollarse la ciencia de la regulación de la energía, pues condiciona al ser humano.

 

Mientras tanto existen muchas dificultades en todas partes, acrecentándose las enfermedades mentales, las condiciones neuróticas, la demencia y, quizás prevalezca más, el desequilibrio glandular.

 

Hasta la fecha poco se conoce en Occidente acerca de los métodos de control o curación, y en Oriente, donde existe algún conocimiento, poco se hace debido a la apatía reinante.

 

La columna vertebral está principalmente destinada a ser el canal a través del cual la energetización de los centros y la distribución de la energía, a las zonas circundantes del cuerpo, es llevada a cabo por la inteligente e integrada personalidad, actuando bajo la consciente dirección del alma.

 

 

No me refiero aquí a la estructura ósea de la columna vertebral sino al cordón, su contraparte esotérica, y a los nervios que surgen de ella.

 

Hoy no existe este planeado y dirigido control esotérico de la energía, excepto en el caso de aquellos que poseen conciencia iniciática y en el de ciertos discípulos avanzados.

 

Tenemos inhibiciones obstaculizaciones, zonas inactivas, vitalidad deficiente, circulación deficiente y la consiguiente falta de desarrollo dentro del hombre integro, o si no, hay demasiada estimulación, una actividad vibratoria excesivamente rápida, un prematuro despertar de los Centros que conduce a la hiperactividad de los átomos y las células, regidos por un centro determinado.

 

Estas condiciones conjuntamente con otras no mencionadas, afectan el sistema nervioso, condicionan las glándulas y producen dificultades y enfermedades psicológicas de cualquier tipo.

 

A continuación se da un sencillo diagrama, aunque sugestivo y simbólico, de la columna vertebral y la cabeza, considerados ambos desde el ángulo de los centros y las glándulas:

 

 

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Observarán que el bazo no ha sido incluido en este diagrama. Su función es muy peculiar, siendo el centro de la vitalidad, en relación a la actividad planetaria y a la radiación proveniente del Sol. No está controlado en forma alguna desde la columna vertebral. Debe tenerse en cuenta que este diagrama es sólo un esfuerzo para relacionar en forma gráfica los centros, las glándulas que éstos condicionan, y los órganos que son afectos por ambos. No tiene la intención de ser una verdadera representación de alguna relación orgánica fisiológica.

El centro en la base de la columna vertebral tiene una excepcional función, y es la fuente de vida de la sustancia del cuerpo, los tejidos físicos y toda materia que no esté incluida en los órganos mencionados. En el hombre perfecto los dos centros (el superior de la cabeza y el básico) representan la gran dualidad espíritu y materia, y gobiernan y controlan en perfecta armonía la total orientación del vehículo del alma. Finalmente, el aspecto espiritual del ser humano se expresará perfectamente a través de la relación mónada y personalidad (la cual se logra por una tercera gran fusión). El hombre material entonces responde a ambos, por intermedio del centro en la cabeza (la mónada) y el centro básico (la personalidad espiritualmente energetizada). Ambos centros estarán entonces en completa armonía, expresando la plena naturaleza del hombre espiritual.

Es esencial que los curadores espirituales mantengan con toda claridad en su mente el cuadro de las zonas del cuerpo regidas por los centros de la cabeza y también por los otros centros, pues dentro de esas zonas se hallan los distintos órganos que reaccionan a las enfermedades. La salud de esos órganos depende ampliamente de los centros, porque condicionan las glándulas a medida que la energía se distribuye por todo el cuerpo. Una plena y equilibrada afluencia de energía, desde el centro hasta la zona que éste controla, inmuniza contra las así denominadas enfermedades; cuando no hay desarrollo y prevalece una situación desequilibrada, en lo que concierne a los centros, no habrá poder suficiente para evitar la enfermedad. El proceso de curación en la nueva era comenzara con el definido proyecto de trabajar con los centros, y el arte de curar tenderá -como bien pueden observar- a prevenir más bien que curar. Todo el énfasis se pondrá sobre los centros de energía, las corrientes de energía y la dirección de la energía hacia los órganos dentro del radio de influencia de un centro determinado. Del estudio de las glándulas (un estudio que se halla en su infancia, que apenas merece llamarse “embrionario”) y su relación con los centros, mucho se podrá aprender más adelante, y se realizarán grandes trabajos experimentales. Desde el punto de vista del esoterista, que acepta la realidad de los centros, las glándulas son, por excelencia, el principal factor determinante, en conexión con la salud general del individuo; indica no sólo su desarrollo sicológico, en un mayor grado de lo que hoy se comprende, sino que producen (tal como lo sospecha la ciencia médica ortodoxa) un poderoso efecto sobre todo el sistema orgánico; su influencia, mediante la corriente sanguínea, llega a todas las partes del cuerpo y extremidades. Las glándulas son el resultado de la actividad de los centros, y primero, finalmente y siempre, efectos de causas internas predisponentes, y a través de los centros y sus glándulas afiliadas, el alma construye ese mecanismo en el plano físico que llamamos hombre físico.

Por lo tanto, el conjunto de factores relacionados que estamos considerando debe ser cuidadosamente estudiado y captado por todo el que practica curaciones, porque eventualmente tendrá que trabajar mediante sus propios centros en relación con los del paciente, cuya enfermedad trata de curar. En consecuencia, debe recordar tres factores: Los centros, sus glándulas relacionadas y el conjunto de órganos de los cuales son responsables los centros y las glándulas. En las siete zonas del cuerpo, regidas por los siete centros mayores y sus glándulas afiliadas, nuevamente tenemos la trinidad básica de la manifestación:

1. Vida o espíritu el centro de energía.
2. Alma o cualidad la glándula.
3. Forma o materia los órganos de determinada zona regida por determinado centro.

Esto nos lleva a otra ley, que el curador debe tener siempre presente.

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LEY VII

Cuando la vida o energía fluye sin impedimentos y, mediante la correcta dirección, alcanza su precipitación (la glándula relacionada), entonces la forma responde y la mala salud desaparece.

Ésta es una ley básica para la curación y concierne al verdadero arte de relacionar la energía espiritual con la vida de la forma, dependiendo de ello la salud y la vitalidad de los órganos. Por lo tanto llegamos a la siguiente regla que debe dominar el curador. Está expuesta en forma concisa y se deberán entender y aplicar inteligentemente esas frases que imparten instrucción.


REGLA CINCO

Que el curador concentre la necesaria energía en el centro necesario.
Que ese centro corresponda al centro necesitado.
Que ambos se sincronicen y juntos aumenten la fuerza.
Así la forma que espera trabajará equilibradamente.
Así ambos centros y la forma, correctamente dirigidos, curarán.

Será evidente que los curadores en la actualidad (no me refiero a la profesión médica sino a las múltiples escuelas de pensamiento) no han vuelto al factor básico, el amor, a pesar de que dicen es una fuerza curadora.

 

En realidad hacen resaltar y se ocupan del móvil que impele al curador a practicar su arte de curar. Se ocupan de la instrumentación por la cual se puede hacer contacto con el paciente que deberá ser curado. Tal contacto tiene que realizarse siempre con AMOR, puro, impulsor y altruista.

 

Pero una vez establecida esa relación, el curador debe captar el hecho de que, hasta donde a él le concierne, ha de trabajar científicamente, aplicar los conocimientos y -después del correcto diagnóstico, los correctos métodos de la moderna terapéutica y el adecuado sentido común, que incluye lo mejor de lo que pueda dar de sí la experimentada ciencia médica- comenzar entonces a trabajar a través de su propio centro, poniéndolo en armonía con ese centro del paciente que rige la zona perturbada o el órgano enfermo.

 

Al trabajar de esta manera, no debe permitir (durante el proceso de curación) que la energía extraída y atraída con intención amorosa y hábil conocimiento, estimule o afecte las glándulas correspondientes del propio curador o que active la zona vinculada de su propio cuerpo.

 

El curador debe aprender a aislarse de la energía que empleará en bien del paciente. Debe mezclarla con la energía de ese centro del paciente que rige la zona enferma; entonces la glándula afín es energetizada doblemente (o aminorada según sea el caso y lo requiera el diagnóstico), y la corriente sanguínea libera en los tejidos enfermos aquello que es necesario para curar o prevenir el acrecentamiento de la enfermedad.

En esta instrucción he dado mucho tema para meditar. He acentuado un aspecto de la curación esotérica científica que hasta ahora no había sido presentado a los estudiosos.

 

 

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Quisiera que captaran el panorama general y vieran claramente los delineamientos del proceso, que estudiaran la relación entre el paciente y el curador, cuando deja la etapa en que es simplemente un ser que ama, envía amor o ve al paciente a la luz del amor, y pasa a realizar el trabajo científico de acrecentar la energía espiritual del paciente. Así permite que éste efectúe su propia cura, consciente o inconscientemente.

 

Tenemos por lo tanto al curador, al paciente y a la reserva de energía espiritual, más el proceso científico de poner a los tres en íntima armonía curadora. Esto se efectúa mediante el centro implicado en el equipo del paciente, el que corresponde al equipo del curador, y la dirección (por un acto de la voluntad del curador o del grupo curador) de las corrientes unificadas de la energía específica necesaria, hacia la zona enferma. Esto generalmente se lleva a cabo por intermedio de la glándula relacionada, aunque no siempre es así.

Reflexionen sobre estas cosas y vean, si pueden, la simplicidad del proceso, basado en la intención amorosa, que aísla la zona especifica donde existe la dolencia, se identifica con el centro espiritual de energía del paciente, y luego aplica y dirige las energías fusionadas y mezcladas

 

 

 

 

 

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