www.maestrotibetano.esPsicología Esotérica II ( páginas 190-193)

Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

(Alice A. Bailey)

b. LA CUALIDAD DE LA VISIÓN OCULTA

La siguiente tendencia que está emergiendo es muy difícil de describir. No es fácil hallar las palabras exactas para definir su significado.

Es la cualidad de la visión interna. Es imposible expresarla en palabras que pueda comprenderlas el hombre, porque no nos referimos a la visión que tiene el hombre de Dios, sino a la propia visión que Dios tiene de Su propósito.

 

En el transcurso de las épocas los hombres han presentido la visión, la han visto y se han sumergido en ella después de muchas luchas y esfuerzos; luego, han salido de la vida humana y han entrado en el silencio. de lo ignoto.

 

El místico y el ocultista han testimoniado esta visión, y toda la belleza y policromía en el mundo de la naturaleza y del pensamiento son también testigos silenciosos de ella. ¿ Pero qué es ?~ ¿ Cómo definirla? A los hombres ya no les satisface llamarlo Dios, y tienen razón, pues es, en último análisis, aquello hacia lo cual Dios dedica todo Su esfuerzo.

 

 

 

Sin embargo, la cualidad y la naturaleza de la visión, que son la propia visión, sueño y pensamiento de Dios, han mantenido firme Su propósito a través de los eones y han motivado Sus procesos creadores.

 

Los Grandes Hijos de Dios han aparecido y desaparecido y nos han desafiado a seguir la luz, a buscar la visión de la realidad, a abrir los ojos y a ver la verdad tal cual es. Durante las edades, los hombres han tratado de hacerlo, y al método empleado en Su búsqueda le han dado infinidad de nombres -experiencia de la vida, investigación científica, búsqueda filosófica, historia, aventura, religión, misticismo, ocultismo y muchos otros términos, aplicados a las aventuradas incursiones de la mente humana en busca del conocimiento, de la realidad y de Dios.

 

 

Algunos han finalizado Su búsqueda, penetrando en un laberinto de fenómenos astrales, y deben continuarla posteriormente cuando. surjan, escarmentados desde las profundidades de la Gran Ilusión.

 

 

Otros han vuelto a penetrar en la oscura caverna del pronunciado materialismo y fenomenismo y deben similarmente volver y reorientarse, o mejor dicho, cerrar el círculo, pues ¿quién puede decir que Dios está aquí o allá, o desde qué lugar puede verse Su visión?

 

 

Algunos se pierden en procesos mentales y fantasías autoinducidas; pero la visión se oculta detrás de una multitud de palabras habladas y escritas. Otros se pierden en las brumas de su propia devoción y autopercepción y en las confusas especulaciones de sus mentes y deseos; están detenidos, perdidos en la niebla de sus propios sueños, respecto a lo que debería ser la visión, y por eso ella los elude.

 

Otros -los teólogos de cualquier escuela de pensamiento- han tratado de definir la visión y se han esforzado por reducir la intención y la meta ocultas de Dios a formas y rituales, y dicen con énfasis: “Nosotros sabemos”.

 

Sin embargo, no han hecho contacto jamás con la realidad y, hasta ahora, la verdad es desconocida para ellos.

 

 

La posibilidad de la Visión que está más allá o detrás de la visión del místico, yace olvidada en las formas erigidas en el tiempo, y los símbolos de las enseñanzas de esos Hijos de Dios que han visto la realidad, se pierden de vista en rituales y ceremonias que (aunque tengan su lugar y valor educativo) deben ser empleados para revelar y no para oscurecer.

 

 

La visión está siempre ante nosotros; elude nuestra comprensión; ronda nuestros sueños y nuestros elevados momentos de aspiración.

 

Sólo cuando el hombre pueda actuar como alma, y dirija su desarrollado ojo interno externamente al mundo de los fenómenos e internamente al mundo de la realidad, comenzará a presentir el verdadero objetivo y propósito de Dios, a obtener una breve vislumbre del propio canon de Dios y el Plan, de acuerdo al cual voluntariamente condiciona Su propia Vida, para lo cual es esencial el Eterno Sacrificio del Cristo cósmico.

 

 

La Jerarquía se ocupa hoy principalmente de estas dos tendencias divinas (la tendencia a la síntesis y a la visión). Su consigna es unificación y visión. Estos desarrollos producirán en la humanidad la integración del alma con la personalidad y el despertar de esa visión interna, la cual permitirá que un destello de la Realidad penetre en la conciencia del hombre. Esto no es un destello de su propia divinidad, o sentir a Dios como Creador, sino un destello de la divinidad inherente en el Todo, a medida que desarrolla un esquema más vasto del proceso evolutivo, de lo que hasta ahora ha podido ser captado o presentido, por las mentes más agudas de la tierra. Concierne a la visión que se le otorga al hombre que alcanza el Nirvana y entra en la primera etapa de ese interminable Sendero que conduce a la belleza, a la comprensión y al desarrollo, aún no alcanzados por la visión interna humana más elevada.

Sería conveniente señalar que más allá de la etapa de iluminación, tal como puede lograrla el hombre, se halla lo que podría llamarse el desarrollo de la divina Visión interna. Por lo tanto, se dan a continuación los posibles desenvolvimientos y desarrollos, constituyendo cada uno una expansión de conciencia y acercan al hombre en forma más íntima y definida al corazón y a la mente de Dios:


Instinto
Intelecto
Intuición Todos conducen a la Visión interna.
Iluminación

Estas palabras, correlativamente presentadas, quizás aclaren algo más la realidad de la propia visión de Dios. Nada más puede decirse al respecto hasta que cada una de estas palabras signifiquen algo práctico en nuestra propia experiencia interna.

Esta cualidad de la visión interna con la cual la Jerarquía trata de actuar, y desarrollarla en las almas de los hombres (sería conveniente meditar sobre esta última frase, pues presenta un aspecto del esfuerzo jerárquico aún no considerado en los libros de ocultismo),

 

es una expresión del Principio de Continuidad, cuyo reflejo ha sido distorsionado en la palabra tan a menudo empleada por los discípulos: Duración.

 

Este Principio de Continuidad constituye la capacidad de Dios para persistir y “permanecer”.

 

Es un atributo del Rayo cósmico del Amor, como lo son todos los principios que consideramos ahora en relación con estas reglas o factores del alma -las tendencias de la divinidad y las inclinaciones de la vida divina.

 

No olvidemos que los siete rayos son subrayos del Rayo cósmico del Amor.

Por lo tanto, veremos por qué estos principios determinan las actividades del alma y pueden entrar en acción sólo cuando el reino de Dios o de las almas, comience a materializarse en la tierra.

 

El principio de continuidad está basado en una visión más clara de la Deidad y en la consiguiente continuidad del plan y del propósito de Dios, que surgen cuando el objetivo es claramente percibido por Él y desarrollado a través de un delineamiento sencillo y formulado.

 

Es la analogía macrocósmica de la continuación y continuidad que se hallan en el hombre cuando -después de una noche de sueño e inconsciencia- emprende su actividad diaria y reasume conscientemente las actividades planeadas.

 

Por las indicaciones dadas anteriormente podrá verse en qué forma el trabajo de la Jerarquía, en conexión con el género humano, se divide en dos partes:

el trabajo que efectúa con los seres humanos individualmente, a fin de despertar en ellos la conciencia del alma, más el que realizan con ellos como almas, para que (actuando en los niveles del alma y como entes conscientes en el Reino de Dios) puedan comenzar a visualizar el objetivo de Dios Mismo.

 

La segunda parte de Su esfuerzo sólo ahora es posible realizarlo en amplia escala, a medida que los hombres empiezan a responder a la tendencia a la síntesis y a reaccionar al divino principio de coherencia, de manera que (estimulados por sus relaciones grupales) puedan en forma unida presentir la visión y reaccionar al Principio de Continuidad. Aquí se da un indicio del verdadero y futuro propósito de la meditación grupal. No es posible decir algo más sobre este tema.







 


 

 

 

 


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