www.maestrotibetano.esPsicología Esotérica II ( páginas 177-185)

Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

(Alice A. Bailey)

 

 

Las Siete Reglas

Las siete reglas o factores para “Obtener el control por el Alma” son:

 

1. La tendencia innata e inextirpable de mezclar y sintetizar.

Constituye la ley o regla de la vida misma:

a. Esta tendencia da por resultado en el aspecto forma, la destrucción y la ruina, con su corolario de dolor y sufrimiento. En el aspecto vida, da por resultado la liberación y la consiguiente expansión.

b. Es la causa básica de toda iluminación -individual, racial, planetaria y del sistema.

c. Es el resultado de un acto de la voluntad, causado por el impulso presentido e innato propósito de Dios. Sin embargo -y esto a menudo se olvida- tal tendencia se inicia cuando el Logos planetario reconoce que Su plan a su vez también está condicionado y es parte integrante de un plan aún mayor -el de la Deidad solar. Dios, el Logos solar, está igualmente condicionado por un propósito de vida más elevado.

 

 

2. La cualidad de la visión oculta:

a. Esta cualidad, en el aspecto forma, produce la vista física, la ilusión astral y el conocimiento concreto. En el aspecto vida produce iluminación, incluyendo la extensa iluminación reflejada por nuestro planeta en el cielo, similar a la que hace al individuo un portador de luz, que eventualmente permitirá que la entera humanidad constituya una estación en la tierra.

b. Es la causa fundamental de toda percepción sensoria y el anhelo instintivo de llegar a la conciencia, en sus numerosas fases. La Jerarquía tiene que trabajar con esta cualidad, intensificándola y proporcionándole poder magnético.

c. Es el resultado superior del deseo que se funda intrínsecamente en la voluntad para formar un Plan y un propósito.

 

 

3. El instinto para formular un plan.

Este instinto rige toda actividad que, en el proceso evolutivo, se divide en actividad instintiva, inteligente, intuitiva o plena de propósito, y en actividad iluminada, en lo que al género humano concierne. Esto incluye a ese sector de la Jerarquía que trabaja con la humanidad Los aspectos más elevados de actividad planeada son muchos y diversos y todos se sintetizan por la actividad del tercer rayo, enfocada hoy en el séptimo rayo:

a. Observada desde el aspecto forma, esta facultad de hacer planes conduce a la actividad separatista y egoísta. Observada desde el aspecto vida, conduce a una colaboración fusionada que pone en actividad cada unidad de energía en todas las formas y aspectos subjetivos y unificados, a fin de que emprendan la tarea de unificación. Esto está sucediendo hoy poderosamente en el mundo actual. La tendencia a la unificación conduce, ante todo, al ser humano a desarrollar una personalidad integrada, para luego subordinar esa personalidad en bien del todo mayor.

b. Constituye la causa básica de la evolución misma -individual, planetaria y del sistema.

c. Este instinto es el resultado del desarrollo de la mente o manas, y el surgimiento de la inteligencia. Es la cualidad particular o naturaleza instintiva, mediante la cual la humanidad expresa el primer rayo de intención volitiva, fomentada por el deseo y trasmutada en actividad inteligente.

4. El anhelo de vivir una vida creadora, por medio de la facultad divina de la imaginación. Dicho anhelo, como podrá verse fácilmente, está estrechamente relacionado con el cuarto Rayo de Armonía, que produce unidad y belleza, adquiridas a través del conflicto:

a. En el aspecto forma conduce a la guerra, a la lucha y a la construcción de formas que luego deben ser destruidas. En el aspecto vida, conduce a la cualidad, a la irradiación vibratoria y a la revelación, en la tierra, del mundo de significados.

b. Por lo tanto, es la causa básica de la esencia sutil o revelación, que trata de expresarse a través de todas las formas de cada reino de la naturaleza. No hay un término mejor para expresar la maravilla oculta que debe ser revelada: la revelación del significado. En la actualidad ya comienza a suceder.

c. Es el resultado de la capacidad -unas veces adecuada y otras inadecuada- que posee la conciencia interna de revelar en qué medida controla por medio del Plan y cómo responde a la intención superior. Actualmente los miembros de la Jerarquía dependen de esta respuesta, al tratar que aflore en la conciencia humana el significado oculto.

 

 

 

 

5. El factor análisis.

Este factor sorprenderá a quienes sufren la consecuencia del abuso del poder de discriminar, analizar y criticar. Sin embargo, es una cualidad fundamental y divina que produce una participación inteligente en el Plan y una habilidad en la acción:

a. En el aspecto forma se manifiesta como la tendencia a separar, dividir y crear posiciones contradictorias. En el aspecto vida, conduce a esa comprensión que tiende a la identificación, por medio de la elección y la comprensión más amplias.

b. Es el impulso y la causa básica que conducirá a la aparición eventual de ese reino de la naturaleza, superior al humano, el cual pertenecerá estrictamente al alma y manifestará en la tierra el quinto reino de la naturaleza, el reino de los dioses. Debe tomarse nota de esta frase.

c. Es el resultado del trabajo activo de los hijos de Dios, los hijos de la mente, y también su aporte a la contribución total planetaria, como parte del gran Plan del sistema. La Jerarquía misma es la manifestación externa e interna del sacrificio de los divinos Manasaputras (tal como se los denomina en La Doctrina Secreta). y sus miembros responden a la visión que han presentido del Plan para la totalidad. La Jerarquía es esencialmente el germen o el núcleo, del quinto reino de la naturaleza.

 

 

6. La cualidad innata que posee el hombre para idealizar.

Se funda en el éxito del Plan mismo. Originalmente dicho Plan trató de despertar en el hombre las siguientes respuestas: correcto deseo, correcta visión y correcta actividad creadora, basados en la correcta interpretación de los ideales. Estos tres propósitos merecen ser considerados detenidamente:

a. En el aspecto forma se ha desarrollado como deseo material, conduciendo eventualmente a la crueldad y, con frecuencia, a una extrema expresión sádica. En el aspecto vida, ha conducido al sacrificio, a un centrado propósito, al progreso en el sendero y a la devoción.

b. Constituye la causa básica de toda organización y colaboración. El ideal que tiene ante sí la Jerarquía es la realización del Plan. El Plan es trasmitido a la humanidad en forma de ideas que, con el tiempo, se convierten en ideales -ideales que deben desearse y luchar por ellos. A fin de materializar esos ideales, surge la tendencia a organizar.

c. Es el resultado -en forma curiosa- del trabajo de un grupo peculiar de trabajadores mundiales que la humanidad conoce con el nombre de Salvadores Mundiales. Son los Fundadores de esas formas mediante las cuales las ideas divinas se convierten en ideales de las masas, en todas las esferas del pensamiento humano. Todo gran conductor mundial es necesariamente un “Salvador sufriente”.

 

 

 

 

7. La interacción de las grandes dualidades es la séptima regla o fuerza controladora, con la que trabaja la Jerarquía.

 

Debido a la actividad engendrada por esta interacción y a los resultados obtenidos (que producen siempre un tercer factor> el mundo manifestado es impulsado a seguir la línea del Propósito divino. Esto no es evidente para el hombre que está sumergido en los detalles de la vida, pero si pudiéramos ver la vida planetaria tal como la pueden ver los Maestros, veríamos aparecer el diseño en toda su belleza y la estructura de la idea de Dios acerca del universo, parecería hoy más nítidamente delineada y poseería mayor síntesis y belleza de detalles que en el pasado:

a. En el aspecto forma da la impresión de estar aprisionado por el factor tiempo, víctima de la velocidad y de las implacables fuerzas de todas las actividades de la vida, cuando actúan sobre el aprisionado ser humano. En el aspecto vida, proporciona un vivir rítmico y la consciente adaptación de la energía al propósito y a la meta inmediatos.

b. Necesariamente es la causa fundamental de la aparición y desaparición de las formas humanas y de las que han sido construidas por los seres humanos.

c. Es el resultado de la unificación efectuada en el plano físico que produce las unificaciones inferiores, así como las efectuadas hasta ahora en la conciencia humana han producido la unificación con el alma. Las unificaciones más elevadas hechas hasta ahora en el plano de la mente se han de expresar oportunamente en el plano de la vida física.

En el precedente delineamiento de la introducción hemos considerado muy brevemente las reglas que pueden producir en la tierra ese control que ejerce el alma, objetivo inmediato del proceso evolutivo. Como se verá, no hemos considerado simples ejercicios o disciplinas, ni tratado el desarrollo de las características requeridas que anteceden a la etapa de la Iniciación técnica. En realidad, nos hemos ocupado de esas tendencias fundamentales e inclinaciones innatas, contenidas en la divina expresión que finalmente producirán la manifestación de la super Alma en nuestro planeta. Hemos visto también que estas tendencias regidoras comienzan ya a ser expresadas y comprendidas, y que el cuarto reino de la naturaleza o humano, ocupa una posición única en este desarrollo. En la afluencia descendente y ascendente de la vida divina, tal como se expresa por medio de los impulsos involutivo y evolutivo, la humanidad constituye uno de los fundamentales “centros originales de fuerza” que pueden formar y formarán una avanzada de la Conciencia divina, expresión de la divina Siquis que manifestará eventualmente esas tres características sicológicas sobresalientes de la divinidad: Luz, Energía y Magnetismo. En el ser humano, reflejo microcósmico del Macrocosmos, estas cualidades se expresan mediante las palabras: Iluminación o Sabiduría, Actividad Inteligente y Atracción o Amor. Sería bueno meditar sobre esta tentativa de simplificar las potencias divinas en palabras e indicar cómo pueden expresarse en y a través de un vehículo humano.

Podríamos ahora ampliar algo las enunciaciones anteriores para que tengan una idea más clara sobre estos dos asuntos:

1. La relación que tienen ambas cualidades divinas a medida que las capta y desarrolla el hombre.

2. La responsabilidad futura de una humanidad iluminada al entrar en la Nueva Era. Así se establecerán las bases para la enseñanza que impartiremos más adelante en este tratado.

Uno de los puntos que he tratado de exponer en todo lo publicado anteriormente es que las Leyes del Universo, las Leyes de la Naturaleza y los factores básicos controladores que determinan toda vida y circunstancia, y son para nosotros fijos e inalterables, constituyen la expresión -hasta donde el hombre puede comprenderla- de la voluntad de Dios. Las reglas o factores vivientes que estamos considerando y que (cuando sean comprendidos y obedecidos) inducirán a que el alma controle al individuo y al universo, constituyen la expresión de la Cualidad o Naturaleza de Dios, que conducirán finalmente a la plena expresión de la divina Siquis. Evidenciarán la naturaleza instintiva y emotiva de la Deidad, si estas palabras humanas pueden llegar a expresar algo de las divinas potencias cualitativas.

Las Leyes del Universo expresan la divina Voluntad y conducen a la manifestación del Propósito divino. Esto es sabiduría. Ordenan y nutren al Plan.

Las Reglas que inducen a que el alma controle expresan la cualidad divina y conducen a la revelación de la naturaleza de Dios, que es amor.

Las Leyes de la Naturaleza, o las llamadas leyes físicas, expresan la etapa de manifestación, o el punto alcanzado en la expresión divina. Se refieren a la multiplicidad o aspecto cualidad.

Rigen o expresan lo que el Espíritu divino (la voluntad actuando con el amor) ha podido realizar en conjunción con la materia, a fin de producir la forma. Esta emergente revelación permitirá el reconocimiento de la belleza.

La primera serie de leyes, las Leyes del Universo, son abordadas en el Tratado sobre Fuego Cósmico y ocasionalmente mencionadas en otros escritos. La ciencia moderna ha hecho mucho para lograr una comprensión de las Leyes de la Naturaleza y confiamos en que seguirá haciéndolo, pues el alma dirige todas las cosas hacia el conocimiento. En lo que aquí expongo, trato de establecer las bases para la nueva ciencia de la sicología, que debe fundarse sobre una amplia y general comprensión de la divina Siquis, a medida que trata de expresarse por medio del Todo manifestado, el sistema solar, y, para nuestro propósito, el planeta y todo lo que en él reside.

Cuando el poder de la sicología divina y sus principales tendencias y características sean reconocidas y cuando la sicología moderna aparte su atención del minucioso estudio de la siquis del individuo (comúnmente la de un individuo anormal) y la concentre en los atributos sicológicos del Todo mayor, del cual sólo somos una parte, obtendremos una nueva comprensión de la Deidad y de la relación existente entre el microcosmos y el Macrocosmos. En el pasado, esto fue confiado excesivamente a la filosofía, y ahora debe absorber la atención de los sicólogos. Tan deseado acontecimiento tendrá lugar cuando se capte el verdadero significado de la historia, cuando sea comprendida la amplitud del desarrollo humano durante las diversas épocas y cuando se compruebe que el alma actúa a través de todas las partes que componen todas las formas. En la actualidad se dice que únicamente el hombre posee un alma y se pasa por alto el alma de todas las cosas. Sin embargo, el hombre no es más que el macrocosmos de los otros reinos de la naturaleza.

Por lo tanto, son de suprema importancia las siete reglas que estamos estudiando, porque contienen las ideas-clave que revelarán a la Deidad que actúa como el Alma de todas las cosas y también a la naturaleza y el método de actividad del Cristo Cósmico, e indicarán las tendencias cualitativas que rigen y determinan la vida síquica de todas las formas -desde un universo hasta un átomo- en el cuerpo de cualesquiera de las denominadas revelaciones materiales de la vida. Tengamos presente estos pensamientos cuando leemos y estudiamos.

Estas reglas se expresan con igual potencia en los siete rayos y producen la manifestación de la conciencia sobre la tierra, en cada una y en todas las formas. Ante todo, nos ocuparemos del Todo mayor, sin acentuar la diferenciación de los rayos. Los siete rayos, como a menudo se ha dicho, coloran o cualifican los instintos y poderes divinos, pero eso no es todo, pues ellos mismos están determinados y controlados por dichos poderes. No debe olvidarse que los rayos son las siete expresiones principales de la cualidad divina cuando ésta limita (y realmente limita) los propósitos de la Deidad. Dios Mismo se ajusta a un canon que le fue establecido por una remota visión. Este definido propósito o voluntad, está condicionado por su cualidad instintiva o siquis, del mismo modo que el propósito de la vida de un ser humano está limitado y condicionado por el equipo sicológico con el cual llega a la manifestación. He dicho anteriormente que tratamos cosas abstrusas y difíciles y mucho de lo expuesto no estará al alcance de nuestra inmediata comprensión concreta. Sin embargo, el enunciado que antecede es relativamente simple si se interpreta en términos del propósito y de la cualidad de nuestra propia vida.

Aquí debemos abordar un punto antes de continuar nuestro estudio de las siete tendencias sicológicas de la Deidad.

Hemos hablado de Dios en términos de Persona y hemos empleado los pronombres Él y el posesivo. ¿ Debemos inferior de esto que nos referimos a una prodigiosa Personalidad denominada Dios y, por lo tanto, pertenecemos a esa escuela de pensamiento llamada antropomórfica? La enseñanza budhista no reconoce a un Dios ni a una Persona. Por consiguiente, desde nuestro punto de vista y acercamiento, ¿ es erróneo o correcto? Técnicamente cuando se comprenda al hombre como una expresión divina, en tiempo y espacio, podrá ser revelado este misterio.

Ambas escuelas de pensamiento son correctas y de ninguna manera se contradicen. En su síntesis y fusión, la verdad, tal como realmente es, puede comenzar -aunque en forma tenue- a aparecer. Existe un Dios Trascendente que “habiendo compenetrado todo el universo con un fragmento de Sí Mismo” puede todavía decir: “Yo permanezco”. Existe un Dios Inmanente cuya vida es el origen de toda actividad, inteligencia, crecimiento y atracción de todas las formas en todos los reinos de la naturaleza. Similarmente, existe en cada ser humano un alma trascendente que, cuando ha iniciado y terminado su ciclo de vida en la tierra y ha transcurrido el período de manifestación, se convierte nuevamente en lo inmanifestado y en lo amorfo, y también puede decir: “Yo permanezco”. Cuando se manifiesta y toma forma, la única manera en que la mente y el cerebro humanos pueden expresar su reconocimiento de la vida divina condicionante, es hablar en términos de Persona y de Individualidad. Por eso hablamos de Dios como de una Persona, de Su voluntad, de Su naturaleza y Su forma.

Sin embargo, detrás del universo manifestado permanece el Uno sin forma, Aquel que no es un individuo ni está limitado por la existencia individualizada. Por lo tanto, el budhista tiene razón cuando acentúa la naturaleza no individualizada de la Deidad y se niega a personalizar a la Divinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la teología cristiana, personificando, como lo hacen, las triplicidades de todas las teologías, se convierten también en el Uno cuando ha terminado el período de manifestación. Permanecen como Uno, con la cualidad y vida intactas e indiferenciadas, tal como son en la manifestación.

La analogía de esto la tenemos cuando muere un hombre. Desaparecen sus tres aspectos -mente o voluntad, emoción o amor, y apariencia física. Entonces la persona no existe. Sin embargo, si se acepta el hecho de la inmortalidad, el ser consciente permanece; su cualidad, propósito y vida están unidos con su alma inmortal. La forma externa, con sus diferenciaciones en una trinidad manifestada, ha desaparecido -nunca volverá exactamente en la misma forma o expresión, en tiempo y espacio.

La interacción del alma y de la mente produce el universo manifestado, con todo lo que contiene. Cuando persiste esa interacción, ya sea en Dios o en el hombre, empleamos términos de origen humano (¿ de qué otra manera se podría hablar con claridad?) que, por lo tanto, limitan, porque tal es nuestra actual etapa de iluminación -o ¿ debería decirse etapa de oscuridad? Así se desarrolla la idea de la individualidad, de la personalidad y de la forma. Cuando cesa la interacción y termina la manifestación, tales términos ya no son apropiados ni tienen significado. Sin embargo, persiste el ser imperecedero, sea Dios u Hombre.

Por eso la mente humana sustenta el concepto sustentado por el gran Maestro de Oriente, el Buddha, el de la Deidad trascendente, separada de la triplicidad, dualidad y multiplicidad de la manifestación. Sólo existe vida amorfa, sin individualidad y des-conocida. En la enseñanza occidental que ha formulado y conservado el Cristo, persiste el concepto de Dios inmanente -Dios en nosotros y en todas las formas. En la síntesis de las enseñanzas de Oriente y Occidente y en la fusión de estas dos grandes escuelas de pensamiento, puede presentirse algo de este Todo superlativo, meramente presentido, pero no conocido.





 


 

 

 

 


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