www.maestrotibetano.esPsicología Esotérica II ( páginas 193-196)

Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

(Alice A. Bailey)

 

EL ANHELO DE FORMULAR UN PLAN

El tercer instinto divino o la tendencia interna oculta es el anhelo de formular un plan.

 

Se evidenciará que este anhelo surge o depende de las dos tendencias anteriormente consideradas. Tiene su reflejo microcósmico en los numerosos planes y proyectos del hombre finito, cuando vive su insignificante vida o deambula en el planeta, preocupado por sus pequeños asuntos personales.

 

Esta capacidad universal de trabajar y proyectar garantiza la existencia en el hombre de la capacidad de responder oportuna y grupalmente al plan de Dios, basado en la visión de Dios. Estos fundamentales, progresivos y divinos instintos, expresiones de la conciencia y la percepción de Dios, tienen sus reflejos embrionarios en nuestra humanidad moderna.

 

No me propongo indicar hasta dónde comprendo el Plan de Dios, lo cual está naturalmente limitado por mi capacidad. Sólo puedo presentirlo tenuemente y en forma ocasional, y en mi mente surge confuso el delineamiento del prodigioso objetivo de Dios.

 

Dicho Plan puede ser únicamente presentido, visualizado y conocido con certeza por la Jerarquía, y sólo grupalmente, y por aquellos Maestros que pueden actuar en plena conciencia monádica. Ellos son los únicos que comienzan a comprender lo que es.

 

El resto de los componentes de la Jerarquía -iniciados y discípulos en distintas categorías y diversas graduaciones- deben conformarse en prestar colaboración a ese aspecto inmediato del Plan que pueden captar y que les llega por intermedio de las mentes inspiradas de sus Mentores, en determinados momentos y en ciertos años específicos. El año 1933 fue uno de ellos. Otro similar será el año 1942. En esos momentos, cuando la Jerarquía se reúne en silencioso cónclave, se Le revela para el próximo ciclo de nueve años, una parte de la visión de Dios y lo que Él ha formulado sobre ella para el presente inmediato. Entonces, con perfecta libertad y plena colaboración, proyectan cómo llevar a cabo los objetivos deseados de los Guías de la Jerarquía, quienes colaboran a su vez con Fuerzas y Conocedores aún más elevados.

 

 

La información que antecede evocará probablemente gran interés entre los estudiantes que aún no se han sintonizado con los valores superiores. Si los que leen esto se dieran cuenta de ello, comprenderían que es la parte menos importante del capítulo y que contiene una exigua utilidad para ellos. Observarán que no tiene para nosotros una aplicación práctica. Por lo tanto, algunos se preguntarán y con razón: ¿ Para qué dan esta información? Responderé. Este tratado está escrito para futuros discípulos e iniciados, y todo lo que aquí se expone sólo es parte de lo que se ha revelado de la verdad que se desea impartir. Actualmente llega a través de muchos canales y desde múltiples fuentes - ¡ tal el maravilloso poder que reside detrás de los actuales reajustes mundiales!

 

 

 

 

El instinto de la Deidad está íntimamente relacionado con la Ley de Economía y es una expresión del Principio de Materialización. El hombre debe estudiar, captar y forjar esto mediante el correcto empleo del cuerpo mental, actuando bajo la influencia del Espíritu o Alma.

 

 

El Principio de Continuidad debe ser trasformado en conocimiento consciente por el correcto empleo de la naturaleza astral o de deseo, actuando bajo la influencia de Budhi.

 

 

Finalmente, la Tendencia a la Síntesis debe ser realizada en la conciencia cerebral en el plano físico, bajo la influencia de la Mónada, pero su real expresión y la respuesta verdadera del hombre a este anhelo, sólo es posible después de pasar la tercera iniciación. De esta manera se verá fácilmente que este tratado ha sido en verdad escrito realmente para el futuro.

 

 

Tenemos aquí mucho para cavilar, pensar y meditar. Busquemos el hilo de oro que nos conducirá, en conciencia vigílica, a la casa del tesoro de nuestras propias almas y aprendamos allí a unificarnos con todo lo que respira, a presentir la visión destinada a la totalidad, hasta donde podamos, y a trabajar al unísono con el plan de Dios, en la medida en que nos ha sido revelado por Quienes conocen Estas antiguas reglas o factores determinantes -las leyes condicionantes esenciales en la vida del Alma- son, en su naturaleza, básicamente psicológicas. Por esta razón merecen que las estudiemos.

 

maestro tibetano

En su propio plano, el alma no conoce separación, y el factor síntesis rige todas las relaciones del alma. El alma no sólo se ocupa de la forma que puede adoptar la visión de su objetivo, sino de la cualidad y el significado que esa visión vela u oculta.

 

El alma conoce el Plan, su forma, su delineamiento, sus métodos y su objetivo.

Por el empleo de la imaginación creadora, el alma crea, construye formas mentales en el plano mental y objetiviza el deseo en el plano astral.

 

Luego exterioriza su pensamiento y sus deseos en el plano físico mediante la fuerza aplicada y activada creadoramente por la imaginación del vehículo etérico o vital.

 

Debido a que, sin embargo, el alma es inteligencia, animada por el amor, puede (dentro de la síntesis lograda que rige sus actividades) analizar, discriminar y dividir.

 

Del mismo modo, el alma aspira a lograr aquello que es aún más grande que sí misma, y penetrar en el mundo de las ideas divinas ocupando una posición intermedia entre el mundo de la ideación y el mundo de las formas. Tales son su dificultad y su oportunidad.

 

La vida del alma se afirma de acuerdo a sus factores condicionantes. El valor de esto reside en que, en el Sendero del Discipulado, dichos factores deben empezar a desempeñar su parte en la vida de la personalidad y comenzar a condicionar al hombre inferior para que su vida, sus hábitos, deseos y pensamientos, estén a tono con los impulsos más elevados iniciados por el alma.

 

Esto es sólo otra manera de definir esas expresiones de la vida espiritual que todo iniciado debe demostrar.

Cada aspirante, a medida que transcurre el tiempo, debe desarrollar el poder de ver la totalidad y no sólo la parte, y observar su vida y esfera de influencia en términos de relaciones colectivas y no del yo separatista. No sólo tiene que percibir la visión (pues eso lo ha hecho ya el místico), sino que debe penetrar detrás de ella, y llegar a esas cualidades esenciales que dan significado a la visión.

 

El instinto de formular planes, que es inherente a todos los seres y tanto predomina en los más evolucionados, debe ceder su lugar a la tendencia a hacer proyectos de acuerdo al plan de Dios, tal como se expresa a través de la Jerarquía planetaria. Con el tiempo, esto producirá el anhelo de crear esas formas que imparten significado, lo cual trasmutará el mal en bien y transfigurará la vida.

 

 

Pero, para realizarlo de acuerdo al Plan y, al mismo tiempo, reconocer la síntesis fundamental en la cual vivimos y nos movemos, el discípulo debe aprender a analizar, discriminar y discernir esos aspectos, cualidades y fuerzas, que deben ser empleados en forma creadora en la materialización del Plan intuido, basado en la visión presentida.

 

Sería bueno meditar sobre la relación existente entre el hombre y la Jerarquía, por medio del alma del hombre. La Jerarquía existe a fin de hacer posible en la forma la realización de la Visión divina y del Plan presentidos. Para hacer que surja esta verdad el hombre debe también hallarse en el punto intermedio cuando maneja las grandes dualidades de la vida para producir el nuevo mundo.

A medida que se estudian las reglas para lograr el control por el alma, no será necesario repetir constantemente las tres relaciones fundamentales del alma:

1. La relación con otras almas dentro de la circundante vida de la super Alma. Sólo comprendiendo esta relación llegaremos al conocimiento práctico de que todas las almas son una sola Alma.

 

2. La relación con la Jerarquía de almas regentes. Aunque esta Jerarquía contiene los siete elementos que constituyen la diferenciación primaria a la cual la Vida Una -como conciencia-, se somete, debe tenerse en cuenta que esta Jerarquía es esencialmente la personificación del aspecto voluntad del Logos -la voluntad al bien, la voluntad de amar, la voluntad de conocer, la voluntad de crear.

 

Esta Voluntad está siendo servida por la Mente Universal de la Deidad, pero es la expresión de una conciencia aún más elevada de la cual participa esa Deidad. Este concepto está necesariamente más allá de nuestra comprensión; pero debemos recordar que esta parte del libro es para ser aplicada en el futuro y no meramente para la comprensión actual.

 

3. La relación con el Plan de Dios tal como se desarrolla en la actualidad.

 

 

Los conceptos antedichos servirán para preparar el camino de lo que ahora se dilucidará con mayor claridad. A veces es de utilidad retrotraer la conciencia al centro cuando la órbita que recorre la mente es muy extensa.

 

La síntesis del concepto divino, la Visión del delineamiento estructural y el plan para su materialización -factores que rigen a las almas en su plano- condicionan SU actividad y, dentro del límite en que trabajan, constituyen factores que, en tiempo y espacio, condicionan y limitan a la Deidad, pues tal es Su divina Voluntad.

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Considerando todo el tema desde otro punto de vista, estas reglas de contacto con el alma establecen el ritmo y determinan la pulsación de la vida de Dios a medida que hacen constantemente impacto sobre los ritmos inferiores, que finalmente eliminará. Esto sucede en el caso de los seres humanos individuales; algún día esto sucederá en toda la humanidad, y por último, determinará la vida, el propósito y la actividad de todas las formas en y sobre nuestro planeta.







 


 

 

 

 


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