CURACIÓN ESOTÉRICA

TRATADO SOBRE LOS SIETE RAYOS, Volumen 4

Alice A. Bailey & Maestro Tibetano (Djwhal Khul)


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CAUSAS QUE SE INICIAN EN EL CUERPO ETÉRICO

Sería prudente recordar que no voy a tratar aquí esas causas que, produciendo efectos en el cuerpo físico, se inician en la mente o en el cuerpo astral. Necesariamente pasan a través del cuerpo etérico.

 

El cuerpo etérico es un transmisor de todas las energías al cuerpo físico, y todo tipo de fuerza pasa a través de él y va a distintas partes de la forma física, produciendo resultados buenos y malos, negativos o positivos, según el caso. Este es un hecho aceptado.

 

Considero aquí las enfermedades, los problemas y las dificultades físicas que surgen del cuerpo etérico mismo y se manifiestan en relación con el cuerpo físico.

 

Esto es muy común y usual. Es esencial que se mantengan estas dos líneas de fuerza-actividad claramente diferenciadas en la mente. Ambas pasan a través del cuerpo etérico o provienen de éste, yendo al cuerpo físico, pero sólo una de ellas se origina en las dificultades que tienen origen etérico o que concierne a ellas.

 

 

El cuerpo etérico está compuesto totalmente de líneas de fuerza y de puntos donde esas líneas se cruzan, formando al cruzarse centros de energía.

 

Donde tales líneas de fuerza se entrecruzan, tenemos un mayor centro de energía, y donde grandes corrientes de energía se encuentran y cruzan como lo hacen en la cabeza y a lo largo de la columna vertebral, tenemos siete centros principales.

 

Hay siete como éstos, además de veintiún centros menores y cuarenta y nueve centros más pequeños, conocidos por los esoteristas.

 

Sin embargo, nos limitaremos esta vez a todo el cuerpo etérico y a los siete centros principales. Quizás les interese saber dónde se hallan los veintiún centros menores, y pueden ser localizados en los siguientes lugares:

 

Dos de ellos delante de los oídos, donde se unen los huesos de la mandíbula.


Otros dos están exactamente encima de los dos senos.


Uno donde se unen los huesos pectorales, cerca de la glándula tiroides. Éste, conjuntamente con los centros de los senos, forma un triángulo de fuerza.

 


Uno en cada palma de las manos.


Uno en cada planta de los pies.


Uno detrás de cada ojo.


Dos también conectados a las gónadas.


Uno cerca del hígado.


Uno vinculado al estómago, por lo tanto relacionado con el plexo solar, pero no es similar a éste.


Dos vinculados al bazo. Éstos forman en realidad un centro, formado por los dos superpuestos.


Uno detrás de cada rodilla.


Un poderoso centro está estrechamente relacionado con el nervio vago. Este es muy potente y está considerado por algunas escuelas de ocultismo como un centro mayor; no se halla en la columna vertebral, sino cerca de la glándula timo.


Otro cerca del plexo solar, y relaciona a éste con el centro en la base de la columna vertebral, formando así un triángulo con el centro sacro, el centro plexo solar y el de la base de la columna vertebral.

Los dos triángulos referidos en esta clasificación son de real importancia.

Uno está arriba y el otro abajo del diafragma.

centros de energía, maestro tibetano

Lógicamente se evidencia que cuando hay libre afluencia de fuerza a través del cuerpo etérico al físico denso, habrá menor posibilidad de enfermedad o dolencia.

 

Sin embargo puede acrecentarse la tendencia a las dificultades debido a la sobrestimulación y a la consiguiente hiperactividad del sistema nervioso, con todos sus problemas.

 

Estas fuerzas que tratan de entrar en el vehículo denso son emanaciones provenientes de tres direcciones (si puedo usar tal término):

1. De los vehículos de la personalidad: los cuerpos astral y mental.

 

2. Del alma, si se ha establecido contacto, reconocido o no.

3. Del mundo circundante, para el cual los vehículos del alma y de la personalidad han servido de “puertas de entrada”.

 

Incidentalmente, en conexión con esta última frase, deseo llamar la atención sobre una posible relación entre esas “puertas de entrada” y la frase “portal de iniciación”.

 

En el caso donde estos centros, a través de los cuales afluye la energía proveniente de esas fuentes de reserva, están pasivos, aletargados o sólo funcionando parcial o muy lentamente (en lo que concierne a su ritmo vibratorio) entonces se producirá una condición de bloqueo.

 

Esto congestiona el vehículo etérico con las consiguiente y subsiguiente dificultades en el funcionamiento del cuerpo físico.

 

Una de las más comunes es la congestión de los pulmones que -aunque tal vez exotéricamente puede achacarse a ciertas y definidas causas físicas- en realidad se debe a esas causas, además de una condición interna de congestión etérica.

 

La conjunción, de la aparente causa externa y la verdadera causa interna, es responsable de la irrupción de la dificultad.

 

Cuando ambas condiciones entran en conjunción y existe un impedimento físico y una indeseable condición etérica, entonces tendremos enfermedad, males o debilidad de cualquier clase.

 

Cada congestión externa siempre puede atribuirse a estas dos causas, una interna y otro externa.

 

En estos casos, la causa externa no es un efecto de la causa individual interna, lo cual es muy interesante. No obstante se observará que las enfermedades no son puramente subjetivas o de origen psicológico en lo que concierne al individuo, sino que a veces son ambas, exotéricas y esotéricas. De allí la complejidad del problema.

 

Lo antedicho presenta la cuestión de la actividad que desarrollan los siete centros de fuerza en el cuerpo etérico.

 

Éstos pueden ser considerados como dormidos o aletargados, despertándose pero no obstante perezosamente vivos, o funcionando normalmente, lo cual significa que algunas de las energías que producen la forma del centro se mueven rítmicamente, siendo los centros por lo tanto receptivos a la afluencia, mientras otros están inactivos e insensibles.

 

Otros centros estarán enteramente activos y por lo tanto atraerán predominantemente cualquier fuerza afluyente, y aún otros lo estarán parcialmente.

 

En la mayoría de la gente, los centros ubicados abajo del diafragma están más activos que los que se hallan arriba del diafragma (me refiero aquí a los siete centros mayores y no a los veintiún menores).

 

En los aspirantes están activos los centros debajo del diafragma y los centros cardíaco y laríngeo van lentamente entrando en actividad, mientras en el caso de los discípulos, el centro ajna, más esos centros del cuerpo que se hallan debajo del mismo, van rápidamente despertando.

 

En el iniciado el centro coronario está entrando en actividad vibrante, llevando a todos los centros a un ritmo real y coordinado. Cada paciente o ser humano, según el rayo o que pertenece, responde en forma diferente; el factor tiempo también difiere; el canon de desarrollo varía y la respuesta a las afluyentes fuerzas es ligeramente diferente.

 

 

Todo esto lo consideraremos con debido cuidado cuando tratemos el Capítulo IX, que concierne a los siete modos de curación. Simplemente lo menciono para sentar las bases de lo que se ha de considerar más tarde, y demostrará que todo el tema de la relación existente entre el cuerpo etérico y el físico está vinculado al problema de la curación.

 

 

Se evidencia así cuán importante es -antes de que pueda tener lugar la verdadera curación- que el curador conozca la etapa de evolución alcanzada por el paciente, debiendo también conocer el tipo de su rayo, tanto el de la personalidad como el egoico. Si a esto se le agrega algún conocimiento de sus inclinaciones e indicaciones astrológicas, se podrá llegar a un diagnóstico más exacto.

La clave de toda liberación (ya sea por la cura física de la enfermedad o por la muerte) reside en la comprensión de la condición de los centros en el cuerpo etérico. Éstos determinan el grado de actividad corporal vibratoria y la respuesta general del cuerpo físico. Condicionan también exactamente la actividad de la naturaleza instintiva y su relación con el plano externo de la vida y la “plenitud’’ y salud general del sistema nerviosa simpático.

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A. Congestión

Muchas de las verdaderas dificultades puede atribuirse a la congestión o a la carencia del libre juego de las fuerzas. En esta relación podría puntualizarse que el cuerpo etérico es un mecanismo de entrada y salida. Hay en consecuencia una relación curiosa e íntima entre éste y ciertos órganos como los pulmones, el estómago y los riñones. Esta simbología, cuando se la comprenda correctamente demostrará que existe profundamente una relación esotérica entre:

1. La mente y los pulmones.

El proceso de la respiración con sus etapas de inhalación, intervalo y exhalación actúan en conexión con los dos aspectos de la fuerza, mental y física.

 

2. La naturaleza de deseo y el estómago.

Aquí también tenemos el proceso de entrada, asimilación y eliminación.

 

 

3. El cuerpo etérico y los riñones, con los procesos claramente definidos en los casos de absorción, quimicalización y transmisión.

 

No existe un símbolo tan comparativamente exacto del proceso creador como la estructura humana.

 

La congestión del cuerpo etérico, que produce mucho malestar en el cuerpo físico, puede hallarse, por lo tanto, en el punto de entrada del cuerpo astral o del plano astral (nótese la fraseología y la diferencia) o en el punto de salida, en relación con el centro hacia el cual un tipo particular de fuerza etérica puede afluir con más facilidad y pasar también más fácilmente.

Donde no hay libre juego entre el cuerpo etérico y el cuerpo astral habrá dificultades.

 

Cuando no existe libre juego entre el cuerpo etérico y el cuerpo físico, involucrando también los ganglios, nervios y el sistema endocrino, habrá también dificultades.

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La estrecha relación que existe entre los siete centros y las siete glándulas mayores del sistema físico, nunca debe ser olvidada. Ambos sistemas forman una dictadura estrechamente entrelazada y las glándulas y sus funciones están determinadas por la condición de los centros etéricos.

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Éstos a su vez están condicionados por el grado de evolución, por la experiencia que ha adquirido el alma encarnada, por la polarización específica del alma en encarnación y por los rayos (de la personalidad y egoico) del hombre.

 

Recuérdese que los cinco aspectos del hombre (cuando funciona en los tres mundos) están determinados por ciertas fuerzas de rayo; tenemos el rayo del alma, el de la personalidad y los de los cuerpos mental, astral y físico, los cuales en la nueva era venidera serán definidamente considerados y descubiertos, y este conocimiento revelará al curador la probable condición de los centros, el orden de su despertar y su nota, o notas, básica individual.

 

La nueva ciencia médica está erigida predominantemente sobre la ciencia de los centros, y todos los diagnósticos y posibles curas se basarán en este conocimiento. El endocrinólogo recién comienza a vislumbrar posibilidades, y gran parte de lo que ahora está investigando contiene la simiente de la verdad futura.

 

El “equilibrio del sistema glandular”, la relación de las glándulas con la corriente sanguínea y también el carácter y las distintas predisposiciones, son considerados de real valor y vale la pena su investigación.

 

Aún queda mucho por descubrir antes de que se pueda trabajar sin peligro con las glándulas, convirtiéndolas en tema de principal atención (como sucederá algún día en todos los tipos de enfermedades). En este breve tratado haré muchas insinuaciones, las cuales servirán para guiar correctamente al investigador de mente abierta.

 

Antes de entrar a considerar la relación del cuerpo etérico, como una unidad con el cuerpo físico, señalaré que, en la lista de enfermedades que surgen del cuerpo etérico, coloco en primer lugar las complicaciones producidas por la congestión, porque hoy es, y lo será durante varios siglos, la principal causa de las dificultades para la mayoría de la humanidad o de esas personas que esotéricamente se las denomina “sacra-solar’.

 

Esto se debe en parte a los hábitos largamente establecidos de supresión y de inhibición, desarrollados por toda la raza.

 

La congestión en los puntos de entrada y de salida, en el cuerpo etérico, es lo que impide la libre afluencia de la fuerza de la vida, dando por resultado que se sucumbirá rápidamente a las enfermedades. También aquí se podrá observar el empleo más generalizado de los ejercicios de respiración cuidadosamente asignados, con sus efectos sutiles de reorganización y reajuste de los cuerpos sutiles (particularmente los cuerpos etérico y astral).

 

El difundido interés en los ejercicios de respiración evidencia hoy un reconocimiento subjetivo de este hecho, aunque todavía no se sabe bastante acerca de los métodos y efectos.

 

Quisiera llamar la atención sobre otra cosa, y es que los puntos de congestión pueden existir en el centro del cuerpo astral o en el cuerpo etérico, y esta situación deberá investigarla el curador.


B. Falta de Coordinación e Integración.

Llegamos ahora a una breve consideración del segundo punto, que en nuestra enumeración hemos denominado falta de coordinación o integración, donde la dificultad reside en el cuerpo etérico.

 

Esto prevalece excesivamente hoy y es responsable de la mayoría de las dificultades. El cuerpo etérico es la forma “sustancial” interna sobre la cual el cuerpo físico es erigido o construido. Es el andamiaje interno que subyace en todas las partes del entero hombre externo; la estructura que sostiene el todo y el patrón de la forma externa; la red de nadis (infinitamente intrincada) constituye la contraparte o el duplicado de todo el sistema nervioso que forma parte muy importante del mecanismo humano.

 

Lo mismo sucede con la corriente sanguínea, instrumento de la fuerza de la Vida. En consecuencia, si hay debilidad en la relación entre la estructura interna y la forma externa, se pondrá inmediatamente de manifiesto la verdadera dificultad, lo cual adquirirá tres formas:

 

1. La forma física en su aspecto denso está muy débilmente conectada con la forma o contraparte etérica. Esto lleva a una desvitalizada y debilitada condición que predispone al hombre a la enfermedad o a la mala salud.

 

2. La conexión débil en ciertos lugares o aspectos del equipo. A través de ciertos puntos focales o centros, la fuerza de vida no puede afluir adecuadamente, y así tenemos una definida debilidad en alguna parte del cuerpo físico. Por ejemplo, la impotencia sería una de estas dificultades y la tendencia a la laringitis otra, para mencionar desórdenes muy diferentes.

 

3. La conexión puede estar también tan básicamente floja y débil, que el alma tiene muy poco ascendente sobre su vehículo de manifestación externa, estableciéndose fácilmente la obsesión o posesión. Éste es un ejemplo extremo de las dificultades incidentales a esta condición. También cierto tipo de desmayos o pérdida de la conciencia y el “petit-mal”.

 

 

Existen también, como será evidente, las condiciones exactamente opuestas, donde el cuerpo etérico está tan estrechamente tejido o integrado con la personalidad -ya sea de naturaleza muy evolucionada o simplemente el caso de un cuerpo etérico común- que cada parte del cuerpo físico se halla en una constante condición de estimulación, de esfuerzo energético, con la resultante actividad del sistema nervioso, que -si no está correctamente regulado- puede llevar a una gran angustia.

 

Me referiré a esto en el tercer encabezamiento “La Sobrestimulación”, de los Centros”.

 

Una conexión demasiado floja o una muy fuerte, llevan a perturbaciones, aunque el primer tipo de dificultad es comúnmente más grave que las otras. He dado bastante para demostrar cuán interesante e importante puede ser el estudio del cuerpo etérico. Todo el tema de la curación está “ligado” (empleando una frase moderna que me resulta rara) al desarrollo, desenvolvimiento y control de los siete centros mayores.

 

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C. La sobrestimulación de los Centros.

Mucho podría agregar a lo dicho sobre las causas de las enfermedades originadas en el cuerpo etérico, pero en la Segunda Parte de este libro (donde se refiere a ciertos requisitos básicos) elaboraré el tema más profundamente.

Congestión, falta de integración y sobrestimulación de los centros son causas obviamente fundamentales, concernientes al cuerpo físico denso, siendo éstas frecuentemente efectos de causas más sutiles ocultas en la vida de los cuerpos astral y mental y, en el caso de la sobrestimulación, el resultado a veces del contacto con el alma.

 

El cuerpo etérico, por designio, reacciona normalmente a todas las condiciones existentes en los vehículos sutiles.

 

Es esencialmente un transmisor y no un originador, y sólo las limitaciones del observador conducen a adjudicar al cuerpo etérico las causas de males corporales.

 

Es el lugar de distribución de todas las fuerzas que llegan al cuerpo físico, siempre y cuando el punto de evolución haya llevado a los distintos centros de fuerza a una condición en que sean receptivos a cualquier tipo particular de fuerza.

 

Esotéricamente hablando, los centros pueden hallarse en una de las cinco condiciones o estados de ser, descritos en los siguientes términos:

1. Cerrado, inmóvil, hermético, aunque con signos de vida, silencioso y profundamente inerte.

 

 

2. Abierto, sin trabas, e imperceptiblemente matizado de color, la vida palpitando.

 

 

3. Activo, vivo, alerta en dos direcciones; dos pequeñas puertas están abiertas ampliamente.

 

4. Radiante y emitiendo una nota vibrante a todos los centros relacionados.

 

5. Todos fusionados y actuando rítmicamente entre sí. La fuerza vital fluye de todos los planos. El mundo permanece abierto ampliamente.

 

 

Relacionado a estos cinco estados donde se expande el campo etérico y llega a ser la vivencia vital de toda expresión en el plano físico,

tenemos las cinco razas humanas, comenzando con la raza lemuria,

los cinco planos de la expresión humana y superhumana,

las cinco etapas de conciencia y varios otros grupos de cinco, expuestos en la filosofía esotérica.

 

Incidentalmente podría ser de valor e interés señalar que

la estrella de cinco puntas no sólo es signo y símbolo de la iniciación y, finalmente, del hombre perfecto, sino que también es el símbolo básico del cuerpo etérico y de los cinco centros que controlan al hombre perfecto,

los dos centros de la cabeza,

el centro del corazón,

el centro de la garganta y

el centro de la base de la columna vertebral.

 

Cuando estos centros están plenamente despiertos y funcionando mutuamente en correcto ritmo, los varios quíntuples a los cuales me he referido forman parte integrante de la conciencia del hombre perfecto.

Aunque esta particular información no tiene una relación definida con la ciencia de la curación, sin embargo todo el tema está relacionado con la energía, la cual en una u otra forma está relacionada con las causas y los efectos de la enfermedad,

porque la enfermedad es el aspecto indeseable de la energía, sobre la unidad de energía que denominamos átomo.

 

Debe recordarse que el cuerpo etérico del ser humano es parte integrante del cuerpo etérico del Logos planetario, estando por lo tanto relacionado como todas las formas que se hallan dentro de ese cuerpo, en uno o en todos los reinos de la naturaleza.

 

Es parte de la sustancia del universo coordinada por la sustancia planetaria, proporcionando así la base científica de la unidad.

 

Si me preguntaran qué hay en realidad detrás de todas las enfermedades, frustraciones, errores y falta de expresión divina en los tres mundos, respondería que la separatividad produce las mayores dificultades que originan en el cuerpo etérico, más la incapacidad de la forma externa tangible para responder adecuadamente a los impulsos internos y sutiles.

 

Aquí reside la causa (secundaria, como ya he puntualizado) de la mayor parte de los trastornos.

El cuerpo etérico del planeta todavía no transmite ni permite circular libremente las fuerzas que están tratando de entrar en la conciencia y en la expresión del hombre, en el plano físico.

 

Estas fuerzas emanan desde adentro de él mismo, cuando actúa en los niveles sutiles de la conciencia y del alma; también provienen de grupos asociados y relacionados, de la vida planetaria y, eventualmente, en último análisis, de todo el universo.

 

Cada uno de los centros puede, cuando está plenamente despierto y se utiliza consciente y científicamente, servir de puerta abierta que permite percibir aquello que está más allá de la vida humana individual.

 

El cuerpo etérico es fundamentalmente el mecanismo de respuesta más importante que el hombre posee, produciendo no sólo el correcto funcionamiento de los cinco sentidos y proporcionando por consiguiente cinco puntos principales de contacto con el mundo tangible, sino que permite también registrar sensiblemente los mundos sutiles y, cuando está energetizado y controlado por el alma, los reinos espirituales se abren ampliamente.

 

El cuerpo etérico es un potente receptor de las impresiones impartidas a la conciencia humana por intermedio de los centros ya despiertos.

 

No existe, por ejemplo, verdadera clarividencia hasta que el plexo solar y el centro ajna hayan despertado.

 

Estas impresiones e informaciones transmitidas se convierten en el incentivo por el cual se inicia la actividad consciente.

 

Hay muchas maneras de describir estas fuerzas y sus efectos actuantes: impulsos, incentivos, influencias, potencias, deseos, aspiraciones y muchos otros términos que sólo son sinónimos de fuerza o energía, impartiendo así la misma idea general.

 

Todas estas palabras se refieren a formas de actividad del cuerpo etérico, pero sólo cuando las registra el cuerpo físico y actúan bajo su impresión. Todo el tema de la fuerza motivadora es de gran interés.

 

Sin embargo, la vastedad del asunto es tan real que sólo poco a poco la humanidad podrá captar la situación y llegar a comprender que el hombre es esencialmente (a través de su cuerpo etérico) parte integrante de un Todo grande y vibrante; únicamente con el tiempo aprenderá que por el proceso de la evolución puede registrar las diferentes zonas de expresión divina.

 

Sólo cuando el cuerpo etérico es impelido a la actividad por la influencia de las “fuerzas plasmadas” del alma, de la mente y temporariamente del cuerpo astral, y a través de ellas, puede el hombre llegar a ser consciente de todos los mundos, de cada fenómeno y estado de conciencia, y así lograr esa omnisciencia que es el derecho de primogenitura de todos los hijos de Dios.

 

Pero durante el período en que este estado del ser está en proceso de realización, la falta de desarrollo, de registro, el trabajo de despertamiento y organización de los distintos centros durante la vida y luego su relación mutua y correcta, produce muchas dificultades.

 

Esta condición es la fuente fructífera de esas dificultades que, cuando se introducen en el cuerpo físico, producen los diversos tipos de enfermedad, muchas tensiones y congestiones, la sobrestimulación de los centros en una parte del vehículo etérico y el subdesarrollo en otra, más el desigual desenvolvimiento y desequilibrio de los centros.

 

Las investigaciones médicas modernas mencionan mucho el “desequilibrio” de las glándulas endocrinas, y muchas dificultades físicas son adjudicadas a este frecuente desequilibrio.

 

Pero detrás de estas condiciones del sistema glandular subyace el básico desequilibrio de los centros. Sólo cuando hay una correcta comprensión de las fuerzas y su recepción y consecuente empleo, se logrará el correcto equilibrio, y el sistema endocrino humano controlará al hombre físico en la forma designada. Es imperativo que se estudien ya los problemas siguientes:

 

1. La adecuada recepción de la fuerza a través del centro apropiado. Un ejemplo de ello puede hallarse en el correcto control del centro plexo solar, por el cual la sensibilidad astral puede ser registrada y debidamente manejada.

 

2. La correcta relación entre un centro determinado y su glándula correspondiente, lo cual permite la libre actuación de las fuerzas que afluyen a través del centro, a la analogía glandular afín, condicionando así su peculiar hormona y oportunamente la corriente sanguínea.

 

Si se capta esta secuencia de contactos, se comprenderá con más claridad el significado oculto de las palabras de El Antiguo Testamento: “la sangre es la vida”.

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La vitalidad, proveniente del cuerpo etérico, penetra en la corriente sanguínea por intermedio del centro que responde a uno de los siete tipos peculiares de fuerza y su glándula afín.

 

Por lo tanto se evidencia que hay una estrecha relación entre:

 

a. El cuerpo etérico, como transmisor de un vasto conglomerado de energías y fuerzas.

b. El sistema endocrino, cuyas diversas glándulas son en realidad la exteriorización o materialización de los centros mayores y menores.

c. El corazón, que es el centro de la vida, así como el cerebro es el de la conciencia. Desde el corazón la sangre circula y es controlada. Estos tres grandes sistemas están relacionados.

d. Todo el sistema glandular con el sistema nervioso, por medio de la red de nervios y “nadis” que subyacen en esta red. Estos nadis son hilos de fuerza vital que fundamentan cada parte del cuerpo y particularmente todos los aspectos del sistema nervioso.

A estos problemas y relaciones podría agregarse otro, el cual constituye la interrelación que debe establecerse entre todos los centros, y permite el libre juego de la fuerza, en correcto ritmo, por todo el cuerpo físico.

Por lo tanto tenemos una gran directiva entrelazada que controla o no al cuerpo físico. La falta de control se debe al fracaso en establecer ciertas relaciones en el cuerpo, o a la falta de desarrollo. Estos grupos entrelazados son:

1. El cuerpo etérico, que actúa principalmente a través de sus siete centros principales y también por medio de muchos otros centros.

2. El sistema endocrino, que trabaja primordialmente a través de los siete grupos glandulares mayores y de muchas otras glándulas menos importantes.

3. El sistema nervioso (el simpático y el cerebro-espinal), con su peculiar énfasis puesto en el nervio vago y su efecto sobre el corazón y en consecuencia sobre la corriente sanguínea.

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Todos estos puntos deben ser considerados y correlacionados en cualquier sistema de curación esotérica, y la parte técnica que debe abarcar es, en último análisis, menos intrincada que el vasto sistema erigido por la medicina y la cirugía ortodoxas.

 

Debido a la falta de coordinación de estos tres sistemas el arte de la curación no ha podido realizar todo lo que desea. Mucho ha hecho, pero debe dar otro paso hacia el plano etérico antes que pueda descubrirse la verdadera clave de la enfermedad y su curación.

Por ejemplo, la carencia de vitalidad y la condición subnormal común, con las cuales estamos tan familiarizados, indican la inercia del cuerpo etérico y su falta de vitalidad.

 

Los resultados de la inercia del cuerpo vital pueden ser físicos y sicológicos, porque las glándulas del cuerpo físico no funcionan normalmente, y como es bien sabido, condicionan la expresión física del hombre y también sus estados emocional y mental, hasta donde puedan o no expresarse por intermedio del vehículo físico.

 

Las glándulas no condicionan al hombre interno o sus estados de conciencia, pero pueden evitar, y lo hacen, esos estados internos que se manifiestan externamente.

 

En el caso contrario, un cuerpo etérico muy poderoso y la sobrestimulación de los centros involucrados, ejercería una excesiva tensión sobre el sistema nervioso y produciría en consecuencia trastornos nerviosos definidos, hemicránea o jaqueca, desequilibrio mental y emocional y en algunos casos llevaría a la demencia.

 

He elaborado este asunto en cierta medida porque la relación del cuerpo etérico con el cuerpo físico y su receptividad a las energías internas, condicionan decididamente al hombre.

 

Sería necesario recordar esto al estudiar las causas de las enfermedades originadas en el cuerpo mental o debidas a la actividad del alma en la vida del discípulo, o al investigar el proceso por el cual el hombre se prepara para la iniciación.

 

El cuerpo etérico siempre e invariablemente debe actuar como agente transmisor de las energías internas al plano externo, y el cuerpo físico tiene que aprender a responder y a reconocer aquello que es transmitido. La efectividad de la transmisión y la resultante actividad física dependen siempre de los centros, que a su vez condicionan las glándulas; éstas, más adelante, determinan la naturaleza y la conciencia que expresa el hombre.

Si los centros están despiertos y receptivos tendremos un mecanismo físico que responderá a las fuerzas afluyentes.

Si los centros están aletargados pueden transmitir muy poca fuerza; así tendremos un mecanismo físico lento e insensible.

Si los centros ubicados abajo del diafragma están despiertos y los de arriba no lo están, tendremos un hombre cuya conciencia estará enfocada en las naturalezas animal y emocional, y muchas de sus enfermedades físicas tendrán su asiento abajo del diafragma.

 

Podrán ver, por lo tanto, cuán intrincado y complejo es todo este asunto, tan complejo, que

sólo será plenamente comprendido cuando los seres humanos recuperen el perdido poder de “ver la luz” del cuerpo etérico y de sus siete centros mayores, y, a través de un desarrollado sentido del tacto en las manos y dedos, verifiquen el grado de vibración de los diversos centros.

 

Cuando estos dos medios de conocimiento estén disponibles, el tema del cuerpo etérico adquirirá nueva importancia y será correctamente comprendido.


 

 

 

 

 

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