Al
considerar los métodos por los cuales se realizan los propósitos
del séptimo rayo, quisiera señalar que precisamente aquí me encuentro
limitado y obstaculizado por el idioma, pues estamos tratando
con algo nuevo y por lo tanto aún no verdaderamente comprendido,
y con esos desenvolvimientos que eventualmente se producirán por
medio de una magia científica y verdadera.
Esta
nueva magia tendrá la misma relación que las que podrían tener
las siglas g- a- t-o, en una fórmula algebraica, con las burdas
tentativas y a menudo ridículas empresas de los magos, alquimistas
y prestidigitadores del pasado.
Además
quisiera recordarles que la magia que se realizaba en Egipto lugar
en que originó la antigua magia , estaba definidamente concentrada
en la producción de efectos físicos y resultados materiales y
el centro de la atención de los magos de esa época puede observarse
en la estupenda producción de esas antiguas y gigantescas formas
que se yerguen hoy, silentes e inmóviles, conservando toda su
prístina magnificencia, las cuales llaman la atención de los arqueólogos
y viajeros; las formas menores de la magia estaban dedicadas a
la protección mágica de la forma física y a las cuestiones relacionadas
con ella.
Más
tarde apareció la alquimia con sus variadas formas, y también
la búsqueda de la piedra filosofal y la enseñanza sobre los tres
elementos minerales básicos.
Los alquimistas eran impulsados esotéricamente, y desde el aspecto
subjetivo de la vida trataban de descubrir lo que pudiera unificar
los tres niveles físicos inferiores, haciéndolo en la naturaleza
profundamente simbólica del desenvolvimiento racial.
Dichos
niveles simbolizan al hombre integrado físico, astral y mental.
Si agregamos a estos elementos la piedra filosofal, que ha realizado
su trabajo mágico, tenemos la representación simbólica del control
ejercido por el alma en los cuatro niveles superiores del plano
físico, los niveles etéricos o de energía.
La
piedra filosofal es el emblema de esta deseable culminación. Digo
"emblema" y no "símbolo".
Un símbolo es el signo externo
y visible de una realidad interna y espiritual, llevada a la expresión
en el plano físico por la fuerza de la vida interna ya encarnada.
Un
emblema es la formulación y creación de un concepto por parte
del hombre, personificando para él la verdad tal como la percibe
y comprende.
Un símbolo tiene más grandes implicancias que un emblema.
Los niveles etéricos constituyen también el campo de expresión
del alma, ya sea el alma humana o su expresión como Tríada superior,
la vida monádica.
Me
pregunto si alguno de ustedes tiene la menor idea de lo que le
ocurrirá a la humanidad cuando la realidad subjetiva interna,
actuando por medio del cuerpo etérico y derramando sus fuerzas
libremente a través de los centros de ese cuerpo, logre su mayor
integración con el mecanismo físico denso, y lo controle, reduciéndolo
a la más completa subordinación, como resultado de la integración
superior consumada entre el alma y la personalidad.
Nos encontramos, en consecuencia, en un período crucial e interesante
de la historia racial y planetaria, período distinto de cualquier
otro precedente, debido a que el proceso evolutivo ha sido definidamente
exitoso, pese a todos los fracasos, errores y demoras; las demoras
que abundaron, debido a la negativa (para ustedes
curiosa y difícil de entender) de las Energías concentradas en
Shamballa, de imponer la fuerza de la voluntad sobre la materia
y la forma, hasta el momento de poder hacerlo con la cooperación
de la familia humana.
Hasta ahora nunca fue posible porque el hombre no estaba preparado
para la tarea ni tenía conocimiento del Plan.
El
Señor de Shamballa y Sus Colaboradores tuvieron que esperar hasta
que penetrara por lo menos un tenue delineamiento del Plan en
la conciencia de la raza, lo cual está sucediendo con creciente
frecuencia, y cada día que pasa, mayor número de hombres y mujeres
inteligentes entran en contacto (o son puestos en contacto) con
las ideas que emergen de la Jerarquía.
En
consecuencia podemos esperar que aparezca firmemente y se aplique
gradual y cautelosamente la energía volitiva proveniente del centro
más elevado que existe en nuestro planeta, Shamballa.
Dicho
centro corresponde al monádico, el que hace sentir su poder en
la conciencia del discípulo que está preparado para recibir la
tercera iniciación.
Una vez recibida la segunda iniciación, la atenta Jerarquía puede
empezar a observar la constante reorientación del alma hacia lo
mónada y el poder de atracción que ejerce ese aspecto superior
sobre el iniciado.
En la actualidad son tantos los miembros de la familia humana
encarnados o no que han recibido las dos primeras iniciaciones,
que la atención de Shamballa se dirige cada vez más hacia la humanidad,
vía la Jerarquía; mientras tanto, en forma simultánea, los pensamientos
de los hombres se encaminan hacia el Plan y hacia el empleo de
la voluntad, al dirigir y guiar la naturaleza de la fuerza dinámica.
La cualidad de la guerra en este siglo, por ejemplo, de naturaleza
dinámica y explosiva, es índice de lo antedicho porque la expresión
de la muerte y la destrucción, es uno de los aspectos de la energía
volitiva, y el primer rayo es el del destructor.
Lo que se ve, en consecuencia, es el efecto que produce la fuerza
de Shamballa en las formas de la naturaleza, debido al mal uso
que el hombre hace de esta entrante energía.
Antiguamente
las guerras, hablando en forma esotérica y general, se basaban
indefectiblemente en el atrayente poder de las posesiones, conduciendo
a la formación del carácter agresivo y codicioso de los móviles
que llevaban a la guerra.
Gradualmente
se ha ido produciendo un cambio, y últimamente las guerras han
tenido su fundamento en móviles más elevados, y la adquisición
de más territorios y posesiones no han constituido el principal
y real motivo.
Las guerras han sido desatadas por la necesidad económica o por
la imposición de la voluntad de alguna nación o grupo de naciones
sobre otras, por el deseo de implantar alguna ideología en determinado
país o por deshacerse de un caduco sistema de pensamiento, gobierno
o dogma religioso, que detiene el desarrollo racial.
Esto
se está haciendo ahora conscientemente, pues es una expresión
de la fuerza de Shamballa o volitiva, que en definitiva no es
la fuerza del deseo como en el pasado.
El
séptimo rayo constituye una de las líneas directas que puede recorrer
la energía de primer rayo y en ello reside otra de las causas
de su aparición en estos momentos, pues al liberar la vida para
penetrar en las nuevas y mejoradas formas, los anticuados sistemas
de vida, cultura y civilización, deben ser destruidos o modificados.
Todo esto es el trabajo del primer Rayo de Voluntad, expresándose
predominantemente en la época actual por medio del séptimo rayo
de Organización y Relación.
Al
estudiar el sexto rayo hemos considerado ante todo su efecto producido
en el trabajo y entrenamiento, la vida y los planes del discípulo,
condicionando, como lo hace inevitablemente, las actividades y
rendimiento de su vida.
Después
vimos el principio motivador del deseo a este respecto, y finalmente
tocamos los tres tipos de la prevaleciente actividad de rayo.
Sigamos
ahora el mismo procedimiento y obtendremos una idea de la relación
existente entre los rayos sexto y séptimo, y el modo en que la
potencia de sexto rayo ha preparado a la humanidad para los inminentes
acontecimientos que enfrenta.
Lo que diré ahora, no será fácilmente comprendido o debidamente
apreciado, por el discípulo de sexto rayo, pues los métodos empleados
por Quienes manejan y dirigen las nuevas energías, resultarán
incomprensibles para él, como conocedor de sistemas antiguos,
de ahí la aparición de las escuelas fundamentalistas que existen
en todos los campos del pensamiento religioso, político y hasta
científico.
Agregaré
que cuando el discípulo de sexto rayo intenta emplear las nuevas
energías entrantes, para él se expresan en el plano astral, y
el resultado es magia astral, profundo espejismo y honda decepción.
A este hecho debemos atribuir la aparición de instructores que
pretenden enseñar magia, obtener ciertos resultados mágicos, trabajar
con rayos de distintos colores, utilizar Palabras de Poder, dictar
leyes y ser custodios de anhelos y secretos, hasta ahora no revelados,
de los Maestros de la Sabiduría.
Todo
ello es una especie de espejismo astral; también el contacto establecido
en el plano astral precipitará posteriormente en la tierra lo
que han podido captar allí.
Aún no es el momento ni la hora de emplear tales cosas.
El sentido del tiempo y la comprensión del momento exacto en que
se llevará a cabo el Plan con sus futuros detalles, no ha sido
captado por esas personas sinceras pero ilusas, que enfocadas
como lo están en el plano astral y mentalmente subdesarrolladas
interpretan mal, para sí y los demás, lo que allí perciben síquicamente.
Saben excesivamente poco, pero creen saber mucho. Hablan con autoridad,
pero es la autoridad de una mente sin expansión. Hoy prevalece
la expresión de las antiguas formas de magia, la búsqueda de indicios
e indicaciones de métodos caducos y cristalizados, responsables,
en el remoto pasado, del gran engaño de las masas y la consiguiente
ilusión masiva.
Quisiera
que recuerden que la magia blanca se ocupa del desenvolvimiento
del alma en la forma para adquirir la experiencia necesaria.
La
magia blanca no se ocupa de actuar directamente sobre la forma,
sino por la influencia indirecta del alma, que actúa en cualesquiera
de las formas de todos los reinos de la naturaleza, cuando somete
la forma a su control, efectuando así los necesarios cambios en
el desarrollo del mecanismo.
El
mago blanco sabe que cuando se aplica adecuada y correctamente
el estímulo de rayo al centro que llamamos el alma de cualquier
forma, no a la forma misma, entonces el alma, así estimulada,
realizará su propio trabajo de destrucción, atracción y reconstrucción,
y la consiguiente renovada manifestación de la vida.
Esto
atañe al alma de un hombre, de una nación y al alma de la humanidad
misma. Recuérdenlo, porque he expuesto aquí una regla básica y
fundamental que rige eternamente a la magia blanca.
Por esta razón se dice que el séptimo rayo rige al reino mineral,
mediante el cual manifiesta esa significativa característica y
cualidad del alma que llamamos radiación.
El término describe exactamente el resultado del estímulo del
alma sobre cada forma y dentro de ella.
La vida del alma oportunamente se irradia más allá de la forma,
y dicha radiación produce efectos definidos y calculados.
El sexto rayo, como bien se sabe, está estrechamente relacionado
con el reino animal, y su efecto allí consiste en desarrollar
la cualidad y expresión de la domesticidad en las formas superiores
de la vida animal, y la adaptabilidad del animal al contacto humano.
Los
rayos séptimo, tercero y sexto, controlan al reino animal. De
allí que podemos deducir fácilmente que la relación existente
entre los animales superiores y el hombre, es de rayo y por lo
tanto de utilidad según la ley de evolución, e inevitable en sus
resultados.
Los rayos sexto, segundo y cuarto, rigen al reino vegetal, existiendo
aquí también una relación entrelazada por medio del sexto rayo.
El reino humano está regido por los rayos cuarto y quinto, y nuevamente
por el cuarto, lo cual indica relación. Algún día esas relaciones
y líneas de fuerza interconectadas serán mejor comprendidas, se
estudiarán científicamente y se investigarán las líneas de energías
relacionadas.
Este conjunto de energías directrices entrelazadas ocupará la
atención de algunas de las mejores mentes, y cuando ello ocurra
se aprenderá mucho. Tal información, sin embargo, es hoy de muy
poca utilidad, y continuará así hasta que los hombres se hagan
sensibles a la vibración de los distintos rayos y lleguen a aislar
el ritmo de un rayo en su conciencia. Cuando se desarrolle dicha
sensibilidad, se realizarán numerosos y rápidos descubrimientos
revolucionarios y significativos.
Uno
de los inevitables efectos de la energía de séptimo rayo será
relacionar y unificar en estrecha síntesis, los cuatro reinos
de la naturaleza, debiendo hacerse como preparación para realizar
el trabajo largamente preordenado para la humanidad, que consiste
en ser el agente distribuidor de la energía espiritual para los
tres reinos subhumanos.
Esta
es la principal tarea de servicio que debe emprender el cuarto
reino por medio de sus almas encarnadas.
La radiación proveniente del cuarto reino será algún día tan poderosa
y sus efectos tendrán tan largo alcance, que compenetrarán las
mismas profundidades del mundo fenoménico creado, llegando incluso
hasta el reino mineral.
Entonces
veremos los resultados a que se refiere el gran iniciado Pablo,
cuando dice que toda la creación espera la manifestación de los
Hijos de Dios. Tal manifestación es la irradiación de la gloria,
el poder y el amor.
Incidentalmente
quisiera indicar que la influencia de séptimo rayo tendrá tres
efectos definidos sobre el tercero y cuarto reinos de la naturaleza,
y son:
1
. Todos los cuerpos animales serán progresivamente refinados y
en el caso de la humanidad serán conscientemente refinados, llevándolos
así a un estado de desenvolvimiento superior y más especializado.
Esto
se realiza hoy con toda rapidez. La dieta y el atletismo, la vida
al aire libre y al sol, están haciendo mucho por la raza, y en
las dos próximas generaciones. Cuando aparezcan cuerpos refinados
y naturalezas sensibles, el alma tendrá mejores instrumentos para
trabajar.
2. La relación entre los reinos animal y humano será
cada vez más estrecha.
Es
bien conocido el servicio que el animal presta al hombre, en incesante
expresión, pero el servicio que presta el hombre a los animales
todavía no es comprendido aunque se están dando algunos pasos
correctos en ese sentido. Oportunamente debe producirse una estrecha
síntesis y una coordinada simpatía entre ellos, y cuando ocurra,
tendrán lugar casos extraordinarios de mediumnidad animal bajo
la inspiración humana. Por ese medio, el factor inteligencia del
animal (del cual el instinto es la manifestación en embrión),
se desarrollará rápidamente, siendo éste uno de los resultados
descollantes de la denominada relación animal humana.
3. Como consecuencia de esta evolución acelerada,
habrá una rápida destrucción de ciertos tipos de cuerpos animales.
Desaparecerán los cuerpos humanos de grado muy inferior, causando
un cambio general en los tipos raciales, hacia un nivel superior.
Muchas especies de animales también desaparecerán, y ya están
desapareciendo, de allí el creciente hincapié sobre la conservación
de los animales y el establecimiento de cotos de caza.
En
este estudio comparativo, aunque inadecuado, de los antiguos y
nuevos estilos del discipulado, uno de los problemas que la Jerarquía
debe afrontar es cómo lograr los cambios necesarios en la técnica
y método de desarrollo, que requerirá el sujeto de séptimo rayo,
y al mismo tiempo condicionar esos cambios para producir suavemente
el proceso de reajuste e interacción entre la Jerarquía y los
aspirantes del mundo.
Dicho reajuste debe incluir a ambos grupos (uno de ellos es hoy
numeroso, el otro reducido) de discípulos que pertenecen a los
rayos sexto y séptimo.
Los problemas de la Jerarquía no interesan, por supuesto, a quienes
no alcanzaron la liberación y, por lo tanto, no pueden contemplar
la vida con los mismos ojos de quienes ya no están sujetos a las
fuerzas de los tres mundos; sería de utilidad para los discípulos
reflexionar ocasionalmente sobre las relaciones existentes en
el caso de los Maestros y cavilar menos sobre sus propias y peculiares
dificultades individuales.
Una
de las principales características del discípulo de séptimo rayo
es un intenso sentido práctico.
El discípulo trabaja en el plano físico teniendo un constante
y firme objetivo, a fin de lograr resultados efectivos en la determinación
de las formas que asumirán la cultura y civilización futuras;
al finalizar el ciclo del séptimo rayo, trabajará arduamente para
perpetuar lo que ha realizado.
Manejará fuerza para construir las formas que satisfarán sus necesidades,
haciéndolo más científicamente que los discípulos de otros rayos.
El devoto de sexto rayo es mucho más abstracto y místico en su
trabajo y pensamiento, y pocas veces llega a comprender realmente
la correcta relación que existe entre forma y energía.
Piensa casi totalmente en términos de la cualidad y presta poca
atención al aspecto material de la vida y a la verdadera significación
de la sustancia cuando produce fenómenos. Tiende a considerar
a la materia como de naturaleza maligna y a la forma una limitación,
poniendo el énfasis únicamente sobre la conciencia del alma, considerándola
de suma importancia.
El fracaso de trabajar inteligentemente, y agregaría yo, amorosamente,
con la sustancia, a fin de relacionarla correctamente con la densa
forma externa, produjo en los últimos dos mil años un mundo tan
desastrosamente dirigido que ha llevado a los habitantes del planeta
a la grave situación actual.
El
trabajo llevado a cabo en forma ignorante, en el plano físico,
por quienes están bajo la influencia de la fuerza de sexto rayo,
ha creado un mundo que padece separaciones, en forma análoga al
individuo que sufre de doble personalidad. Las líneas demarcatorias
entre la ciencia y la religión, constituyen un ejemplo destacado
y han sido trazadas con toda claridad y fuerza.
La
separación a que me refiero ha sido creada por los eclesiásticos
del pasado y por nadie más; las líneas separatistas fueron trazadas
por los místicos imprácticos y visionarios, así como también por
los fanáticos devotos de alguna idea, que no obstante eran incapaces
de ver las amplias implicaciones y la naturaleza universal de
esas reconocidas ideas.
Estoy
generalizando, porque hubo muchos devotos y santos hijos de Dios
que jamás fueron culpables de las estupideces y tendencias separatistas
mencionadas.
Con
esto también debemos reconocer que la religión ortodoxa ha separado,
temporariamente, los dos grandes conceptos espíritu y materia
en su pensamiento y enseñanza, con lo cual separó la religión
de la ciencia.
La tarea de los trabajadores de la nueva era es reunir esos dos
aparentes opuestos y demostrar que espíritu y materia no son antagónicos
entre sí, y que en todo el universo sólo existe sustancia espiritual,
actuando sobre las formas tangibles externas y luego creándolas.
Cuando
clasificamos como "malas" una forma y actividad, se
debe solamente a que la energía motivadora detrás de la forma,
responsable de la actividad, está erróneamente orientada, egoístamente
impulsada e incorrectamente empleada. Aquí nuevamente son importantes
dos verdades básicas del ocultismo moderno (se impartirán otras
cuando estas dos sean dominadas y aplicadas correctamente):
1.
La energía sigue al pensamiento.
2.
El objetivo correcto crea la acción adecuada y la forma conveniente.
Ambas
afirmaciones son de origen muy antiguo, pero hasta ahora han sido
muy poco comprendidas.
Por eso lo primero que un discípulo debe conocer es la naturaleza
de la energía y aprender a controlarla y dirigirla; esto lo realiza
trabajando con las causas originantes, aprendiendo la naturaleza
del reino de las causas y desarrollando la capacidad de ver, detrás
del efecto, la causa que lo generó y produjo.
En
el caso individual del discípulo y en la etapa preliminar de su
entrenamiento, ello involucra una constante investigación de sus
móviles, hasta llegar a descubrir en qué consisten, pues ha dirigido
en tal forma su pensamiento que, en todos los casos, se podrá
confiar en que dichos móviles actuarán automática y dinámicamente
dirigidos por el alma.
Por lo general el discípulo de sexto rayo hace descender su trabajo
hasta el plano astral, y allí reside el foco de su atención, de
su vida y de su pensamiento. Su naturaleza física responde por
necesidad y automáticamente al impulso enviado desde el plano
astral, motivado en el mental, y a veces dirigido por el alma.
Pero la potencia de su deseo y su determinación de ver el fruto
de su trabajo, ha causado mucha dificultad en el pasado, al detener
la verdadera expresión del impulso originador.
Queda detenido en el plano astral. Esto ha sido equilibrado por
la intervención cíclica de otras fuerzas de rayo, de lo contrario
la situación sería mucho peor de lo que es. El discípulo de séptimo
rayo hará descender directamente al plano físico la energía que
maneja, logrando con ello la integración, y el dualismo que lo
caracteriza constituirá un centro de energía en el plano mental
y otro en el plano físico, Los pares de opuestos del plano astral
constituyen el dualismo del trabajador de sexto rayo.
Es
evidente, por lo tanto, que habiendo establecido los dos puntos
de energía (mental y física), la siguiente tarea de quien trabaja
con magia, consiste en producir, en el plano físico, una síntesis
de las energías disponibles, concretarlas y conferir fuerza activa
y persistente, a lo que ha sido construido. La energía así empleada,
en la mayoría de los casos, será de tres tipos.
1.
La energía de la mente. Será la controladora energía dominante
que se empleará durante el período del discipulado aceptado y
hasta la segunda iniciación.
2. La energía del alma. Será manejada, utilizada y aplicada en
forma creadora, desde la segunda hasta la tercera iniciación.
3. La energía del alma y de la mente,, fusionadas y sintetizadas.
Esta combinación es de enorme potencia. Después de la cuarta iniciación,
su potencia aumentará debido a la energía proveniente de la mónada.
Aunque
todo es energía, no debe olvidarse que también en la correcta
enseñanza esotérica se llama energía a la actividad impulsora
superior, y lo que está condicionado e impelido a la actividad,
por su intermedio, se denomina fuerza. Los términos son relativos
y movibles.
Para
el conjunto de la humanidad, por ejemplo, el impulso astral es
la energía más elevada a la que normalmente aspira, y las fuerzas
sobre las cuales actuará la energía astral, serán la física y
la etérica.
Las energías superiores pueden ejercer un control intermitente,
pero por regla general el incentivo o impulso de la vida es astral,
y ello puede ser denominado deseo o aspiración, de acuerdo al
objetivo. La aspiración puede ser sencillamente una ambición mental
o deseo de poder, y el término "aspiración" no debe
limitarse únicamente a definir los llamados impulsos religiosos,
anhelos místicos y demandas de liberación.
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